Operación Cupido.

5.

VALERIE

La llegada de Valentina fue un suceso que marcó un antes y un después en mi vida.

“Una noche de copas, una noche loca” como dirían algunos, dejó aquella semillita en mi vientre, semilla que creció y se convirtió en mi razón de vivir, y podía asegurar que la de mi hermano también. Llevaba el nombre de nuestra madre, en honor a la fuerte y valiente mujer que nos había dado a luz y que había fallecido trágicamente junto a mi padre en un accidente de tránsito provocado por un maniático.

William pasaba horas y horas con la pequeña en sus brazos, amaba a mi hija, fue el primero en tomarla en brazos después de nacer, fue el primero en cambiar su pequeño pañal, también fue el primero en alejarse cuando supimos la verdad.

Tres meses después del nacimiento de Valentina, una gran revelación nos dejó con más que un corazón roto. El mismo hombre que me había dejado embarazada en aquella fiesta y que no quiso hacerse cargo de nuestra hija, fue quien ocasionó el accidente de mis padres.

Cuando la verdad salió a luz William se alejó de nosotras, aseguraba que podía ver las facciones de Austin en la pequeña, aunque yo solo veía una mini william frente a mi. Acepté sus decisiones, y siempre buscaba cualquier razón para acercar a mi hija a su tío, sabía que en algún momento yo no podría estar a su lado y lo único que le quedaría sería él.

Los años siguieron pasando a gran velocidad, William y yo nos convertimos en los socios perfectos, la empresa de mis padres salió a flote nuevamente y estaba en auge gracias a nuestro trabajo en equipo.

Una nueva asistente llegó a la empresa, una chica muy dulce y gentil. Procuraba mucho a William, cuidaba sus comidas, estaba pendiente de no dejar que él se llenará de trabajo, siempre intentaba acompañarlo a todas las reuniones posibles para hacer los informes pertinentes y que nada quedara exento. Era una mujer extraordinaria, y mi hermano lo había notado también, en el mejor sentido de la palabra, estaba segura que estaba más que atraído por ella, aunque se negaba a aceptarlo. 

Dejamos de ser un dúo poderoso, a convertirnos en un verdadero equipo imparable, Sammy no solo ayudaba a William, también era mi apoyo y más de una vez deje a mi pequeña hija a su cuidado, aunque prefería dejarla con Will.

Una notificación del hospital y de la abogada llegó el mismo día, aquella mañana en que supe que todo cambiaría para mi. Muy a regañadientes William aceptó cuidarla, no sin antes extorsionarme con comida.

Mi primera parada fue en el hospital, mis manos no dejaban de temblar mientras esperaba que el oncólogo me llamara a su consultorio. Un cáncer de páncreas era con lo que batallamos en aquel momento, uno que ya no tenía reversa al ser diagnosticado tan tarde.

—Valerie Hamilton —el doctor se acercó a donde me encontraba sentada.

—Doctor Raymond, ¿cómo está?

—He estado mejor, pero no es momento de hablar de mí, pase. —Hice una mueca al ver su rostro decaído.

—¿Qué dicen mis exámenes doctor? —pregunte sin rodeos. Dejo dos palmadas suaves en mi hombro antes de rodear el escritorio y sentarse frente a mi con la mirada fija.

—Lo siento Valerie, las radioterapias no funcionaron, el cáncer está haciendo metástasis y se diseminó al hígado y pulmones. —me quedé completamente helada. Nada te prepara para aquella noticia.

—¿Cuánto tiempo? —cuestione aguantando mis lágrimas.

—Algunos meses, posiblemente y en el mejor de los casos, un año.

—¿No hay nada que se pueda  hacer? —Mi mente era un completo caos, mis pensamientos estaban en una única personita, Valentina.

¿Que iba a ser de la vida de mi hija?

—No. Ya no hay nada que podamos hacer. En este caso no. —Un llanto desgarrador escapó de mi. Había luchado por años con aquel diagnóstico, y no había logrado ganarle. 

—Mi hija. 

—Pase mucho tiempo con ella, la vida es tan corta que debemos vivir cada día como si fuera el último.  —Esperé que me diera las indicaciones necesarias, algunos medicamentos que iban a mantener relativamente mejor mientras esperaba que llegara mi día. 

Salí de allí con el corazón más que destruido, con mis esperanzas esfumadas y mis sueños enterrados en lo más profundo de mi ser. 

A pasos lentos y nada decididos entre primero al despacho de abogados que llevaba la denuncia de manutención y alejamiento para Austin Mayer, y de paso, tramitaba mi traspaso de bienes, todo lo que podía dejarle a mi pequeña hija, manejado única y exclusivamente por su tío.

—Señora Hamilton, buenos días. —La abogada salió a recibirme.

—Señorita Banks, gracias por recibirme. Dígame, ¿qué es eso tan urgente de lo que debemos hablar?

—Llegaron a mí algunos documentos interesantes, me gustaría que los leyera. —me invitó a pasar a su oficina y me entregó un sobre de manila con una gran cantidad de documentos.

—¿Quién envía esto? —preguntó curiosa al ver que era un testamento.

—La señora Monet.

—¿Monet? Es el mismo apellido de Austin. —asintió con la cabeza indicando que leyera los documentos.




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