DOS MUNDOS
El príncipe heredero partió hacía la guerra para ganar méritos y al mismo tiempo su consorte dio la noticia sobre su embarazo, para protegerlo fue resguardado en el palacio de la Emperatriz donde esperaría a que su esposo regresara.
— Envenenado —murmuró Ian mirando la taza de té en el suelo, la Emperatriz había llegado a tiempo para evitar un envenenamiento.
— Todo parece indicar que fue por órdenes del tercer príncipe —asqueado la Emperatriz dejó de mirar a Ian que parecía estar a punto de llorar— Debes evitar a toda costa el aborto, es inaceptable hasta que Erlan regrese
— ¿Solo hasta entonces?
— Si, el niño no servirá de mucho, tendrás hijos cuando mi hijo consolide su posición, hasta entonces debes cuidar de tu salud —ordenó con indiferencia— De todas maneras, ese bebé no está destinado a nacer, es mejor que te resignes ahora
— Si, Emperatriz...
— Lleven a Ian ha su habitación, todas sus comidas serán servidas en vajillas de plata ¿Entendido?
— ¡Si, Emperatriz! —los sirvientes hicieron una reverencia y acompañaron a Ian a su habitación.
Los días de Ian consistían en estar encerrado en su habitación, incluso ahora debido a ese té envenenado había perdido su derecho de salir al jardín, vivir su embarazo así era algo que nunca se había imaginado, siempre pensó que sus días gestando serían felices, que eso lo uniría más a su pareja y que la espera sería su única preocupación, pero la realidad era diferente, nadie, absolutamente nadie creía que su bebé sobreviviría, normalmente se preparaba ropa o cosas para el bebé, pero no habían preparativos así, la Emperatriz le dijo que renuncie a su cachorro y todo el mundo estuvo de acuerdo, le dolía el cuerpo, necesitaba de las feromonas de Erlan pero él no estaba, quería salir para no estresarse pero no podía, era un prisionero en donde se supone debía vivir su final feliz ¿Por qué fue tan tonto? ¿Por qué no escuchó? ¿Por qué le estaba pasando esto a él? ¿Qué crimen cometió? ¿Por qué simplemente no podía tener un poco de esperanza?
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Los días pasaban lentamente y finalmente la temporada de lluvias había llegado, Ian cumplió cinco meses de embarazo y Erlan aún no regresaba del campo de batalla.
— Su alteza —una sirvienta entró sin autorización a su habitación— Llegó una carta de su alteza él príncipe heredero.
Extendió su mano y la sirvienta le pasó la carta, ya estaba abierta y obviamente la habían leído, seguramente fue la Emperatriz.
"Mi amor.
Te extraño, no sabes la falta que me haces...
Regresaré pronto, solo debes resistir un poco más
Mantén vivo al bebé un poco más y podremos estar juntos los dos
Tendremos nuestro final feliz
Con amor, Erlan"
La carta fue breve y no sintió nada particular, su lobo interno hace ya mucho se había resignado y ya no sentía las mismas ganas de amar o vivir, se estaba muriendo con el pasar de los días.
— Guarda la carta —ordenó y volvió a su posición original que era estar recostado sobre su cama, admirando su techo.
No podía salir, no podía disfrutar algún dulce o mirar por la ventana, durante este tiempo había sido varias veces amenazado de muerte, trataron de matarlo incontables veces, trataron de empujarlo o golpearlo en el vientre, tenía miedo incluso de comer, apenas estaba sobreviviendo con lo mínimo y todo por su cachorro que había comenzado a moverse, lloraba cada vez que lo sentía patear o acomodarse en su vientre ¿Por qué su destino fue éste? ¿Por qué? ¿Qué hizo mal?
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Fue en el campo de batalla donde Erlan maduró un poco, aprendió que no todo en la vida era arreglado por su estatus y su madre, no sabía que escribirle a su esposo así que solo le mandaba cartas breves, porque empezaba a darse cuenta que sus sentimientos por él habían sido totalmente infantiles, no era amor, solo fue lujuria y en su momento una aventura emocionante ya que estaba engañando a su prometido con su propio hermano gemelo, fue inmaduro y dolía darse cuenta.
— ¡Su alteza! —ese grito adorable le hizo sonreír— ¡No me ayude! ¡Yo puedo solo!
— ¿Qué tiene de malo ayudar un poco? —sonrió cargando los baldes de agua que el adorable omega enfermero llevaba al campamento— Te levantas al amanecer para llevar agua fresca a los heridos, es lo mínimo que puedo hacer
— Usted lucha batallas que yo no puedo, está es mi parte —se defendió él omega— Porfavor, déjeme cumplir con mi parte
Éste omega era curioso, Erlan siempre fue tratado con el máximo respeto y nadie le contradijo nunca, omegas y betas mujeres siempre hicieron de todo incluso fingir que eran débiles solo para que él les preste atención, pero éste omega era diferente, se enfrentaba a él y no temía en defender sus propios ideales, este omega lo veía a él no al príncipe heredero.
— Solo está vez, déjame ayudarte
— Esta bien, pero porfavor no vuelva a interferir
— Si, como diga
Regresaron a paso lento al campamento, la batalla seguro se iba a reanudar en pocas horas.
— ¿Por qué te uniste a la guerra, Rafael?
— Mi padre murió en la guerra hace ya un año —murmuró él omega con una sonrisa amarga— Mi madre falleció cuando él lo hizo debido al lazo... No tengo hermanos así que fue fácil enlistarme, aquí puedo ayudar y no me siento solo
— Debes extrañar a tu familia...
— ¿No lo hace usted? ¿No extraña a su familia?
— No y sé que ellos tampoco, seguro mis hermanos esperan que muera en esta guerra, mi padre ni siquiera lo notará ya que tendrá un bebé pronto de su concubino y mi madre, bueno, tal vez esté triste por perder a su marioneta favorita
— Suena difícil
— Lo es, estoy en el punto donde no sé si mi propio esposo lloraría mi muerte
— ¿Está casado?...
— Si —asintió Erlan y fue cuando notó la mirada triste de Rafael, algo en él le hizo mentir— Pero fue un matrimonio arreglado, no hay amor entre él y yo