Oscuro Camino Hacia El Amor

Capítulo 1

Los faroles a su paso alumbraban lo suficiente como para perderse en esa oscuridad.  Agitada, Samantha busca ayuda para salvar su vida de la sombra que viene detrás.  No hubo tiempo de contar las cuadras que ha dejado muy atrás al correr por algún lugar seguro.  Teme por su vida, no entendiendo por qué su mala suerte la puso frente a la escena más sangrienta.  Sus ojos y su mente no lograrán borrar todo lo que presenció en ese oscuro camino. 

Golpea en forma insistente una puerta cualquiera, pide ayuda apoyando su cara tras el gran ventanal, sin obtener respuesta.  Luego se da cuenta que es una tienda que a esas altas horas de la noche ha cerrado sus puertas al público.  Esto la frustra regresando de nuevo a la calle para seguir escapando de esa silueta. 

Voltea sobresaltada cuando esas pisadas parecen más cerca.  Su corazón parece salir de su pecho por el miedo oliendo la muerte en manos de ese asesino suelto y oculto por ahí.  Samantha se ha convertido en otra de sus víctimas al ser testigo de ese asesinato a sangre fría.  Teme ser ahora la próxima que corra la misma suerte. 

Su estómago se revuelve brusco al recordar toda esa sangre emanar del corte en la garganta de esa persona.   Hombre o mujer, la oscuridad impidió saberlo.  No hubo tiempo de averiguar porque debía correr.  Debía huir de esa sombra que ahora va tras ella. 

- ¡¡Auxilio... ayuda, por favor!! -pide Samantha golpeando otra puerta asegurando ver luz. 
- ¿Quién está ahí? -pregunta la voz adentro. 
- ¡¡Ayúdeme, por favor!! -ruega Samantha lastimando sus palmas por los fuertes golpes, menos importante. 
- ¿Cómo sé que es verdad? ¿Y si es un ladrón que quiere robarme? -dice la voz femenina que se oye más claro. 
- ¡Soy una mujer, por favor... alguien me sigue! -exclama Samantha con miedo mirando a esa oscuridad.  
- Una mujer también puede ser una ladrona -dice una voz detrás de ella. 
- ¡¡¡No, auxilio!!! -grita con todas sus fuerzas hasta dañar su garganta.  
- ¡¡Espera... espera... tranquilízate, no temas!! -dice el desconocido atrapando sus brazos.  
- ¡¡No me haga nada, no me mate, no me mate!! -exclama Samantha fuera de sí.  
- ¡¡Salga de mi puerta o llamaré a la policía!! -reclama la mujer dentro de la casa. 
- ¡¡Auxilio!! -grita Samantha queriendo pelear. 
- ¡¡Mamá, soy Patrick!! -vocifera el hombre. 
- ¿Patrick, eres tú? -pregunta la voz. 

Samantha lucha con su cabeza, y con su miedo que se apoderó de ella.  Mira ahora un rostro que la observa y que algo dice.  Ella trata de hablar con su cerebro para que recobre un poco, solo un poco de cordura para entender lo que ese desconocido le dice. 

- ¡Respira... lento... sí... así... eso es! -repite él las instrucciones que Samantha realiza. 
- ¡Lo... lo siento! -dice ella sintiendo sus ojos húmedos. 
- Solo toma calma, y respira –dice él.   

Voltea a la puerta que se abre para ver asomarse una mujer mayor, de pelo blanco, que ilumina sus caras con una linterna.  El hombre le sonríe a su madre, saludando con su mano, luego Samantha tiene dos pares de ojos sobre ella.   

- ¿Quién es ella, Patrick? -pregunta la madre del hombre. 
- No lo sé, acabo de llegar y ella estaba golpeando –responde él examinando. 
- ¡Lo siento mucho, parezco una loca! -dice Samantha arreglando su ropa y cabello.  Debe verse horrible. 
- ¡Me asusté mucho, uno ya no sabe cuánto peligro hay afuera! -comenta la madre que sigue iluminando a sus rostros.  
- ¡Mamá, apaga eso! -pide Patrick evitando esa luz en sus ojos  
- ¡Lo siento, hijo! -dice ella apagando la linterna de inmediato. 
- Entremos, hace una noche muy fría -dice Patrick mirando a Samantha. 

