Oscuro Camino Hacia El Amor

Capítulo 4

Última vez que se mira en el espejo, y no está conforme con el vestido que Cristine le ha recomendado para llevar a esa cena.  Gira para ver su trasero que se ve enorme.  Gira otra vez para ver sus senos que están casi a punto de salir de ese vestido muy ajustado para su gusto.  Cristine la mira de vez en cuando aprobando el modelo que le ha comprado sin su consentimiento.  Toda su idea es que debe ir a conquistar a Patrick. 

• ¡Te ves esplendida! -comenta Cristine ordenando el maquillaje. 
• ¡No me veo esplendida, no puedo respirar, Cristine! -exclama Samantha moviendo el vestido de su pecho. 
• Para mí estás muy bella, irreconocible de la Samantha de vestidos largos hasta la rodilla –dice Cristine burlona. 
• ¡Mis vestidos no son largos, terminan un poco más arriba de la rodilla! -responde Samantha mucho más incómoda. 
• ¡Sí lo son! -dice Cristine haciendo morisquetas en su cara. 
• ¡No lo son! -dice Samantha defiendo su clóset lleno de esos vestidos. 

En un momento que se ve atacada por su amiga con esos comentarios, Samantha toma una toalla pequeña arrojándola hasta ella.  Ambas terminan riendo.  Pronto continúan con la preparación del maquillaje.  Samantha siempre le gusta cómo Cristine hace resaltar su rostro con un maquillaje suave, pero esta vez resaltó más sus pestañas.  Las pestañas postizas que le pegó, dieron una mirada muy distinta.  Samantha duda un poco de llevarlas.  Nunca se había puesto algo falso en su cuerpo.  Cristine lo hace seguido.  Hasta se atreve a lucir extensiones en su cabello.  Samantha es muy distinta en ese aspecto. 

• ¡No me quedan bien! -dice Samantha mirándose al espejo. 
• ¡Deja de quejarte, dijiste que estarías en mis manos y nada te gusta! -dice Cristine. 
• ¡Lo siento, estoy nerviosa! -dice Samantha. 
• ¡No es una cita, es una cena con Patrick y tu suegra querida! -dice Cristine riéndose fuerte. 
• ¡Cristine, no digas eso! -exclama Samantha levantándose al estar casi lista. 
• Grábate esto, querida –dice Cristine acercándose bastante, mostrando seriedad- Ese hombre caerá a tus pies esta noche, sin importar que esté su madre... ¡lo dejarás loco! -dice mostrando sus senos a punto de salir del escote. 

En la puerta de su departamento, se despide de su amiga que se ha quedado a recoger todo lo que quedó regado en la habitación.  Samantha ha salido airosa, cambiándose de vestido a uno de los suyos.  No es nuevo, pero sigue siendo bonito y elegante.  No es ajustado, aunque sí un poco en la parte de arriba, pero sus senos siguen ahí guardados.  La falda es acampanada, mueve con gracia el vestido al caminar hacia la calle.  Dos hombres voltean al verla aparecer hacia su auto.  Lo pudo ver a través del gran cristal del edificio.  Eso fue una señal que se ve bien. 

Ubicando la dirección de Patrick, estaciona el auto casi al frente de esa casa que reconoce muy bien.  Baja con algo de lentitud, y es que los  nervios la están traicionando en ese momento que debe acercarse a la puerta para tocar el timbre.  Esa noche no se dio cuenta que había timbre.  Recordó la manera descortés de tocar a la puerta.  Siente una vergüenza enorme por su comportamiento, que asustó a la señora Miller.  Extendiendo el dedo índice para llamar a la puerta, queda en el aire cuando ésta se abre. 

• ¡Samantha, qué gusto verte de nuevo! -exclama la madre de Patrick.  Samantha no alcanza a responder puesto que recibe unos fuertes besos en ambas mejillas.  Patrick aparece detrás. 
• ¡Mamá, no agobies a nuestra invitada, no querrá pasar a cenar! -exclama Patrick sonriéndole. 
• ¡Perdona, querida Samantha, me alegra mucho verte! -dice la señora Miller retrocediendo para que pase. 
• ¡Gracias por la invitación, permiso! -dice Samantha- ¡NO, el vino! -exclama sorprendida retrocediendo. 

