Oniros. Amor entre dos mundos

Capítulo 5 – El hijo del sueño

El parto se adelantó tres semanas.
Evelyn llegó al hospital envuelta en un silencio raro, como si el aire la estuviera esperando.
La doctora Cassandra Lira —la bruja bajo su nombre humano— la recibió sin sorpresa.
Todo estaba dispuesto: el quirófano, las enfermeras, el hechizo que borraría la línea entre la vida y la muerte.

El llanto del niño se escuchó solo una vez.
Fue un sonido breve, potente, y luego nada.
El monitor emitió un pitido agudo.
La bruja miró a la Harpía.
—Vive —susurró.
Eristeia, con una sonrisa helada, negó con la cabeza.
—No para ella, dile que fue una niña.

Cassandra se acercó a Evelyn, que agonizaba entre el sueño y la lucidez.
—Lo siento —dijo la doctora, con una dulzura tan falsa que dolía—.
La niña no sobrevivió.

Evelyn gritó, pero la anestesia la arrastró hacia la oscuridad.
Lo último que sintió fue el peso del vacío en su pecho.

Horas después, en una habitación oculta del hospital, la bruja sostenía al niño.
Respiraba con la calma de los dioses.
Su piel tenía el leve resplandor azul de Morfeo, una luz que no pertenecía a este mundo.

Eristeia lo observaba con fascinación y codicia.
—Si lo matamos, su esencia volverá al Reino del Sueño.
—Y Morfeo lo recordará —replicó la bruja—. No. Este niño es el vínculo.
Mientras viva, ambos seguirán atados, aunque no lo sepan.

La Harpía frunció los labios.
—Entonces la humana debe morir.
—No —la detuvo Cassandra—. No puedes.
Si muere, el hilo se corta.
Deja que crea que su hija está muerta.
Deja que el dolor la mantenga soñando.
Cada noche buscará a su hija… y en sus sueños la encontrará.
Allí lo alimentara, lo hará crecer.
Ese será su pago.
Eristeia la miró con desprecio.
—¿Y Morfeo?
—Olvidará —dijo la bruja—. El dolor también es un velo.

El hechizo se cumplió esa misma noche.
Morfeo, en su trono de obsidiana, se llevó la mano al corazón.
Sintió algo arrancársele, pero no supo qué.
Una bruma azul cubrió su memoria, borrando nombres, rostros, promesas.
Cuando abrió los ojos, ya no quedaba nada.

En la Vigilia, Evelyn despertó en la habitación blanca.
El mundo olía a desinfectante y despedida.
La doctora le tomó la mano.
—Lo siento, Evelyn.
No sobrevivió.

Las lágrimas corrieron sin sonido.
El dolor era tan grande que no podía llorarlo del todo.
Durante días creyó oír el llanto de un bebé en los pasillos del hospital, pero cada vez que se levantaba, no encontraba a nadie.

Pasaron las semanas, y los sueños comenzaron.

Primero fueron voces, luego figuras difusas, y al fin, un bebé envuelto en luz azul.
Ella lo alimentaba, lo acunaba, lo llamaba “mi bebe”.
Nunca veía su rostro completo, pero sentía que le pertenecía.
Despertaba con la sensación de leche en los brazos, con el pecho húmedo, con el corazón ardiendo.

Los médicos lo llamaron trauma postparto.
La bruja lo llamó equilibrio.
La Harpía lo llamó servidumbre.

Porque cada vez que Evelyn soñaba, el niño crecía.
Cada gota de leche onírica era un hechizo de vida, cada suspiro una ofrenda.
El hijo de Morfeo, oculto del Reino del Sueño, se alimentaba del amor de la madre que lo creía muerto.

A veces, Morfeo cruzaba los límites de su propio dominio sin saber por qué.
Veía una mujer dormida, un bebé en brazos, una cuna de luz.
Y aunque su memoria estaba borrada, su corazón se agitaba.

—¿Quién eres? —preguntaba en sueños.
Pero la mujer nunca respondía.
Solo lo miraba con ternura y decía:

“Shhh… duerme.”

Morfeo se despertaba con el alma temblando.
Sin saber que en sus sueños, había visitado a su hijo.
Sin saber que la humana lo esperaba, noche tras noche, creyendo que soñaba con un fantasma.

Y así, entre la mentira y el deseo, nació el equilibrio imposible:
Una madre que alimenta a su hijo muerto.
Un dios que sueña con lo que olvidó.
Y dos criaturas —la bruja y la Harpía— que tejieron su destino con sangre y silencio.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.