Organizando la boda de mi ex, y un caos Gourmet.

Capitulo 7.

_“Lo que empezó como una noche perdida terminó con él viviendo al otro lado de mi pared.”_

Cuando estuve segura de que ya no haría el ridículo frente a Rowan, decidí que era hora de bajar a desayunar. Cada peldaño crujía como si el apartamento quisiera anunciar mi llegada. El gris azulado de las paredes absorbía la luz de la mañana, y el aire tenía ese aroma a café recién hecho que podía hacerte olvidar cualquier resaca… o cualquier error.

Rowan estaba sentado en la isla de la cocina, con el periódico desplegado frente a él y una taza entre las manos. No parecía leer, al menos no del todo. Su mirada estaba fija en un punto que no era el papel. Cuando me sintió, levantó los ojos de soslayo, sin sorpresa y sin sonrisas. Solo ese gesto mínimo con el mentón, señalando los platos sobre el granito negro.

—No sabía si te gustaría comer algo—dijo, con voz neutra—. Pero creo que nadie se niega a sándwiches calientes de queso y jamón. Tuve que recalentarlos, se habían enfriado.

La sonrisa que acompañó sus palabras fue breve y cortés. Pero no llegó a sus ojos.

—También hay jugo de naranja recién exprimido.

—Gracias. Todo se ve… muy rico —respondí, y lo era. Pero lo que me inquietaba no era el desayuno. Era él y su tono junto a su repentina distancia.

—No es nada. También dejé unas aspirinas junto al vaso —añadió, con una mirada que decía más que sus palabras—. Para la resaca.

—Ah… sí. Gracias.

Me senté frente a él. El silencio se instaló entre nosotros como un tercero incómodo. Yo desmenuzaba la miga del pan como si fuera una excusa para no hablar. Pero había cosas que necesitaban decirse.

—Por cierto —dije al fin, sin mirarlo directamente—. Gracias por todo. Me refiero a anoche… y a hoy.

—No hay nada que agradecer.

—La verdad es que sí. No suelo beber tanto y mucho menos fuera de casa. Pero ayer… necesitaba algo diferente. Supongo que perdí la cuenta.

—Solo asegúrate de que la próxima vez, tu compañero de copas no sea un imbécil.

Su voz tenía filo. No era solo preocupación, era celos. Y yo lo sentí, o quizás ya había terminado de enloquecer y ahora imaginaba cosas.

—Gracias. Lo tendré en cuenta.

—Tu móvil está en el cargador —añadió, como si necesitara cambiar de tema—. No ha dejado de vibrar. Con mensajes y llamadas.

—Oh, dios…

Mi estómago se encogió, pero no por la resaca, sino por lo que me esperaba al otro lado de esa pantalla y por lo que estaba pasando justo frente a mí.

Incluso antes de desbloquear el móvil, sentí las vibras de Maya intentando alcanzarme a través de la pantalla. Los primeros cinco mensajes eran normales: “¿Cómo estás? ¿Qué tal estuvo tu noche de copas?” “Evelyn, ¿es qué a caso conociste a alguien especial?” “¿Llegaste bien a casa?” “Muy bien, creo que sí conociste a alguien está vez. Mañana necesito detalles.” “¿Estás viva?”

Pero los siguientes quince mensajes pasaron de normales a anormales, preocupados, amenazantes, altas probabilidades de homicidio y nuevamente a estoy terriblemente preocupada, pero juro que cuando te vea te mató.

—Ay dios, Maya—susurre mientras leía rápidamente sus amenazas escritas.

“ES EN SERIO EVELYN WINSLOW, ESPERO QUE ESTES IGNORANDO MIS LLAMADAS Y MENSAJES PORQUE FUISTE SECUESTRADA. ESA SERÍA LA ÚNICA RAZÓN POR LA QUE PODRÍA PERDONARTE EL QUE ME IGNORES.”

“De verdad comienzas a preocuparme. Espero no levantarme mañana y leer en las noticias que te encontraron en un callejón. Avísame cuando llegues a casa. Te quiero.”

“Realmente espero que me tengas una buena historia para mí hoy.”

“Realmente, estoy marcando a la policía ahora mismo para denunciarte como desaparecida.”

Decidí no seguir leyendo los mensajes y en su lugar marqué el número de Maya, ella contesto al segundo tono.

—¡Por dios, mujer!—su grito casi me dejó sorda, incluso podría jurar que Rowan la escuchó porque volteo su cabeza en mi dirección—¿¡Tienes una remota idea de lo preocupada que estaba por ti!?

—Si, me hago una idea—le dije mientras desconectaba el móvil y caminaba hacia las escaleras tratando de poner un poco de distancia entre el oído de Rowan y nuestra conversación.

—¿Por qué demonios no respondiste a mis llamadas? O al menos a uno de los mensajes. Con un “hola, estoy bien y no, no fui secuestrada.” Me habría bastado.

Podía sentir la urgencia de Maya de colocar sus manos sobre mi cuello y estrangularme lentamente hasta que le confesara la verdad.

—Es que mi móvil quedó sin carga—dije como una excusa patética.

—¿Y a caso no tienes un cargador?

—Si, es solo que… ese cargador está en mi casa—comencé a mordisquear mi uña del dedo índice con nerviosismo.

—¿Qué quieres decir? Aguarda, ¿me estás diciendo que no dormiste en tu casa?—desde aquí podía sentir los engranajes de su cerebro trabajando.

—Luego te lo explico, ahora debo irme.

—¡No! Espera…

No lo hice, no espere, solo corte la llamada. Sabía que Maya estaría esperando en la puerta del local como una cazadora paciente, lista para emboscarme con preguntas, teorías y amenazas disfrazadas de cariño. Y yo… yo no tenía respuestas. Solo tenía a Rowan. Y eso, en sí mismo, era un problema.

—¿Está todo bien? —su voz vino de cerca.

Demasiado cerca. Me giré y ahí estaba él, a solo dos pasos de distancia. Con una postura relajada y rostro tenso. Como si su cuerpo dijera “no pasa nada” pero sus ojos gritaran “algo sí pasa”.

—Sí, todo está genial —mentí, con una sonrisa que no me creí ni yo—. Solo era mi mejor amiga preocupada porque no respondí a sus amenazas. Es decir… a sus mensajes.

—Es comprensible —dijo, desviando la mirada hacia el ventanal por encima de mi hombro.

No me miraba, pero aún así me sentía observada.

—Sí, ella se preocupa mucho por mí…

—Escucha —me interrumpió, con voz más baja—. Lamento haber sido tan borde hace un rato. Es que hablé con mi hermano y debo reunirme con alguien a quien no tolero.




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