Apresura el paso hacia su auto, para recuperar la caja con el vino que tenía guardado hace mucho tiempo.  Como no es muy habitual sus cenas en el departamento, lo guardo para cuando surgiese una oportunidad como esta.  El regalo de su amiga Cristine será bien aprovechado esta noche.  Regresa a la puerta donde Patrick la esperaba.  La señora Miller no está. 

• ¡Perdón, se me olvidaba esto! -dice ella mostrando la caja- ¡Para ustedes! -dice entregando a Patrick. 
• ¡No tenías por qué hacerlo! -dice Patrick mirando la caja- ¡Este vino es el favorito de mi madre! -comenta él dejando a Samantha contenta por ello. 
• ¡Eso es... genial! -dice ella a la vez que se saca el abrigo.  Patrick toma el abrigo para guardarlo. 
• ¡Estás hermosa! -dice Patrick mirándola de pies a cabeza.  Samantha sintió sus mejillas arder. 
• ¡Gracias! -responde algo incómoda. 
• Vamos a la sala, mi madre nos llamará cuando la cena esté lista –dice Patrick cerrando la puerta principal y avanzando por un pasillo.  Samantha camina a su lado. 
• Tu casa se ve distinta en el día -comenta ella llegando a la sala. 
• Sí, puede ser –contesta Patrick. 

Un comentario bastante tonto salió de su cerebro y por su boca.  Se reprende mentalmente por no saber qué decir.  Al menos Patrick fue bastante educado siguiendo la conversación.  Ambos tomaron asiento en el sillón grande.  Sigue sintiéndose a gusto en esa sala como lo hizo esa noche al refugiarse ahí.  Ese olor agradable todavía no logra descifrarlo, pero le resulta exquisito.  Es un fragancia especial a hogar. 

• ¿Te has sentido bien? -pregunta Patrick despertándola. 
• ¡Sí, sí... muy bien, gracias por preguntar! -contesta Samantha sonriéndole. 
• Me alegro que no haya sido un accidente más grave –comenta Patrick. 
• Yo también -responde ella. 
• Quiero pedirte disculpas anticipadamente por lo que hice hace un par de días atrás -dice Patrick dejando a Samantha intrigada. 
• ¿Hacer qué? -pregunta ella. 
• Tu auto está en el taller de un mecánico amigo, está aquí cerca –explica él- Me tomé la libertad de encargarme de tu auto, porque lo vi abandonado –dice sosteniendo su mirada. 
• ¡¡Mi auto, lo había olvidado por completo!! -dice Samantha. 
• Pero vi que tienes otro de repuesto –dice Patrick sonriente. 
• Es de mi abuela, no lo usaba hace mucho tiempo –dice Samantha. 
• Si gustas podemos ir a visitar a don Arturo para ver cómo sigue su arreglo –dice él. 
• ¿Arreglo? -pregunta Samantha un tanto incómoda por no querer saber de gastos. 
• Sí, me imagino que querrás tu auto otra vez –dice él. 

Solo le queda sonreír agradecida de su atención.  Patrick lo hace por buena persona que es, desconociendo por completo la débil situación financiera que tiene ella.  Espera que no sea costosa la reparación de esa puerta.  Tendrá que hablar con su tío Norman sobre su mesada, ya que no pudo recibirla ese día por lamentable episodio.  Ojalá alcance para cubrir ese inesperado gasto. 

• ¡Samantha, Samantha! -la llama Patrick de pie junto a su madre que la mira preocupada. 
• ¿Tendrá alguna secuela del accidente? -pregunta la señora mirándola casi compasiva. 
• ¡No, no, no, estoy bien... muy bien! -dice Samantha levantándose también. 
• ¿Estás segura de eso? -pregunta Patrick acercándose a ella. 

