COBARDÍA Y VALENTÍA
Cuando caminas hacía adelante sabes que estás dejando algo atrás, personas, lugares y a veces tu propia historia.
Tu mirada es quién describe lo que estás dejando, a veces las miradas, la expresión de tu rostro o simplemente tus ojos pueden describir lo que un libro no describiría, con tan sólo una mirada eres capaz de decirle a alguien que lo amas o que lo odias.
— Mi señor, ya es hora —un sirviente con una mirada llena de tristeza informó a su señor, había estado durante años al lado de su amo, lo conocía como a la palma de su mano, sabía que sus palabras sólo lo condenaban, pero era inevitable, el día que tanto había tratado de retrasar finalmente llegó.
Su señor no dijo mucho, dejó de mirar su apariencia en el espejo de cuerpo completo y se giró a verlo, su mirada era suficiente para hacerle saber lo triste que estaba su señor, se veía destrozado emocionalmente y sus párpados aún seguían levemente inchados por su llanto de ayer. Lentamente bajando su mirada al suelo abrió las puertas dobles de la habitación para su señor, quién salió en silencio mirando al frente, parecía alguien que caminaba hacia la orca.
Y bueno, no se equivocaba, así se sentía Jhosua, trató de aplazarlo con todas las excusas y amenazas posibles pero finalmente el día había llegado, no podía hacer nada, no podía huir y tampoco podía renunciar, ya no había nadie que heredera el título familiar y velara por sus hermanos, solo quedaba él, debió huir cuando era más joven y no sentía culpa, debió escapar como su hermano menor quién se fue dejándolos, dejándolo a él, pero fue un cobarde que no pudo huir y ahora está vida que le esperaba era su castigo, sus sueños, el amor que sentía por Evan y todos sus ideales debían morir aquí, para apoyar a sus hermanos, para no deshonrar a sus padres debía seguir este camino sin mirar atrás.
Al llegar a donde las personas esperaban sonrió como si estuviera feliz de estar ahí, tenía que mostrarse alegre y agradecido, así funcionaban las reglas es la maldita sociedad donde había nacido. Saludó a sus invitados y luego de que su futuro esposo Ismael llegara al salón empezaron con la ceremonia, su ahora esposo vestía un traje muy pegado al cuerpo, con ese corto velo que llevaba no le favorecía, escuchó algunas burlas por el pésimo gusto del futuro Conde Valenthe pero no le importó, si le daba importancia ahora debía hacerlo en el futuro y no quiere eso, es cruel porque su esposo fue obligado como él a comprometerse pero era su única manera de lidiar con un matrimonio sin amor, sería fiel y obviamente tampoco lo iba a tratar mal, pero algo como el afecto era demasiado, no quería darle esperanzas a nadie, no después de Evan.
La noche después de su ceremonia matrimonial llegó, su esposo fue a verlo y cumplieron con su deber, porque eso difícilmente lo calificaría como sexo o hacer el amor, era solo una obligación que ambos debían cumplir y si su esposo quedaba embarazado esa misma noche mucho mejor, así se ahorrarían mucho dolor.
Al día siguiente su marca estaba en la nuca de su esposo pero no existía un lazo emocional, sus lobos no congeniaron así que solo era algo decorativo, ninguno dijo mucho, apenas y se dieron los buenos días antes de bañarse y luego ser vestidos para saludar a sus invitados quienes los felicitaron con las sonrisas más hipócritas que siempre verían, sus padres los felicitaron y su propio padre él Conde Valenthe habló sobre heredarle el título antes de lo esperado, ya que según él quería vivir sus últimos años al lado de su amada esposa, su madre que sonreía tan feliz de verlo finalmente casado ¿Por qué ella estaba tan feliz? ¿Le divertía ver a sus hijos sufrir? ¿O el fingía demasiado bien? No lo sabía.
— Sonríe —esa voz llamó su atención cuando fue hora de la comida, se había quedado mirando su plato de ensalada.
— Lo siento —suspiró y volvió a sonreír mientras empezaba a comer.
— Nacimos con un deber y debemos cumplirlo sin pestañar porque no tenemos el poder para decidir o la valentía para abandonar nuestro estilo de vida, cuanto más lo piensas sientes las cadenas que te atan más pesadas ¿Gracioso no? Tenemos todo y al mismo tiempo nos atamos a ese todo —murmuró Nain para que solo su hermano lo escuche— Tuve la suerte de encontrar a alguien amable que me quiere, no lo llamaría amor pero es un diamante que me encontró y me salvó de quizás un destino horrible —miró a Ismael que trataba de sonreír mientras veía a un joven alfa bailar con una beta femenina— Pero eso es mentira, fue mi decisión dejarme conocer por Aleyna, fui yo quién decidió conocerla a ella y cuidarnos entre nosotros, incluso si no había amor decidimos sernos leales el uno al otro, lo que quiero decirte con todo esto es que nuestra vida siempre tendrá un inicio o fin agrio, pero tu decides hermano si vivirás en la soledad o te vas a aferrar a la luz que vaga por la oscuridad, no tengas miedo y aferrate a esa luz hermano o de verdad tu vida será un infierno —fué su único consejo para su hermano mayor, la única cosa que podía decir antes de callar para siempre.
— Hubiera querido ser más valiente...
— Pero no lo fuiste, que ese arrepentimiento sea un recordatorio para ti hermano —observó a su hermano— Cuando uno de tus hijos se enamore de verdad y te pida libertad, no lo ates, no cometas el mismo error Jhosua
— Así será —sonrió levemente, esta vez no estaba fingiendo, miró a su hermano y asintió— Mi hijo no tendrá que resignarse, le daré la oportunidad de elegir
— Hijos
— ¿Qué?
— Evan, dio a luz hace poco —fue inesperado pero su lobo interno no parecía sorprendido, más bien, estaba aliviado— Lo casaré con alguien que lo tratará bien, cuidaré del niño y de él, no te preocupes
— ..... Fue.... ¿Fue un niño?
— Si —asintió— Pensaba guardar el secreto para siempre pero has madurado, solo por eso te lo informo —dejó de mirar a su hermano y miró hacia donde estaba Ismael hablando ahora con su madre— Vivirá bien, comparte nuestra sangre así que nunca lo dejaré desamparado pero no deberá conocer nunca su verdadero origen, es por su bien ¿Entendido?