Operación Cupido.

3.

SAMANTHA

—Viste Sammy, soy muy buena haciendo anotaciones. —se jacto a pequeña cuando salimos de la primera reunión, extendiendo su libreta hacia mi. 

—Eso puedo ver peque, te quedaron muy bien, tu tío estará orgulloso de ti. —se frenó en seco con una mueca de tristeza en su rostro.

—Mi tío no me quiere, se le nota, no soy una niña, casi tengo nueve, y puedo notarlo. —me quede helada, una cosa era que yo notara que el señor Hamilton no se interesara mucho en ella, pero que la misma niña lo notara era horrible.

—No es que no te quiera, es que es un amargado, siempre hace mala cara, todo el día. Va a terminar arrugado como una uva pasa. —aquellas palabras le sacaron una gran sonrisa.

—¿Tú crees?

—Si pequeño sol, él solo es muy odioso y de mala cara, no le prestes atención. —Me agache un poco para quedar a su altura, —Aunque haga esa cara, se que te quiere mucho, solo es un bruto para tratar niños. —la pequeña asintió con una sonrisa.

—¿Cuánto más van a tardar? Tenemos muchas reuniones más. 

—Viste, un odioso. —susurre guiñandole el ojo. —Ahí vamos señor Hamilton. —Valentina corrió hasta donde se encontraba el señor y se colgó de su brazo. su gesto no pasó desapercibido, al menos no para mi.

—Qué pegajosa estás hoy. —negué con la cabeza al escucharlo. A veces lograba ser todo un idiota. 

—¿Ya vamos a ir por el helado?

—No, aún nos faltan más reuniones. Las recompensas siempre vienen al final del día, cuando has hecho todo bien.

—Está bien, vamos tío. —Tomó su mano y se giró hacia donde yo estaba y extendió la otra en mi dirección, —dame tu mano Sammy, asi vamos mas rapido. —miré avergonzada a mi jefe, no quería que se pensaran cosas indebidas en el lugar.

—Ya dale la mano, tenemos que irnos. —se quejó impaciente mi jefe. No me quedó más remedio que seguirle la corriente a la pequeña y tomarla de la mano.

Mi jefe se veía muy impactado, la pequeña no soltó nuestras manos en ningún momento, y él solo se dedicaba a mirar la unión de ellas con su ceño fruncido y una fina línea en sus labios.

Al llegar al Lobby del edificio pensé que ella solitaria nuestras manos, aun así, no lo hizo. Pensé que nos iban a mirar o iban a cuchichear, contrario a aquello, a los empleados pareció no importarles nada.

—¡Mamá! —grito la pequeña sin soltar nuestras manos.

—Hola mi hermosa princesa. —La señora Hamilton nos interceptó justo a la entrada del edificio, su rostro se notaba triste y apagado, parecía librar una difícil batalla interna.

—Al fin llegas, tenemos muchas cosas que hacer. —rodé los ojos de manera imperceptible, ese tipo era un dolor en el trasero. 

—Eres un fastidio, aunque me gusta mucho como se ven, tome una buena decisión. —sonrió con nostalgia mirando nuestras manos unidas. —Gracias por cuidarla.

—No es gratis.

—Lo sé, y también sé que no la cuidaste solo. —Se hicieron una serie de muecas como si fueran niños pequeños. —Samantha. —me llamó cuando terminó su pequeña guerra de miradas y gestos.

—Dígame, señora Hamilton.

—Valerie, ya te he dicho que me llames Valerie. —asentí con la cabeza, —Samantha, ¿Tienes planes para el sábado en la noche?

—No señora, el sábado no haré nada. 

—Te invito a cenar en casa de Will el sábado, prepararé lo que tu quieras.

—¡Oye! Yo cuide la cosa, y tú dijiste que ibas a preparar mi plato favorito.

—Estoy seguro que tu no cuidaste a Val, fue Samantha, así que no te quejes. —ambos se miraron retadores por unos segundos. 

La mano que sostenía Valentina estaba siendo consentida por ella, me miraba con una sonrisita picara.

—No es necesario señora Valerie.

—Ven a comer Sammy, así podemos molestar a mi tío toda la noche.

—Mocosa infernal, solo buscas la manera de arruinar mis días, ¡suelta mi mano! 

—¡William! —Con un poquito de esfuerzo logré soltarme del agarre de Vale y alejarme un poco, me sentía muy incómoda con su extraña reunión familiar. 

No entendía por qué el rechazo del señor Hamilton hacia la pequeña, si bien ella no se comportaba de la mejor manera la mayoría de las veces, esa no era razón suficiente para que no la quisiera cerca. Tenía mucha curiosidad de saber sus razones, pero era algo que jamás sabría. 

Me senté en uno de los muros de los jardines que rodeaban el edificio, siempre que tenía oportunidad me sentaba en aquel lugar, sentía cierta paz y al mismo tiempo, la naturaleza me recordaba a mi hogar, lo que hacía que me tranquilizara rápidamente. 

Valerie se acercó a mí negando con la cabeza, mientras a su espalda se mostraba la escena más graciosa que había visto jamás, William se encontraba intentando zafar su mano de su agarre mientras ella se colgaba con sus piernas como un Koala. 

—Disculpa a mi hermano, a veces es un tanto…

—No pasa nada señora Valerie, sé como es el señor Hamilton, no tiene que disculparse por ello. —se sentó a mi lado mirando con una sonrisa la misma escena. 




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