Sin previo aviso y con el cielo lanzando fuertes chispas de colores, Patrick ahora está a centímetros de su rostro.  Sus manos en su cara, principalmente en sus ojos, hacen estragos en la piel de Samantha.  Está examinándola muy detenidamente, y ella temblando como una adolescente.  Fue un lapso de varios minutos de observas esos ojos azules muy cerca de ella, muy cerca también de esos labios que se mantienen cerrados y dibujando una leve sonrisa.  ¿Está sonriendo?.  Parece sonreír siempre. 

• Por el momento no veo nada raro –dice Patrick separándose de ella. 
• ¡A cenar entonces! -dice la señora Miller. 

Se deja llevar por la madre de Patrick, que se aferra a su brazo caminando hacia el comedor.  Patrick camina detrás.  Lo sabe porque identifica ese perfume masculino.  Lo reconoce desde que lo olió esa noche en la puerta de esa casa.  Es especial.  Es hechizante.  Es exquisito, como Patrick.  Pensando esto, tose casi hasta ahogarse con el vino que toma. 

• ¡Sube los brazos, querida! -dice la señora Miller sentada frente a ella. 
• ¡No tomes el vino tan deprisa! -recomienda Patrick llegando hasta ella para situarse atrás. 

Otra vez está siendo ayudada por él.  Sus brazos están elevados sobre su cabeza, porque así lo hizo Patrick por ella.  No pudo darle la orden a su cerebro que debía elevar sus extremidades.  Se congela en su sitio al sentir las manos de ese hombre otra vez en su cuerpo.  La tos pasa, Patrick sigue ayudándola sosteniendo sus brazos bien elevados.  Se sobresalta al ver su rostro aparecer muy cerca del suyo. 

• ¿Cuántas veces estaré cerca para ayudarte? -pregunta Patrick demasiado cerca. 
• ¡Gracias! -responde Samantha. 
• De nada –responde él volviendo a su asiento. 
• ¿Estás mejor? -pregunta la señora. 
• Sí, gracias –responde Samantha. 
• ¡Es una suerte tener un doctor en casa! -exclama la madre de Patrick. 
• No es para tanto, mamá -dice él. 
• Claro que lo es, le has salvado la vida otra vez a esta hermosa chica –dice ella. 
• Gracias de nuevo –dice Samantha mirando sonriente a Patrick. 
• De nada de nuevo –responde él también sonriendo. 

Es que ese coqueteo siguió en casi toda la cena.  Samantha se sentía bastante liviana casi flotando en cada mirada que ambos se daban.  Al probar cada bocado.  Al beber de ese vino.  Se dio cuenta que Patrick trajo el vino que ella había traído.  Eso le pareció muy amable de su parte.  Así Samantha se sintió partícipe de haber cooperado para esa deliciosa cena.  No se dio cuenta que ya llegaba a su fin.  Penosamente para ella, no quería marcharse.  Se sentía muy a gusto ahí con ellos. 

• Me alegro mucho que hayas venido a vernos –dice la señora Miller despidiéndola en la puerta. 
• A mí me alegra mucho su invitación -dice Samantha colocándose el abrigo.  Patrick otra vez va en su ayuda. 
• Espero que no sea la última vez –exclama la señora. 
• Eso no depende de mí, creo –dice ella. 
• ¿Entonces te gustaría que se repitiera mi invitación a cenar? -pregunta Patrick detrás. 

Samantha se estremece al sentir su voz muy cerca.  Un pequeño aire llegó a su oreja al escucharlo.  Cada palabra caló hondo en ella.  ¡Quiere verla de nuevo!.  Agitada, incómoda y a la vez emocionada, gira para quedar atrapada en esos ojos azules. 

• Me... me puedes mandar... un... un mensaje –dice Samantha separándose un poco de él.  Es necesario hacerlo para dejar de temblar. 
• Así lo haré -dice él sonriendo. 
• Bueno, hasta pronto –dice Samantha casi huyendo de ahí. 

Esta vez no está escapando de alguna sombra, no es de noche.  Más bien huye de esos ojos que la dominaron por un momento, volviendo torpes sus pensamientos y sus movimientos.  Dejando atrás a Patrick y a su madre, Samantha camina hacia su auto.  Sus altos tacos la quieren traicionar al tambalearse.  Unos fuertes manos atrapan sus brazos.  Ella se siente asustada, gira a punto de lanzar un grito de ayuda.  El bolso en sus manos lo usa para defenderse, dándole en plena cara a su acosador. 

