Todos los días parecen ser iguales en cuanto a la cantidad de enfermos, accidentes y demás atenciones que se realizan en ese hospital. Pero hoy fue distinto para Patrick. Así lo ha sentido. Así lo ha vivido al reencontrarse con aquella mujer asustadiza. Samantha Desmontt se llama. Ahora sabe su apellido, cosa que no le dio importancia esa noche que la refugió en su casa. Curioso, y descansando en su pequeña oficina del hospital, prende su computador para salir de dudas.
• ¡Es ella! -dice Patrick confirmando sus dudas- Samantha Desmontt, heredera absoluta de las empresas Desmontt Corporation Limited, ha sido desplazada de su herencia por los acontecimietnos ocurridos a sus padres, invalidando todo por supuestas irregularidades en el testamento de su padre. Acusan que su progenitor no se encontraba en sus cabales al redactar dicho documento, y su tío Norman Desmontt, hermano del difunto Sacarías Desmontt, toma el control de toda esa fortuna que bordea...
Patrick se acomoda en su silla al conocer la cifra de esa herencia. Con todo ese dinero podría perfecto hacer muchos hospitales con la mejor tecnología. Contratar a los más reconocidos doctores del país, y del mundo. Con todo eso podría hacer que uno de esos hospitales sea con atención gratuita para las personas más modestas. Ilusionado con aquello, apenas se da cuenta que alguien ha entrado a su oficina, solo por el golpe en la puerta.
• ¡Me asustaste! -dice Patrick acomodándose en la silla.
• ¡Amigo, estabas como en la luna, y te hice aterrizar fuerte! -exclama César.
César Altamirano, doctor cirujano, uno de los más prestigiosos profesionales que trabaja ahí. Y su amigo de infancia además de la universidad donde pudieron estudiar juntos. Su amigo se ríe al entrar, sentándose frente a él. Patrick borra las imágenes del computador. César no alcanza a mirar nada, arrugando su ceño.
• ¿Qué te tenía flotando en el cielo? -pregunta César.
• Nada –dice Patrick tomando su teléfono.
• ¿A quién le escribes? -pregunta su amigo.
• ¿Te has despertado hoy con la intención de saber todo lo que hago en el día? -pregunta Patrick mirándolo serio.
• ¡Amigo, detén esa violencia con tu amigo... sólo me interesa que sigas con tu vida, después de...
• ¡No sigas con eso, César! -pide Patrick levantándose de golpe, caminando hacia la ventana.
Ha mandado un mensaje. No espera que responde de inmediato porque entiende que ella debe estar descansando después de todo lo que vivió. Samantha Desmontt. Ese nombre se repite en su cabeza, y aún no entiende el por qué. Los recuerdos que revivió César, lo han dejado molesto mirando hacia la calle desde ese cuarto piso. Escucha a los lejos a su amigo, pero Patrick sigue concentrado en la gente que camina por la calle.
• ¡Patrick vuelve a la Tierra! -dice César palmando su hombro.
• ¡Estoy bien! -dice Patrick mirándolo por un segundo.
• Yo no te veo bien, y me dicen que has estado raro desde que te trajiste a dos bellas pacientes atendiéndolas personalmente... que yo recuerde no tenías turno en Urgencias –dice César quedándose a su lado.
• Estuve ahí en el momento del accidente, atendí a Samantha...
• ¡¡Ahhh, con que así se llama la razón de tu estado... Samantha es la razón!! -exclama César con algo de exageración.
• ¡Basta, no empieces! -dice Patrick volviendo a su escritorio.
• ¡Con permiso, doctor! -avisa una enfermera entrando en ese instante- La reunión con la familia Sánchez es en diez minutos, se le ruega asistir –dice atenta a Patrick.
• Iré, señorita -dice Patrick levantándose otra vez de su silla.
• Informaré al doctor Watson –dice ella marchándose de inmediato.
• Ese viejo doctor te persigue en este caso difícil del niño Sánchez -dice César.
• Soy el jefe de Cardiología, es mi responsabilidad –dice Patrick.
• Pero los dos sabemos, porqué sigue siendo tan antipático contigo –dice César.