Incómoda por parecer una persona tímida y asustada, Samantha duda ahora molestar a esa señora y su hijo.  Retrocede un poco, busca las palabras más adecuadas para expresar su deseo de irse.  Un ruido ensordecedor de una pelea imprevista de dos gatos en plena calle, la hacen sobresaltar perdiendo un poco el equilibrio.  Patrick fue rápido en sus reflejos para impedir su caída.  

- ¿Estás segura que quieres irte así tan nerviosa? -pregunta él mientras la sigue sosteniendo.  
- ¡Perdón, me asusté por unos simples gatos! -dice Samantha.  

Recupera su equilibrio pronto al separarse de él.  La madre los sigue mirando presenciando todo desde su puerta.  Patrick resuelve todo al empujar a Samantha hasta el interior de la casa.  Sintió un acogedor calor, gracias a una gran chimenea.  Llegó ahí extendiendo sus manos, buscando calentar el resto de su cuerpo.   

Patrick se ha sacado su grueso abrigo, invita a Samantha hacer lo mismo.  Ella lo hace también, agradeciendo con una sonrisa la amabilidad del hombre.  En tanto, ambos toman asiento en los sillones.   

- Hola, soy Patrick Miller y ella es mi madre, la señora Mónica Miller -dice Patrick haciendo las presentaciones. 

La Señora Miller aparece trayendo una bandeja con tres tazones.  Samantha pudo oler el chocolate caliente desde su lugar.  En cuanto a Patrick se estira, extiende su mano luego de esa presentación.  Con su demostración de educación y la amabilidad de abrirle la puerta de su hogar, Samantha debe devolver eso. 

- Hola, soy... Samantha -dice ella alcanzando la tibia mano de Patrick. 
- ¿Solo te llamas Samantha? -pregunta la señora Miller entregándole un tazón. 
- ¡Mamá, ella no está en la obligación de darnos más información sobre su persona, hay que respetar eso! -dice su hijo arrugando su ceño.  

Patrick se muestra tan correcto, tan serio y muy caballero que hasta parece no ser real.  Siguen unidos con sus manos que hasta ella recupera su calor inmediatamente.  Separándose de él, se sienta en una gran mesa junto a la señora Miller.  Él se retira volviendo luego con una ropa distinta, más holgada y deportiva mostrándole a otro hombre.  Samantha no pudo dejar de fijarse en su atractivo, pero encontrando en su comportamiento, algo incorrecto para el momento, desvía su mirada a otra parte para no seguir admirándolo.  Como diría su amiga Cristine "!Los ojos no pueden privarse de mirar algo bueno cuando pasa ante ellos, menos cuando es un adonis, un hijo de Zeus, un dios griego perdido en este miserable mundo!". 

- ¿Qué haces en la calle tan sola? -pregunta la dama.  Samantha se recupera un poco prestándole atención. 
- Estaba en casa de una amiga, quise tomar un atajo y... y... me confundí -contesta ella encontrando la mejor excusa antes de confesar lo que realmente pasó. 
- ¿Vives muy lejos de aquí? -pregunta la madre de Patrick, luego voltea buscando a su hijo que se mueve detrás de ellas- ¡Con gusto mi hijo te puede llevar hasta allá! -exclama sonriente- ¿Cierto, hijo? -consulta mirando hacia atrás. 

Patrick desafía la concentración de Samantha, mientras está detenido frente a un gran mueble que guarda muchos libros.  Está buscando alguno porque revisa, se detiene, lee y luego opta por revisar otros más.  Con todo ese rato ahí parado, es para ella un verdadero momento para descubrir qué tan valiente es para no mirarlo.   

- Vivo al otro lado de la ciudad, en los condominios Desmontt –dice Samantha a la vez que prueba el chocolate. 
- ¡Patrick, debes llevar a esta pobre muchacha hasta allá! -dice la madre de Patrick como una orden maternal que pocos desobedecerían. 
- ¡Sí, mamá! -contesta el hijo sin levantar la mirada. 

