Operación Cupido

Prólogo

PRÓLOGO

Nuestros días estaban siendo más pacíficos que de costumbre aquella semana, desde la muerte de Valerie y la sorpresa de ser la nueva tutora de Valentina, habíamos tenido días muy movidos.

William seguía empeñado en descubrir al autor intelectual de la muerte de su hermana, y yo, intentaba con todo mi corazón darle el amor, la comprensión y protección que necesitaba la pequeña.

Jamás imaginé que viviría con mi amargado jefe, mucho menos que en nuestro poder quedará tan grande responsabilidad, como lo era criar a una niña.

—Sammy, ¿me ayudas con mi tarea? —con una sonrisa peine los cabellos castaños de la pequeña que llegaba a mi lado.

—Por supuesto tesoro, ¿Que tienes que hacer? 

—Fracciones y porcentajes. —Hice una mueca al escucharla.

—Tu tío William es un experto en matemáticas, pídele ayuda a él mientras yo preparo algo delicioso para la merienda y la cena, ¿Te parece?

—Nunca quieres ayudarme con matemáticas. —Hice un puchero recordando lo difícil que lo pasé en la escuela por no entender bien matemáticas.

—Nunca fui muy buena en matemáticas, los números y yo no somos amigos.

—Pero le ayudas a mi tío en su trabajo. —se quejó cruzándose de brazos.

—Si, pero las cuentas las hace el equipo de contabilidad y la computadora. —Puse mi mejor carita de buena y con mis manos frente al rostro como si fuera a rezar. —Pídele a tu tío, porfis. Te ayudaré en lo demás. 

—Está bien, pero espero que la cena sea realmente deliciosa. 

—Será deliciosa, solecito. —bese su frente y peine una vez más sus cabellos. Tanto para ella como para nosotros había sido difícil el cambio. 

No es fácil perder a tu madre y no conocer a tu padre, y ella tuvo que vivir aquello a muy temprana edad. 

Me entretuve preparando unos sándwiches de pollo con queso crema, los favoritos del par de amargaditos que ahora hacían tareas, tan entretenida estaba que no escuché llegar a nadie.

—¿Qué haces? —Pegué un grito y un salto en mi lugar al escuchar a William. Su carcajada no se hizo esperar.

—Me asustaste. Les preparo algo de merienda, para que tengan más energía, ¿Cómo va la tarea? ¿Ya terminaron? 

—¿Qué tarea? —me giré encontrándome con su rostro lleno de incertidumbre.

—La de matemáticas, Valen fue hace rato a buscarte.

—Ella no ha ido a nada. —Nos quedamos mirando aterrados.

—¿No está contigo? —negó con la cabeza.

—Debería estar contigo. —Solté todo lo que tenía en las manos y corrí hasta la habitación de la pequeña. 

Su balcón se encontraba abierto de par en par, la brisa ondeaba su cortina, pero ella no estaba en la habitación.

—¡Valen! ¡Valentina! — grite llamándola. 

—En nuestro cuarto tampoco está. —exclamó William.

—¡Valentina! —el miedo se apoderó de nosotros. 

Corrimos por toda la casa buscándola, sin éxito alguno, la pequeña no estaba por ningún lado. 

—¡Samantha! —seguí el grito de William hasta el patio, allí, observamos horrorizados la pequeña maleta y los cuadernos de Valen tirados por el suelo. 

—No puede ser. —me dejé caer de rodillas levantando las pertenencias de mi pequeña. —Willi, nuestra niña.

—Llamaré a la policía. —gruño William adentrándose a la casa.

Lo más difícil estaba por comenzar. 




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