_“No fue un mal día. Solo un recordatorio de que incluso los cuentos de hadas compiten por atención.”_
En la actualidad.
El sol de la mañana brilla con demasiado entusiasmo para el humor con el que estoy. Cada paso que doy sobre la vereda del Flatiron District resuena como un recordatorio: Ever After & Co. va a instalarse a una cuadra de aquí. Una cuadra. Como si quisieran invadir mi oxígeno.
Me detengo frente a mi local. Velvet Vows. Lo observo como si fuera la primera vez, aunque lo conozco mejor que a mi reflejo. Las letras doradas sobre el vidrio relucen con la luz de la mañana, elegantes sin esfuerzo, el frente es sobrio, con molduras en tonos marfil y cortinas de lino que apenas dejan ver el interior. No hay ostentación, solo buen gusto. Y eso, en esta ciudad, es más raro que el amor verdadero.
Todo está diseñado para que las novias sientan que están entrando en su propio cuento de hadas. Pero esta mañana, el cuento tiene grietas.
Dentro del local, el ambiente es cálido, profesional, casi familiar. Las paredes están pintadas en tonos crema con detalles en oro viejo, y los escritorios de roble claro están organizados en semicírculo, como si fueran parte de una coreografía silenciosa. Mis empleados trabajan con eficiencia y estilo: vestidos impecables, sonrisas sinceras, y una playlist instrumental que flota en el aire como seda.
Jordán, mi asistente, aparece justo a tiempo. Lleva mi café como si fuera una ofrenda sagrada. Alto, de mandíbula marcada, con camisa blanca arremangada y pantalones de lino gris que le dan un aire de modelo editorial. Su sonrisa es tranquila, pero sus ojos siempre parecen estar escaneando el entorno, como si supiera que mi humor puede cambiar con una sola palabra mal dicha.
—Triple shot, sin azúcar. Y con refuerzo emocional —dice, con esa sonrisa que mezcla encanto y eficiencia.
—Gracias, Jordán. Hoy lo necesito intravenoso—respondo, sin mirar la taza. Mis ojos siguen clavados en el artículo impreso frente a mí.
—¿Lo de Ever After? —pregunta, bajando la voz.
Asiento. Él no dice más, sabe que no debe. Cuando levanto la vista él me guiña un ojo y desaparece justo cuando Maya entra al local, como si el universo decidiera equilibrar la balanza.
Mi mejor amiga, mi cable a tierra. Mi tormenta personal. Ella simplemente es como un torbellino de color y sarcasmo.
Su cabello cobrizo, corto en un estilo pixie que parece esculpido para su rostro de pómulos altos, nariz recta y ojos almendrados de un verde oliva que siempre parecen estar a punto de soltar una carcajada. Lleva un blazer coral, pantalones de lino blanco y unos mocasines dorados que no deberían funcionar… pero en ella, funcionan.
—¡Dios mío, qué cara! ¿Qué pasó? ¿Te cancelaron todas las bodas? —dice, dejando su bolso sobre el sofá azul petróleo como si fuera su casa.
—Peor —le muestro la revista—. Ever After abre a una cuadra.
Maya toma la revista, la hojea con rapidez y luego me mira como si yo fuera una niña que teme a los monstruos debajo de la cama.
—¿Y? Que se instalen donde quieran. Tú tienes estilo, tu local tiene alma. Ellos tienen pantallas LED y ansiedad.
—Las novias no siempre eligen por alma. A veces eligen por precio, por ubicación, por el vestido que vieron en TikTok…
—Y por organizadoras que no se derrumban ante una competencia barata —me guiña un ojo—. Vamos, Evelyn. Tú no compites. Tú reinas.
Sonrío. Apenas. Pero suficiente para que el día no se sienta como una derrota. Y para recordar que este lugar, este equipo, esta vida… no se construyó con miedo. Se construyó con fuego.
—Por cierto —dice Maya, como si acabara de recordar algo mientras caminamos hacia mi oficina— estoy probando nuevos peinados con Nora. Ella dice que son lindos y que le quedarían a cualquier rostro, pero…
—Pero… ¿qué pasa? —le pregunto, sin frenar el paso, aunque su tono me hace girar la cabeza.
—Ya sabes cómo es Nora, le encanta todo lo que hago. Y por eso no puedo fiarme de su palabra. No cuando se trata de crítica real. Nora no sabe criticar, solo sabe idolatrar.
—Entiendo. Necesitas que te diga si tus experimentos son realmente viables o solo son atractivos para tu fan aspirante a peluquera —le lanzo una mirada ladeada mientras ella abanica los ojos con exageración.
—Exacto. Pero luego no te quejes si no soportas mi sinceridad.
—Yo no me quejo —replica con un puchero que en ella parece parte de su maquillaje.
—¿Y cómo llamas al último berrinche que hiciste cuando no me gustó el peinado que le hiciste a Olivia? —alzo una ceja, saboreando el recuerdo.
—¡Tú dijiste que parecía el nido perfecto para un par de tordos! —resopla, ofendida.
—Solo te di mi humilde opinión. Y en mi defensa, Olivia estuvo de acuerdo. Lo dijo entre lágrimas, pero lo dijo.
Maya está a punto de contraatacar, pero afortunadamente Jordán toca la puerta con la emoción contenida de quien sabe que está a punto de soltar una bomba.
—Lamento interrumpir —dice, con los ojos brillando— pero tenemos una posible clienta.
—¿Es alguien importante? —pregunta Maya, ya sacando un espejo diminuto del bolsillo de su pantalón. En segundos, también aparecen un lápiz labial, rímel y delineador. La observo fascinada. ¿Cómo logra llevar un salón de belleza en sus ropas sin parecer una mula de cosméticos?
—Sí —dice Jordán, sosteniendo la puerta abierta para que pasemos—. Se trata de Madison.
—¿El nombre de Madison debería decirnos algo? —pregunto, sin entender su entusiasmo. Y al parecer, acabo de cometer una blasfemia: Jordán me mira como si acabara de insultar a la reina Isabel.
—Por favor, Evelyn… no digas eso frente a ella. Tiene un ego… digamos que sensible —dice, encogiéndose de hombros.
—Espera —interrumpe Maya, deteniéndose en seco—. ¿Te refieres a Madison Kingsley?
La pregunta va dirigida a Jordán, gracias al cielo, porque ni siquiera el apellido me suena.
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Editado: 10.10.2025