Luego de que sirvieron el chocolate, Patrick lo hizo en la sala leyendo el libro escogido, llegaba la despedida con la señora Mónica.  Le recordó la importancia de la seguridad en las calles que se ha perdido un poco en estos últimos años.  Advertencias de suma relevancia para las mujeres que caminen solas y a altas horas de la noche.  Parecía que escuchaba la voz de su abuela, la cual partió al cielo hace casi un año.  Se conmovió mucho por el abrazo tan apretado, y ese olor especial de su antigua fragancia, que el auto de Patrick quedó en silencio, recordando su niñez. 

- ¿Te sucede algo malo? -pregunta él sacándola de sus pensamientos. 
- No, solo recordaba –contesta Samantha. 
- Te veías muy absorta, y a la vez triste –comenta Patrick mientras conduce. 
- Tu madre... me hizo recordar a una persona especial en mi vida que ya no está -dice Samantha. 
- Está lejos de ti –dice Patrick. 
- Murió hace un año -dice Samantha teniendo aún en su mente cómo su abuela murió en sus brazos. 
- Lo siento mucho –dice Patrick. 
- Gracias –dice Samantha sonriendo. 

Los grandes edificios residenciales de Condominios Desmontt se alzaron frente a ellos al estar ubicados en la cima de un pequeño monte.  Construcciones nuevas que Samantha pudo encontrar a un conveniente precio para alquilar un departamento.  Es cómodo y muy espacioso.  Para una sola persona sigue siendo mucho espacio, pero a ella le encanta.  Su sala le recuerda a la habitación de su abuela donde pasaba la mayor parte del tiempo.  Allí jugaba, bailaba, leía cuentos junto a su abuela.  Alberta Desmontt. 

Sí, Samantha es una auténtica Desmontt.  Samantha Desmontt, heredera de todos los negocios familiares.  Incluyendo donde vive ahora.  ¿Por qué a pesar de portar ese apellido, paga alquiler de sus propias propiedades?.  Es una larga historia que remonta desde que ella cumplió los dieciocho años ese día seis de abril de hace un año.  Se celebraba su cumpleaños en casa de la señora Alberta, se invitó a casi la mitad de la ciudad y allí en sus brazos, falleció por su problema cardíaco.  Mucha emoción, dijo el doctor. 

Todos creían que la hija de los esposos Desmontt, heredaría los diversos negocios de la familia al cumplir la mayoría de edad.  Nada fue así.  Loco su padre, Sacarías Desmontt, el abandono de su madre, Lucila Richards, y un testamento que se invalida porque sus dueños no estaban en sus cabales en el momento en que se leyó.  Hoy, el único que maneja todos esos negocios es su tío, hermano de su padre.  Norman Desmontt, presidente de la compañía Desmontt Corporation Ltd.  Y su vicepresidente, su hijo.  Fletcher Desmontt, quien fue el encargado de darle la mala noticia de dejarla prácticamente en la calle. 

No pudo heredar, porque la herencia quedó nula.  No pudo seguir viviendo en casa de la abuela, porque hubo que venderla para pagar deudas que aparecieron de la nada.  Lo único que pudo tener en sus manos, es la pequeña herencia que le dejó su abuela.  Nadie lo supo porque un abogado la visitó a solas.  Por petición de la difunta, ese dinero solo tendría una sola beneficiaria.   Ese dinero le cayó del cielo, muerta su abuela seguía ayudándola.  No la abandonó.  No era gran cantidad, pero suficiente para vivir en su actual departamento, terminar sus estudios y sobrevivir en todo ese tiempo de soledad.  Actualmente por su trabajo, puede valerse por ella misma. 

- ¡Samantha, llegamos! -dice Patrick tomando su hombro.  Ella se sobresalta. 
- ¡Otra vez me quedé pensativa! -dice ella sonriendo.  La entrada principal estaba a la vista. 
- Hemos llegado –dice Patrick mirándola preocupado. 
- Gracias por el aventón, no te hubieras molestado –dice ella soltando el cinturón de seguridad. 
- No fue molestia, estamos bastante cerca –dice Patrick. 