• ¡¡Auxilio!! -exclama Samantha muy fuerte. 
• ¡¡Samantha, soy yo... Patrick!! -dice él tomándose la cara tras recibir ese feroz golpe. 
• ¡¡Patrick, lo siento... lo siento mucho!! -exclama ella preocupada. 
• ¡Está bien, no fue... muy fuerte! -dice él acariciando su cara. 
• ¡Pero está tu mejilla enrojecida, no debiste aparecer así de repente! -dice ella arrugando su ceño. 
• ¡Sí, es verdad! -responde él tocando su mejilla- ¡Lo siento, quería asegurarme que llegaras bien a tu auto, y te vi resbalar... no pensé que tuvieras buenos reflejos! -dice sonriendo. 
• ¡Aayy, no me digas eso... golpeado y todo, eres encantador! -exclama Samantha mordiéndose la lengua por decir eso. 
• ¿Soy encantador? -consulta él mirándola fijamente. 

Ahora ambos tienen las mejillas enrojecidas.  Patrick por su golpe violento, y ella por ese diálogo que nuevamente le da a entender que es un claro coqueteo.  No hubo respuesta.  No hubo más palabras.  Hubo un incómodo silencio.  Un carraspeo cerca de ellos, los vuelve a la realidad a la misma vez mirando hacia dónde venía ese ruido. 

• ¡Perdonen la interrupción, estoy esperando por ustedes en el taller! -dice un hombre apareciendo de algún lugar. 
• ¡Hola, don Arturo! -saluda Patrick- ¡Justamente estoy con la dueña del auto, aún no le digo! -dice él. 
• ¿Decirme qué? -pregunta Samantha mirando a los dos hombres. 
• Su auto, señorita... está en mi taller por orden de este hombre, ha sido reparado y se lo puedo mostrar ahora, ya que me avisaron de su llegada –dice el hombre mirando a Patrick. 
• ¿Ahora? -pregunta ella. 
• Yo sé que es algo tarde, por eso quería decirlo en la cena, pero no hubo ocasión de hacerlo... me disculpo por ello –dice Patrick. 
• ¿Vamos a mi taller? -pregunta don Arturo. 
• ¿Vienes, Samantha? -pregunta Patrick. 
• Eeeh... sí, sí... vamos –dice ella titubeando un poco. 

Llegando al sitio, Samantha y los dos hombres entran al taller que estaba todo a oscuras.  Un fuerte click se escucha, y al instante todo se ilumina.  Su auto es lo primero que ve.  Es el único que está ahí, esperando paciente por su dueña que no tiene un centavo para pagar el arreglo.  Pero Patrick no lo sabe, ni mucho menos su mecánico. 

• ¿Recibe cheques? -pregunta Samantha leyendo el presupuesto que está en sus manos. 
• ¿Cheques? -pregunta el mecánico mirándola extrañado.  Los cheques siguen siendo documentos válidos en el comercio... ¿o no?. 
• Resulta que me pilla de improviso, no traigo tarjetas de créditos, solo podría traer mañana los cheques para pagar en... cómodas cuotas –dice Samantha provocando una risa en el hombre que aún tiene puesto su sucio overol. 
• ¡Señorita, yo no trabajo con cheques, ni mucho menos entrego mi trabajo en "cómodas cuotas"… Patrick debió advertirle eso! -explica el mecánico mirando serio a Patrick. 
• ¡Qué torpe fui! -dice Patrick golpeando su frente- ¡Yo pago el... 
• ¡Patrick, no puedo permitir que hagas eso! -dice Samantha interrumpiéndolo. 
• Yo tengo mi tarjeta aquí, luego me lo pagas –dice Patrick. 
• ¡No puedo dejar que hagas eso! -dice Samantha cruzándose de brazos. 

