Omegaverse | Cambiando el destino

Capítulo 10

LEALTAD

La región del sur era un lugar que apenas conocía el invierno, sus paisajes parecían perdidos en la eterna primavera y el otoño, para llegar a este lugar había que pasar por una enorme montaña la cual sorprendentemente era árida pero cuando los carruajes empezaban a bajar la misma comenzaban a observar la vegetación que crecía salvajemente sin control.

Nain quién había vivido cerca del océano toda su vida nunca había visto tal cosa en su vida, al bajar la montaña se encontraron con praderas infinitas que parecían estar pintadas y por en medio había un camino que los dirigía a la capital del sur, del lado izquierdo del carruaje pudo observar una pradera de color blanco ya que sólo flores blancas estaban plantadas y parecían ser un mar sin fin a lo lejos, del lado derecho habían flores de un color azul más claro que el cielo, que al igual que el lado izquierdo se extendía como un mar infinito, luego pudo observar los bosques de árboles que se separaban por el camino, eran miles de árboles que parecían tener frutas y otros sólo parecían ser árboles normales, mientras más se iban acercando a la capital del sur más iba notando la presencia de vida humana en esas tierras que parecían ser vírgenes, como si ningún humano las hubiera tocado. Pronto empezó a observar grandes cercas que bordeaban el camino, observó manadas de miles de vacas pastar sin cuidadores cerca, caballos corriendo juntos a lo lejos y otros animales que no pudo reconocer por lo lejos que estaban, también pudo ver lo que parecían ser sembradíos enormes como si no tuvieran fin, ahora entendía mejor porque la familia Imperial dependía tanto del sur para los recursos agrícolas.

Finalmente casi al atardecer de ese día observó sacando un poco la cabeza por la ventana del carruaje la capital del sur que era el pueblo de los Bananos, incluso si la noche ya se hacía presente pudo observar a lo lejos las casas que parecían estar hechas de madera, pero lo que más llamó su atención fueron los caminos que empezaron a cruzar cuando finalmente estaban más cerca del pueblo, los caminos eran de piedra y todas las calles del pueblo parecían ser así pero eso no quitaba su belleza ya que todo el pueblo parecía a ver sido construido sobre una hermosa alfombra verde con puntos de colores y árboles que tenían flores junto a sus hojas, cuando finalmente llegaron al pueblo notó que cada casa tenía un jardín de flores, árboles hermosos o bananos enormes, le causó curiosidad como la gente incluso si era tarde parecía vivir felizmente, en la calle los niños jugaban e incluso notó algunas vacas siendo guiadas por perros o niños, eso fue muy curioso, también notó como muchos alfas o betas e incluso omegas parecían regresar de algún lado conversando entre ellos, tenían la ropa sucia pero una sonrisa en el rostro.

El pueblo comenzó a prender grandes antorchas de fuego para iluminar la noche, soldados patrullaban las calles con diligencia parecían más serios que los soldados orgullosos de la capital Imperial, las posadas no se quedaron atrás y recibieron a personas que llegaban en carruajes o que llegaban a pie, fue muy curioso ver la amabilidad de la gente que sonreía sin ninguna preocupación, incluso los menos afortunados no se quedaron atrás, notó que personas que vestían harapos hacían largas filas en casas que parecían ser centros comunitarios que daban comida e incluso refugio, los mendigos en la capital Imperial rogaban por comida y sus miradas eran vacías, carentes del sentido de vivir pero estos indigentes parecían normales, como si fueran personas que solo tuvieron mala suerte.

Sin darse cuenta pronto entraron a la zona para nobles y ricos, las casas de madera de uno, dos o tres pisos fueron reemplazadas por mansiones hechas de materiales más caros como el ladrillo, tenían amplios jardines con rosales extensos o árboles frutales, la plaza principal a diferencia de la plaza pintoresca de los plebeyos donde tocaban músicos, era un lugar perfectamente limpio donde sirvientes paseaban perros o gatos incluso en la noche, habían tiendas de lujo y hoteles glamurosos, fue interesante observar esa zona que pronto sería un lugar que iba a frecuentar, el carruaje siguió avanzando, observó mansiones aún más grandes que las anteriores, algunas tenían diversas hectáreas y el carruaje siguió sin detenerse, fue solo gracias a la luz de la luna que se dio cuenta que se dirigían a un bosque que poseía árboles enormes, eran similares a los pinos pero al mismo tiempo no lo eran, pasaron por en medio del bosque que cubría el camino como arcos hechos de ramas o similar a la entrada a una cueva pero extensa y en realidad eran sólo árboles enormes que bordeaban el camino apedreado, después de lo que pareció ser una media hora más de viaje finalmente observó un prado saliendo de ese bosque, eran flores que no pudo distinguir su color pero aún así se veía bonito más aún por las luciérnagas que volaban a lo lejos dejando ver solo sus pequeñas luces que parecían estrellas que sobre volaban esa pradera.

— Finalmente —murmuró sin poder evitarlo.

Había llegado, podía ver a lo lejos una gran mansión que parecía más un castillo que una mansión, era de color granate se notaba desde lo lejos gracias a las antorchas que iluminaban la infraestructura, notó que rodeaban murallas enormes a ese castillo y habían mansiones pequeñas ocultas por su gran tamaño, cuando llegaron frente a unas enormes puertas estas de inmediato se abrieron dejando pasar su carruaje primero como si fuera una especie de tradición, ni un solo soldado entró antes que su carruaje, cruzó aquellas murallas que parecían medir más de diez metros y se encontró con un enorme jardín delantero que contenía rosales y unos árboles de hojas rosas que jamás había visto en su vida, su carruaje fue el primero en llegar al frente del castillo donde sería su hogar, era imponente ahora que lo miraba de cerca.

— Joven Nain —la puerta de su carruaje se abrió con cuidado, el rostro de Aleyna se asomó ofreciéndole su mano para ayudarlo a bajar— Bienvenido al Marquesado Regnsne —le dio la bienvenida, temeroso tomó su mano y con cuidado bajó del carruaje pisando finalmente la tierra sureña, el aire era cálido y fresco al mismo tiempo, frente a las puertas principales del castillo se habían formados varias filas de sirvientes que formaban un camino para él, como si le dieran la bienvenida, sus uniformes eran de color guindo con delantales o suéteres blancos, notó que habían venido a recibirlo tanto sirvientes normales como cocineros, incluso algunos que parecían ser granjeros o cuidadores de establos, según la etiqueta esto era una muestra que Aleyna la Marquesa lo reconocía como su consorte, como una figura de poder tan fuerte como ella.




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