Oscuro Camino Hacia El Amor

Capítulo 8

Dos días han pasado desde que salió del hospital, después de una noche agradable terminando en una dura camilla.  No puede quejarse mucho si su enfermero fue Patrick.  Estuvo toda la noche con ella.  Prácticamente no durmió.  Lo sabe porque las veces que ella abría sus ojos, él la miraba atento sentado en una silla a su lado.  Hubo una mezcla de sentimientos por sus cuidados.  Se sintió culpable por su noche de insomnio, y feliz por tenerlo a su lado.  Un atractivo doctor para ella sola. 

 

Cristine fue obligada a irse a casa, y no se fue sola.  Jeferson se presta cordialmente para llevarla.  Samantha conoce ahora al famoso Jota.  Ese hombre que conoció en una fiesta, muchos tragos y diversión, terminaron juntos en un hotel en Las Vegas.  "Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas".  Cristine en ese tiempo, tenía un novio.  Lamentablemente no fue impedimento, no pudo evitar la infidelidad.  El alcohol nubló todo razonamiento, quedándose sin novio al tener fotos comprometedoras en su propio teléfono.  Su amiga con alcohol en el cuerpo, no logra evitar hacer locuras. 

 

  • ¿Qué pasa, amiga? -pregunta Samanta 

  • ¿Qué pasa? -pregunta Cristine encendiendo un cigarrillo. 

  • Eso te lo pregunto yo  -responde Samanta mostrando otro cigarrillo en uno de los ceniceros de esa cafetería al cual visitan muy seguido. 

  • ¡Oh, perdón... no me di cuenta! -dice Cristine apagando los dos cigarillos. 

  • ¡Algo te preocupa! -dice Samanta- ¿Tendrá que ver algo con tu encuentro con Jota? -pregunta. 

  • ¡No me lo nombres! -exclama Cristine mostrando su brazo- ¡Mira cómo se me pone la piel tan solo escuchar su apodo! -exclama con el ceño fruncido. 

  • ¿De verdad no te gusta? -pregunta Samanta sonriendo. 

  • ¡No te burles de mi desgracia! -dice Cristine. 

  • ¿Qué desgracia es que te guste un hombre como Jeferson? -pregunta Samanta. 

  • ¡¡Mucha desgracia!! -responde su amiga. 

  • ¡No te entiendo! -dice Samanta. 

  • ¡Es el culpable por el cual me quedé sin mi romeo, sin mi oportunidad de casarme con un hombre millonario que no me pudo perdonar la infidelidad por culpa de... 

  • ¡Por culpa de tu desmedida forma de tomar, querida! -interrumpe Samanta terminando la frase. 

  • ¡Las Vegas, Samanta... quién resiste no divertirse en Las Vegas! -exclama Cristine. 

  • Yo solo veo que ahora tienes la oportunidad de conocer a Jeferson en otra faceta, más seria, más sobrios podría decir –dice Samanta. 

  • ¡Está irresistiblemente guapo! -exclama Cristine. 

 

Con esa última frase, ambas se miran para terminar en fuertes carcajadas que llaman la atención de varios clientes en las mesas cercanas.  Las dos amigas han resuelto invitar a Patrick y Jeferson, los guapos doctores, a una cita de cuatro.  Samanta aún cree que es demasiado pronto parecer muy interesada en Patrick.  Cristine aconseja mostrarse como dos mujeres acostumbradas a pasarla bien, sin mostrar mayor interés que solo salir a disfrutar la noche.  Samanta duda, Cristine no. 

 

  • ¿Qué haces? -pregunta Samanta viendo a Cristine escribiendo en su teléfono. 

  • Estoy mandando un mensaje a mi Jota –responde su amiga. 

  • ¿Ahora es Tu Jota? -consulta Samanta. 

  • ¡Listo! -dice Cristine mostrando la pantalla a Samanta.  "Cita tú conmigo, Samanta con Patrick, este sábado a las ocho". 

  • ¡Dios, qué has hecho! -dice Samanta tocando sus encendidas mejillas. 

  • ¡Lo que tú no te atreverías! -dice su amiga sonriendo burlona, guardando su teléfono. 

  • ¿Cómo miraré a Patrick ahora? -pregunta Samanta. 

  • Con esos hermosos ojos que tienes, querida –responde su amiga. 

 

Luego de salir de la cafetería, tomaron rumbos diferentes.  Samanta decide visitar a su lejana tía que vive en una casa de reposo.  Cada vez que puede ir a verla, lleva galletas de anís.  Pasa por la tienda que aún las hornea de forma casera.  El olor llega a sus narices tan solo acercarse a unos metros del lugar.  En la puerta, se topa con alguien conocido. 

 

  • ¿Samanta? -pregunta la madre de Patrick. 

  • ¡Señora Miller, está sola por aquí! -exclama Samanta sorprendida mirando a todos lados. 

  • Solo vengo a comprar unas galletas de anís... son mis favoritas –dice la dama tomando la perilla de la puerta. 

  • ¡Permíteme ayudarla! -dice ella adelantándose para abrir primero.   

  • ¡Gracias, eres una linda persona! -exclama la señora Miller entrando.   

 

El olor de las galletas y de todos los dulces de esa tienda, inunda las narices de la anciana mujer que se detiene para disfrutarlo.  Samanta se da cuenta de aquello, sonríe cerrando la puerta para llegar a su lado.  No pudo evitar hacer lo mismo.  Tan pronto cada una hizo su compra, salieron a la calle. 

 

  • Aquí nos despedimos -dice la señora Miller. 

  • Me gustaría acompañarla hasta su casa –dice Samanta. 

  • ¡No es necesario, querida! -dice la señora. 

  • ¡Insisto, no puedo dejar que se vaya sola! -insiste ella. 

  • ¡No le digas a Patrick que me viste aquí, no le gusta que salga sola! -dice la señora bajando la voz como secreto.  Eso hace sonreír a Samanta. 

 

Detiene un taxi, para luego llegar a la casa de Patrick y su madre.  Tuvo que respirar para tomar calma, porque tan solo fue pisar esas calles para que sus recuerdos de esa noche la vuelvan a atormentar.  Un toque en su brazo, la sobresalta.  Volviendo a la realidad, nota preocupada a la señora Miller observándola.  Ella está adentro, Samanta en medio de la vereda. 




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