• Eso pasó hace un año, César -dice Patrick arreglando su bata, y acercándose a la puerta seguido de él.
• Eso es lo tú crees, por la mente de ese hombre no ha pasado el tiempo... se quedó con la idea de que hiciste mucho a...
• ¡¡César, basta con eso!! -pide Patrick desesperado por detener los recuerdos y a César.
No le hace bien recordar. No le hace bien volver a ese tiempo de mucho amor, y de muchas desilusiones, engaños e infidelidades. Donde él creía todo lo bueno de una persona que supuestamente era maravillosa, y a la vez no lo fue. Saliendo rumbo a la sala de reuniones en el piso de arriba, César se separa de él, tomando el camino contrario. Una vez solo, subiendo las escaleras de emergencia, Patrick se detiene sentándose en unas escalinatas. A veces César hiere sin proponerlo.
Pensativo y cabizbajo, decide retomar su ritmo y su trabajo caminando rápido hacia esa reunión. El caso Sánchez es delicado y complejo. A ese niño le queda muy poco de vida con ese atrofiado corazón que le tocó portar desde tan pequeño. Solo siete años tiene Mauro Sánchez, paciente de Cardiología con un severo diagnóstico de insuficiencia cardíaca. Tan pequeño no debería estar sufriendo así. Ni mucho menos ver sufrir a sus padres por no tener los medios para costear todo el tratamiento que se viene. Esa es la noticia que debe decir ahora. Siempre lo hace el director del hospital, pero ahora le ha tocado a él por disposición del mismo jefe.
Lleva varios meses aparentando una tranquilidad que no tiene en realidad, estando bajo la supervisión del doctor Louis Watson. La presión que ahora ejerce sobre él en su trabajo, lo ha llevado a tener muchos encuentros acalorados en discusiones con procedimientos incorrectos, diagnósticos equivocados, ayudas innecesarias a gente sin seguros para sus cirugías, y la lista sigue de los supuestos errores de Patrick. Todo parece apuntar que él ya no hace bien su labor como doctor, pero sigue ahí. No sabe cuánto más podrá soportar esa presión.
• ¡Esta vez te pude ayudar con este caso, pero para la próxima... no! -dice Lucía, jefa de asistencia social del hospital.
• ¡Te lo agradezco, Lucía... en verdad, éste será el último! -dice Patrick besando sus manos antes que la viera salir de la sala de reuniones.
Satisfecho y algo emocionado, Patrick ve salir a la jefa de asistencia social con la carpeta donde los documentos se han firmado en su totalidad por el Director del hospital y de los padres de Mauro. El hospital se hará cargo de los gastos de esa operación y del tratamiento. Hubo momentos de tensión en aquella reunión. Patrick supo sacar su mejor carta. La presencia de Lucía en esa reunión fue clave. Así como lo ha hecho en varios casos graves, Mauro es otro beneficiado más. Pero lamentablemente será el último.
• ¡Enhorabuena, doctor Miller... lo hizo otra vez! -dice el doctor Watson pasando por su lado.
• ¡Gracias por su firma, doctor Watson! -dice Patrick antes de verlo salir. El Director se voltea muy serio.
• ¡No me dé las gracias, usted consigue ayuda de las mujeres para salir airoso... y esta vez sí será la última ocasión! -advierte el director saliendo de la sala.
• ¡Doctor, estamos eternamente agradecidos por lo que hace por nuestro pequeño Maurito! -dice la madre de Mauro llegando hasta él, intentando besar su mano pero la esquiva.
• ¡No es nada, era mi deber... nada más! -dice Patrick sonriendo satisfecho.
• ¡Doctores como usted, deberían existir en todos los hospitales del mundo, gracias... muchas gracias, doctor! -dice el padre tirándose a sus brazos.
Queda un poco adolorido del efusivo y fuerte apretón de abrazos del padre de Mauro. A pesar de estar en buen forma física, sigue sintiendo las palmadas en su espalda hasta ver salir al matrimonio. Estando solo en la sala de reuniones, se desploma en una silla. Ha sido un día agotador, y a la vez encantador. Consultando su reloj marca las nueve de la noche, es hora de volver a casa porque su turno ha terminado.