En un cerrar de ojos, el presupuesto sale de sus manos.  Patrick mira el valor, saca de sus bolsillos una tarjeta negra.  Don Arturo recibe la tarjeta, desapareciendo de ahí al instante que Samantha se acerca a su salvador.  Ha sido como un verdadero ángel de la guarda desde que se ha topado con Patrick Miller.  Esto es el colmo que quiera pagar esa cifra.  Mucho menos si ella no cuenta con el dinero para devolverlo mañana, ni pasado.  Sólo le queda pedir un préstamo a su ambicioso tío Norman.  Deberá asumir los intereses. 

• ¡Listo, el auto es suyo! -dice don Arturo regresando con el recibo que entrega a Patrick. 
• ¡No, no, no, esto es mío! -dice Samantha adelantándose a tomar el papel. 
• ¡Es una chica lista! -comenta don Arturo sonriendo burlón. 
• Entonces tendremos que vernos otra vez –comenta Patrick- Digo, para ver lo del pago –dice él. 
• Sí, sí... así... parece –dice ella. 
• Es un gusto hacer negocios con ustedes, pero ya debo cerrar... mi esposa me espera con la cena –dice el mecánico. 
• ¡Cómo siempre perfecto su trabajo, don Arturo! -dice Patrick apretando la mano del hombre. 
• ¡Gracias, Patrick! -dice don Arturo. 
• ¡Gracias por su servicio! -dice Samantha acercándose a don Arturo.  Sin importar su cara sucia, deja un beso en la mejilla del hombre que sonríe embelesado. 
• ¡Ufff, esta parte del trabajo no se lo contaré a mi esposa, para no perder mi cabeza! -comenta él riéndose. 

Samantha regresa a la calle, seguida de Patrick y don Arturo.  El hombre se despide muy pronto de ellos, puesto que la casa está a un lado del taller.  Nuevamente a solas con Patrick, caminaron otra vez uno al lado del otro en silencio.   Samantha no deja de pensar en la deuda que ha contraído.  La preocupación invade toda su atención.   Si no fuera por Patrick que toma de su mano, ella hubiese alejado sus pasos muy lejos de su auto estacionado. 

- ¡Disculpa, estaba algo distraída! -dice Samantha que rápidamente observa su mano junto con la mano de Patrick.  
- Si es por tu otro auto, ya está como nuevo... y no lo digo porque don Arturo sea mi mecánico y mi amigo, pero su trabajo es de profesionales –dice Patrick. 
- ¡Eso no lo dudo! -responde ella incómoda- ¡Patrick, la verdad es... es que... -titubea mucho y él se acerca más empeorando su estado. 
- ¿Tienes algún problema económico? -pregunta Patrick acertando justo en el dilema. 
- Nooo, o sea... sí -contesta tímida- Más bien, si me dieras un tiempo para poder... conseguir, lo prometo... te firmo lo que quieras, hago lo que quieras... 
- Samantha Desmontt, no vuelvas a decir esa frase que cualquier otro con malas intenciones te tomaría la palabra –dice Patrick sonriendo burlón- Agradezco no ser ese tipo de hombres, pero se me ocurrió una idea para que me puedas pagar esta deuda –dice pensativo por un instante. 

Samantha quedando con la boca abierta, es él quien se da la molestia de abrir la puerta de su auto, y ella se introduce sentándose rápido en el asiento del conductor.  Aún no puede gesticular palabra alguna, mientras mira a Patrick buscando la forma de entrar en esa mente.  No logra descifrar esas palabras, ni esa intención de proponer ideas de pago.  ¿Qué intenciones verdaderas tiene él?.  ¿Será un sádico o un psicópata?. 

- ¿No me quieres preguntar qué ideas tengo? -pregunta él apoyándose en la puerta, justo cuando Samantha baja el vidrio.  Sigue anonadada. 
- Me da miedo preguntar –dice Samantha escuchando luego su risa- ¡No te burles de mí, ya tengo mucha vergüenza por lo que has hecho en el taller! -añade con pena. 
- ¡Lo siento! -dice Patrick calmando su risa. 
- ¿Qué... ideas son... esas? -pregunta Samantha entre curiosa y tímida.  ¡¡Que no sea lo que estoy pensando!! ¡¡Que no sea un pervertido disfrazado de dios griego!!.  Dice en su mente. 
- Te invito a cenar los dos solos mañana, y te cuento... 



 




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