Ordenes inconscientes

Descartar cambios

Manfred ya estaba listo para ir al restaurante a cumplir con su turno de mesero, pero corrió rumbo a un taxi, pues sus planes habían cambiado, se subió al vehículo y tras dar la dirección del banco de LIberty al conductor, llamo a su gerente directo, para avisar que llegaría con algo de retraso, que no estaba seguro de cuánto tiempo seria, pero que el motivo es que sucedió una emergencia, su jefe no aprecia contento por la llamada, pero no tuvo de otra que aceptar.

Mientras miraba la ventana Manfred deseaba que no hayan semáforos en rojo, podría afectar toda la carrera de Liberty por un sencillo error, y quien sabe si luego podrá explicarse y si al hacerlo, ella lo pueda perdonar, cosa que él espera que sí. No tardaron mucho en llegar al moderno edificil, y cuando era el momento de pagar, Manfred se preguntó si podría aplicarle un comando al conductor, ya iba a decirle que le haría un truco de magia, como excusa para tomar su brazo, pero mejor no lo hizo, ya que quedaría muy mal y muy extraño si no funciona, se dispuso a pagar y corrió al interior del establecimiento financiero, donde al ver al guardia, redujo la velocidad.

A la derecha estaba la fila para retirar e ingresar dinero, ya la izquierda los pequeños cubículos abiertos donde se encuentran los administrativos y asesores, entre los que se encontraba Liberty, que decía algo a una chica desconcertada. Manfred se acercó lo más rápida que pudo a pedir un turno para que lo atiendan ahí, de esa forma pudo escuchar que su novia le decía a la otra empleada que no le agrada nada que se esconda en el baño para no trabajar a veces.

Al ver que vino el jefe a hablar con ella, Manfred entendió que no era un buen momento para acercarse a esa área, ya que no le dejarían ningún breve descanso, por lo que considero que fue una buena decisión lo de tener el turno, y casi rezaba por que no la manden con recursos humanos por su actitud, en ese caso le diría lo que piensa de sus zapatos y sus errores con la impresora.

—No lo sé —Se quejó ella en respuesta a su gerente, en voz no tan alta—, si lo supiera no lo haría, este es el mejor trabajo que he tenido, y por eso he aguantado tantas cosas sin decir nada, pero hoy… perdón pero no lo sé.

—Sera mejor que dejes de causar problemas —Le dijo el jefe—, no quiero tener que amonestarte, voy a asumir que pasas por algo complicado.

—…típico… —Un empleado cercano había susurrado.

El jefe lo miro como si le vaya a dar una paliza, luego volvió a dirigir su atención a Liberty.

—Das otro problema y te tendrás que ir por hoy —El jefe espero en silencio la confirmación de ella, al ver su asentimiento se relajó un poco y se retiró a su oficina.

Fue entonces que Liberty regreso a su escritorio y desde ahí vio a su pareja en la sala de espera, se sonrieron, aunque ella parecía desconcertada por todo eso, se levantó, pero en vez de ir hacia él fue a la impresora, luego el sujeto de al lado se le acerco a ella, lo que impidió que su novio se aproxime.

—Al fin muestras lo insoportable que eres… —Le dijo tras ella, a tal volumen que solo ellos dos se podían oír—, ¿Qué tienes que decir sobre mí?

—Muchas cosas Juan… —Soltó, ella quería decir “nada”, pero se tapa la boca—, mejor no hablemos, no me siento bien, y no quiero herirte.

—Estas bajo el efecto de algo —deduce, mientras ella saca unas copias de un documento como de quince páginas—, es una oportunidad única, así que solo se sincera, y dime que piensas de mí.

—Te quejas de Marta pero eres igual de cobarde —Apoyó ambas manos en la mesa, en serio no quería seguir, pensaba en decirle que era todo—, no es todo.

—Pues prosigue —Brazos cruzados y expectante.

—No quiero —Volteo la cara, hizo una respiración profunda y en dos segundos saco las hojas que recién termino de arrojar la impresora, y luego las que uso para sacar la copia—, no insistas.

Se fue rápido a su cubículo, y él continuo con su trabajo también. Todo lo que quería era saber si le agradaba, nada más, nunca quiso molestarla, pero sabía que esté ocurriendo lo que sea, quizás no pase una segunda vez.

Al siguiente cliente ella le dijo que la culpa del problema con su cuenta es de él, por haber metido la tarjeta de débito en un restaurante sin registro sanitario, motivo por el cual el cliente se fue casi tirando la silla. Su novio estaba allí, lo que empeoraba la situación, pero luego fue su turno, por desgracia le toco con el sujeto de al lado, que hablo con ella antes en la impresora.

—¿En qué puedo ayudarle?

—Necesito cambiar mi turno con su compañera —La señalo con el pulgar—, es importante, y agradecería que me haga ese favor.

—¿Por qué haría eso? —Pensativo.

—No es por usted, es por ella, tengo información vital que no puedo transmitir por teléfono, solo será un rato.

—¿Y yo que gano? —Juan estaba intrigado.

—Pues… —Suspiro, y enseguida busco en su billetera, miro alrededor, el guardia hablaba con otra señora en la puerta, el novio agarro un billete, lo oculto en su mano y la desplego por el escritorio—, son veinte ¿Me va a ayudar?

Juan se sentía con poder, dudo si aceptar tal cosa, sin duda ese era una de sus jornadas más extrañas, pero veía que la chica sufría por cada cosa que decía, se mordía el labio, por lo que poso su mano encima de la de Manfred, que la retiro enseguida, dejando ahí el billete que Juan se guardó. Entonces fue a hablar con el cliente de al lado, le dice que hubo un problema, y deben cambiar.

—Yo no recibí ninguna notificación de algún problema —dijo Liberty, pero el cliente ya se había levantado y se dispone a cambiar de asiento con Manfred

—Te explico luego —dijo el empleado, mientras el cliente tomaba el lugar del otro—, quizás.

—Hola cariño —dijo al fin a ella, tras sentarse y acercar la silla lo máximo posible, no sabía cómo continuar.

—¿Qué haces aquí? —Susurraba, sin entender muy bien porque—, no ganas lo suficiente como para perder un día de trabajo.



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En el texto hay: poder, miedos, ligera

Editado: 14.06.2025

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