Conduce su camioneta, que como siempre cuesta que el motor responda por los años que tiene, y pasa por ese edificio, divisando el auto aún abandonado en la calle. Arruga su ceño. Se nota que nadie se ha encargado de remolcarlo. Preocupado, manda un mensaje a don Arturo, del taller mecánico que está cerca de su casa.
• ¡Patrick, qué cuentas! -dice don Arturo en el teléfono.
• Necesito una grúa para que te encargues de un vehículo, la puerta de la parte del conductor voló por los aires –dice Patrick pasando justo en ese momento cerca del auto dañado.
• ¿Chocaste? -pregunta el mecánico algo preocupado.
• No fui yo, fue... fue una amiga –responde Patrick.
• ¡Oooh, qué lamentable! -exclama don Arturo- Bien... mandaré a Charly enseguida, me mandas la dirección -pide él.
• Sí, te mando un mensaje... gracias –dice Patrick.
• Evaluaré los daños y te mando el presupuesto del auto de tu novia –dice don Arturo dejando a Patrick sorprendido.
• ¡No es mi novia, es una... amiga! -dice Patrick.
Aunque se adelanta en ponerle ese título de "amiga", ya que prácticamente la ha visto dos veces en extrañas circunstancias, no sabe qué decir con respecto a Samantha. La risa del dueño del taller mecánico, lo hace volver. Se despide rápido de él, llegando pronto a su casa, al lado de su madre, y a descansar.
• ¡Así que te has topado otra vez con esa mujer! -comenta su madre sentándose a su lado para cenar.
• Como ya te dije, se dio la casualidad de estar en ese momento –dice Patrick luego de haberle resumido un poco su encuentro con Samantha.
• ¡Bella mujer, y se ve que es educada, refinada... no cómo la...
• ¡Mamá, no empieces con eso! -dice Patrick deteniendo ese discurso lleno de rencor de su madre.
• ¡Te digo, hijo, olvida ese pasado... quiero que reconstruyas tu vida al lado de una buena mujer, y Samantha podría ser la correcta! -dice su madre sirviendo la comida.
• ¡Lo mismo has dicho de las demás mujeres, supuestas novias que me buscabas! -dice Patrick sonriendo burlón.
• ¡Bueno, yo solamente prestaba atención a lo que me decían mis amigas de sus hijas... pero la realidad fue que ninguna estuvo a tu altura! -dice su madre.
Cada vez que se toma ese tema, su madre sale a defenderse por haber traído a cada hija de sus amigas que querían una cita con él. Todas sus amigas estaban en campaña para buscar esposa al hijo de Mónica Miller. Parecía una lista interminable, todos los domingos en casa había una cena preparada para una invitada distinta. Su madre siempre se encargaba de dejarlos solos. Nada resultaba como lo quería ella. Patrick terminaba agotado de tanto acoso. Si hasta todavía recuerda a Ester.
INICIO DEL RECUERDO.
El dolor de cabeza continúa, y el monólogo de Ester también. Por más empeño que ponga para prestar atención a lo que dice, Patrick se rinde. Y es que Ester, bibliotecaria de un modesto colegio de niñas, ha traído uno de sus libros favoritos de poemas. Lo más curioso, es que varios de esos poemas están en diferentes idiomas. Es admirable que ella sepa italiano, ruso, alemán y chino... pero sentía que Ester estaba sola en su lectura. Cada vez que Patrick quería opinar de algún verso, ella se molestaba pidiendo silencio y respeto.
• ¡¡Cayendo la noche los dos amantes yacen sin vida, porque juntos pidieron morir!! -exclama Ester exagerando la última oración en español.
• ¡Muy... trágico el final! -comenta él con temor a ser nuevamente silenciado.
• ¡Muchas veces el amor es trágico! -dice Ester.
• Sí, así creo –dice Patrick.
• Por eso, yo vivo el amor salvaje... el amor duro... ese amor que duele y que enciende pasiones con amantes sádicos... -termina diciendo Ester al sentarse en sus piernas.
• ¡¡Ester, no hagas esto!! -dice Patrick viendo su camisa abierta por la bibliotecaria.
• ¡Entrégate a esta pasión que se ha apoderado de los dos! -dice Ester acariciando el pecho de Patrick.