No supo qué contestar a eso porque simplemente no se fijó en el recorrido.  Bajando del auto, llegan hasta las rejas de la portería.  Cómo siempre, se topa con sus vecinas del departamento frente al suyo.  Sus rostros estaban marcados por la curiosidad.  No era de esperarse.  Ellas son así.  Fue muy incómodo para Samantha darse cuenta cómo ambas señoras repasan con sus ojos de pies a cabeza a Patrick. 

- ¡Espero que no tengas problemas por mi culpa! -dice Patrick bajando la voz mientras ambos eran observados. 
- No te preocupes, son inofensivas –comenta Samantha también en ese volumen. 
- ¡Señorita Samantha, a estas horas despierta! -exclama la señora Beatriz Villalba. 
- ¡Esta juventud se divierte a estas horas, hermana! -comenta la otra señora, Anita Villalba. 
- ¡Buenas noches, vecinas! -saluda Samantha. 
- ¡Buenas noches, señoritas! -saluda Patrick. 
- ¡Buenas noches! -saludan las hermanas al mismo tiempo. 
- Gracias nuevamente, Patrick –dice Samantha- Es hora de irme a descansar –exclama sonriente. 
- Cuídate mucho –dice él sonriendo y alejándose. 

Samantha aguantó la risa, cubriendo su boca, al notar que él inclina su cabeza en una exagerada reverencia al pasar delante de sus vecinas.  Se nota que le ha resultado otras veces mostrar esa sonrisa bastante peligrosa.  O eso es lo que sintió al quedarse embobada mirándolo cómo sonríe, cómo camina hasta su auto, alejándose de ahí. 

- ¿Es tu novio? -pregunta la señora Anita sacándola de sus pensamientos. 
- No –contesta Samantha apresurándose para ella también alejarse. 

Cuando las hermanas Villalba empiezan con una pregunta, siguen con otra, y otra, y otra más para no quedarse sin su curiosidad.  Como Samantha las conoce muy bien, giró entrando al condominio, saludando al portero y casi corriendo se dirige a su edificio.  No miró atrás.  Esa horrible sensación de ser observada, la invade cuando está a solas en el ascensor.  Le falta un poco el aire.  Nuevamente el miedo se apodera de ella al recordar lo que vivió esta noche. 

Entrando a su departamento, pone de inmediato el seguro en su puerta.  Pensando en redoblar la seguridad, mañana pedirá otro seguro.  Toma un baño rápido, se coloca un pijama limpio y a la cama.  No sin antes prender el teléfono, pero éste estaba descargado.  Buscando su cargador, se ilumina su teléfono y las miles de notificaciones saltan de inmediato.  Dos notificaciones son del trabajo, una de su banco, y el resto de Cristine. 

"¡¡¡DONDE DIABLOS TE METISTE!!!... ¡LLÁMAME PRONTO ESCUCHES ESTE MENSAJE!... ¡ESTOY LLAMANDO A LA GUARDIA NACIONAL!... ¿ACASO NO TIENES LAS MANOS LIBRES PARA COGER EL MALDITO TELÉFONO Y LLAMARME?..." 

Sólo pudo escuchar esos audios, y ni siquiera se preocupó de leer los mensajes porque serían todos del mismo contexto.  Debía llamar o mandar mensaje una vez llegando a su departamento.  Siempre entre ellas hacen lo mismo cuando deben separarse en alguna fiesta o reunión.  Sin esperar que el teléfono cargara por completo, se dispone a llamarla.  No importa la hora entre ellas. 

- ¿Eres mi amiga del más allá? -pregunta Cristine cambiando su expresión de enojo- ¡¡Eres una grandisima estúpida... me quedé pensando miles de horrores!! -dice enojada. 
- ¡Estoy bien, amiga... déjame que te explique! -dice Samantha acomodándose en su mullido respaldo. 
- ¡Quiero que sea lo bastante convincente como para bajar esta ira que tengo dirigida a ti! -exclama Cristine. 
- ¡Vi un homicidio! -dice Samantha sin preparar sus palabras. 
- ¿Qué dijiste? -pregunta Cristine. 
- ¡Cálmate, y te contaré todo!... 




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