Como es lógico Liberty y Manfred siempre duermen juntos, motivo por el cual amanecen más o menos a la misma hora, y en ocasiones por el calor, con poca ropa, en el caso de ese sábado, y para fortuna de él, se despertó antes que ella. Por la que la vio acostada a su lado, y con cuidado movió la cobija para poder ver su espalda, y mirar su cabello suelto antes de apartarlo hacia un lado.
Conoce muy bien el ruido que ella hace cuando duerme, el compás de sus ligeros ronquidos, y la forma en que se mueve su cuerpo con su respiración, por eso estaba seguro que, en se momento al menos no fingía dormir, cosa que le venía perfecto, pues había deducido que, si era como pensaba que las ordenes escritas pasan por un proceso inconsciente, significaría que no necesita estar despierta para recibirlas, pues ella no podría entenderlas de todos modos.
Motivo por el cual poso su dedo en el omoplato de ella, en efecto no se despertaba aun, por lo que comenzó a escribir, y lo hizo solo un poco más lento.
Hasta que termino y se cercioro que siga en el sueño.
—¿Y ahora si me dirás donde iremos? —Más tarde se encontraban ambos en un taxi, con ropa entre casual y deportiva.
—Sí, ya casi llegamos —respondió mientras buscaba el dinero que iba marcando el taxímetro.
Ella miraba por la ventana, veía campo, árboles y cercados de diferentes parcelas amplias de la parte lejana de la ciudad, luego el letrero de un refugio, se estacionaron justo al lado.
—¿Cariño? —A ella le entro algo de miedo de pronto.
—¿Si? —dijo mientras pagaba al taxista, y se bajaba, ella lo siguió con expresión algo seria.
—El sitio es cerca de aquí ¿Verdad? —Ella llevaba la mochila de ambos.
—El sitio es aquí —Señalo el letrero del refugio de animales en peligro de extinción. Allí se veían ilustraciones de animales, entre los que estaban un oso de anteojos y una serpiente. Se veía algo rustico, al menos en esa parte, y habían algunos autos estacionados cerca del guardia—. Vamos.
—Sabes que no me gustan las serpientes —dijo entre molesta y comprensiva—, ya sabes que paso la última vez que fuimos a un zoológico.
—En la mochila… —iba a decir que hay algo por si se desmaya, pero mejor no quiso hacer que se sienta segura, necesita una respuesta lo más genuina posible, y eso no ayudaría—, hay dinero, para irnos luego al restaurante que decías, pero ahora vamos a ver un rato.
Ella se mantenía cerca mientras iban con el sujeto al que él pago los dos boletos, con lo que pudieron pasar por el camino de tierra señalizado. Liberty se mantenía cerca de él, siempre había la posibilidad de que el comando no hubiera hecho efecto, en ese caso todo lo que tendría que hacer era escribírselo de nuevo, y con la cercanía que mantenían cuando vieron al jaguar, no sería difícil hacerlo. Manfred trataba de distraerla, por lo que Liberty se logró calmar mejor cuando encontraron al guía, que continuo dándoles el recorrido.
—Lo ideal sería que estén en sus habitads —decía mientras los llevaba por las diferentes jaulas, las cuales eran grandes, y en una de ella habían monos—, pero algunas personas los sacan de sus hogares y los venden, por lo que no podemos devolverlos a su entorno natural.
—De modo que ustedes los cuidan —Liberty ya estaba sin ningún miedo, pues esos pequeños primates le parecían agradables y amistosos—, debe ser genial.
—Les damos un hogar, y como no los podemos devolver, los alimentamos, y sé que parece que pasan encerrados, pero nos aseguramos dentro de lo que cabe de que tengan todas las comodidades.
—Debe ser peligroso para ustedes —decía Manfred cuando al fin llegaron al sitio de las anacondas, un recinto con lo que parecía ser un pequeño rio. Liberty al ver a una de ella a lo lejos se aferró a la camisa de su pareja, pero enseguida empezó a soltarla de forma tenue—, ¿Pasa algo?
—No, creo que no —Ella tenía la mirada en la serpiente, y él pudo notar que no sudaba como la vez anterior—, ¿Estas están domesticadas?
—Se podría decir que si —El guía agarro del suelo una rama y se acercó al enorme reptil—, ¿Quieren tocarla?
—Yo si —Manfred levanto la mano, y se acerco al sujeto, justo a tiempo para ver como se ponía al animal de bufanda—, aquí voy.
—Tranquilo no hace nada… —dijo el guía mientras lo veía acercar su mano y posarla encima, a más de cuarenta centímetros de la cabeza empezó a palpar muy suave.
—Se siente raro —dijo, divertido de no saber como describirlo, sus dedos no se alejaban, y sentía cada escama—, entre duro y suave, Libertty, inténtalo.
Una muy pequeña parte de ella quería retroceder, pero una aún mayor le dijo que siga a delante, así lo hizo, llego a escasos centímetros, miro al animal a los ojos, y no vio la bestia mortífera que había divisado hace años en casa de madera de uno de sus tíos, y que le causo pesadillas, vio solo un ser vivo.
Poso su mano, y la paso por las escamas, y sintió que esa vieja imagen que tenia se disipaba, a tal punto que ni siquiera recordaba haber gritado aquel día lluvioso, en su lugar, recordaba a aquel reptil como si bailara al moverse. Liberty sonrió.
—¡Que loco! —decía un poco en voz baja. No tenía idea de que pasaba. Empezó a hacer como que caminaba con sus dedos—, ¿Me la puedo poner así como usted?
—Ehmm, claro… —respondió el guía, extrañado, eso ya le solía dar miedo a la gran mayoría, pero le pareció que la chica era aventurera, por lo que no tuvo problema en quitarse con cuidado al animal y colocársela entre los hombros.
—¡Mira amor! —Ella se atrevió a dar una vuelta, sin importarle la cara de desconcierto que ponía Manfred—, tómame una foto.
—Claro, quédate quieta —Saco su teléfono, no podía creer que haya funcionado el comando, era bastante simple, solo decía que no le temiera a ningún tipo de reptil. Ancendió a la cámara—, aquí voy.
Tomo la foto, donde la vio a ella sonriendo, se atrevió a caminar un poco más. Y Manfred de verdad quería creer que ella no haya superado su más grande miedo así de fácil, trataba de ver si sudaba, pero nada, tampoco noto síntomas de temblor. Solo seguía las indicaciones del guía por el resto del recinto, hasta que le permitió agacharse y dejar con mucha calma al reptil en la tierra humeda.