• ¡¡Ester, mi madre está... está arriba!! -dice Patrick buscando cubrir su cuerpo, pero Ester insiste en desnudarlo.
• ¡¡Eres fuego, eres todo pasión, Patrick!! -exclama Ester como poseída. Hasta su voz ha cambiado de dulce a furioso tono al hablar así.
• ¡¡Ester, bájate!! -pide Patrick sacando a Ester de sus piernas, parándose de ese sillón.
• ¡Pensé que querías esto! -dice Ester abriendo su blusa, mostrando una lencería bastante llamativa.
• ¡Ester, cúbrete! -pide Patrick alejándose más de ese sillón. Ester sigue mostrando su lencería y más piel.
• ¡¡Ester Montes!! -se escucha de repente.
La madre de Patrick ha dejado caer una bandeja, dejando un frasco y dos vasos regados por el suelo. Por el fuerte impacto, todo eso se rompe bajo la mirada asombrada de Ester al verse descubierta semi desnuda. Patrick acude en ayuda de su madre que intenta recoger todo ese desastre.
• ¡No toques nada, mamá! -dice Patrick.
• ¡¡Será mejor que te vayas, Ester... no eres una mujer decente como reza tu madre!! -exclama la madre de Patrick.
• ¡¡Soy fuego, soy pasión... así como los amantes de este poema!! -exclama Ester mostrando su libro.
• ¡¡Vete a casa con tu libro... y quémalo!! -dice su madre avanzando hacia la chica, pero Patrick se coloca al medio de ambas.
• ¡Mamá, no hagas nada violento! -dice Patrick mirando fijamente a su madre- ¡Ester, será mejor que te marches, la visita ha terminado! -exclama solo mirando a su madre.
• ¡¡Patrick, somos esclavos de la decencia y la moral, estamos atrapados en este mundo que no nos deja demostrar nuestra verdadera esencia, adiós... mi amor platónico!! -exclama Ester recogiendo su bolso para desaparecer por la puerta.
Varias veces tuvo que sostener a su madre antes que saliera detrás de Ester Montes. Mucho menos podía permitir que el florero favorito de ella, cayera en la cabeza de esa chica. La moral y la decencia como dijo Ester, es parte fundamental en la crianza de Mónica Miller. Ester salió de la casa, mientras Patrick soltaba a su madre, recuperando el florero para dejarlo en su sitio nuevamente.
• ¡¡Válgame Dios, esta chica salió peor que la anterior!! -dice su madre sacando su teléfono del bolsillo de su falda.
• ¿Qué haces? -pregunta Patrick acercándose a ella.
• ¡Llamaré a Catherine, le sacaré las vendas de sus ojos... debe saber la clase de hija que ha criado! -alega su madre muy molesta. Patrick niega con su cabeza, volviendo a sentarse.
• ¡No hagas eso, esa chica ya está bastante grande para saber lo que hace, su madre no hará nada! -dice Patrick muy calmado.
• ¿Acaso te divierte todo esto? -pregunta su madre.
• ¡Claro que no, es que fue un poco gracioso verte casi fuera de sí! -responde Patrick recibiendo una dura mirada de ella.
• ¡Si no me hubieras bloqueado el paso, te juro que yo misma enderezo a esa chica! -dice su madre sentándose frente a él, todavía con el teléfono en sus manos.
• ¡Mamá, ya se fue... que su madre se haga cargo de lo que crió! -dice Patrick sonriendo.
• ¡Está bien, pero esa chica no entrará más a mi casa... mañana mismo busco a otra...
• ¡¡Noo, por Dios... basta con eso!! -dice Patrick elevando la voz.
• ¡No me levantes la voz, Patrick Miller! -dice su madre molesta.
• Madre, no me busques más novias, te lo pido... por favor –dice Patrick levantándose del sillón.
Agotado por la visita de Ester y todo lo que pasó después, besa la mejilla de su molesta madre, se despide para llegar a su cuarto. Otro día, otra cita fallida. Espera sinceramente que su madre haya entendido el mensaje. No quiere otra novia en su vida. El amor solo trae tristeza. Y él ya no quiere sufrir más.
Editado: 05.10.2024