Oscuro Camino Hacia El Amor

Capítulo 9

Entre tantas pesadillas de un ataque hacia ella, Samanta se sienta en la cama mirando la hora.  Son las cuatro de la mañana y no puede reconciliar el sueño luego de haber despertado hace unos minutos atrás.  Son muchas veces que los malos sueños invaden sus noches.  Necesita hacer algo para ello.  Todo se reactiva porque es parte de la investigación de ese sangriento asesinato.  No quería saber nada de eso.  

 

Su mayor desgracia fue cuando la contacta un detective que tiene el caso.  Samanta ha sido visitada regularmente por ese hombre.  Quedan pocas horas para que los primeros rayos de sol entren por su ventana, y ella se siente muy agotada.  Sin más que hacer, enciende la luz de su lámpara.  Toma su teléfono para volver a revisar una foto que su loca amiga le manda.  Patrick Miller con un traje elegante y muy guapo.  Cristine se lo mandó al estar en el hospital topándose con él a la salida.  ¿Estaría vestido para una cita?.  Esa duda la tiene en su cabeza hace varios días. 

 

__ ¡Parece un príncipe! -exclama ella en voz alta. 

 

Samanta se queda mirando la foto de ese hombre elegante, culto, inteligente y muy atractivo por mucho rato, suficiente para ver amanecer por su ventana.  Soltando un fuerte suspiro, debe dejar de lado ese teléfono y concentrarse para el trabajo.  Pero primero una buena ducha fría para borrar un poco el agotamiento que tiene.  Mientras sale de la cama, se convence que sería muy buena idea salir en esa cita doble.  Hace mucho que no sale a una cita.  Y no es que no haya tenido pretendientes dispuesto a ello, pero ninguno atrajo su atención como lo ha hecho Patrick.  Sin hacer nada, ni mucho menos su pretendiente, ese hombre le atrae. 

 

Dejando todo su cuarto con un gran desorden, elige un pantalón de tela negro y una blusa blanca.  Toma su chaqueta de cuero, las llaves del auto, y se lanza a la calle para irse al trabajo.  De tantas veces cambiarse de ropa ante su espejo, las horas pasaron volando.  Es que nada parecía quedarle bien o verse bonita.  Tuvo su momento de inseguridad sacando prenda tras prenda para querer verse más atractiva.  Maneja de manera automática, viéndose muy luego en las puertas del edificio donde trabaja. 

 

No es el trabajo de sus sueños, pero es parte de su sustento para vivir.  Solo pudo encontrar el puesto de digitadora en ese banco.  Hoy es el primer día que reemplaza a Janet, secretaria del gerente administrativo, que se fue con licencia médica para traer al mundo a su cuarto hijo.  Algo intranquila, toma asiento para repasar la agenda del señor Gómez, su jefe por ahora.  Quiere ganar bien ese incentivo en dinero que le darán a fin de mes con su salario por ese reemplazo.  Todas las demás lo rechazan, menos Samanta que ya está en su sitio.  A los pocos minutos después, llega su jefe. 

 

__ ¡Buen día, preciosa! -saluda el señor Gómez mirándola con demasía alegría.  Ella se levanta de su puesto. 

__ ¡Buen día, jefe! -saluda ella como toda una empleada educada. 

__ ¡No sabes cuánto gusto me causa saber que fuiste la única que quiso trabajar aquí, eso me dice que tenías muchas ganas de trabajar conmigo! -responde su jefe dejándola algo extrañada. 

__ Yo solo vine por el bono que darán extra –contesta Samanta siendo sincera y directa.  

__ ¿Esa es la única razón? -pregunta su jefe asomándose más a ella.   

__ Claro que sí -responde Samanta elevando los hombros. 

__ ¡Ya verás que nos llevaremos tan bien que no querrás irte de mi lado! -dice su jefe mientras se aleja a su oficina. 

 

Samanta se tira a su asiento quedando un poco perpleja por lo que su jefe temporal ha dicho.  Desde su escritorio, el hombre se asoma saludando con su mano alzada.  Esa sonrisa sigue en su cara, y a la vez se ve tan falsa.  Con toda educación ella responde el saludo para luego desviar su atención al teléfono.  Debe pasar el primer llamado del día. 

 

__ ¡Señor, línea uno! -habla Samanta por el intercomunicador. 

__ ¡Sabía que no tardarías en querer hablar conmigo! -responde su jefe.  Ella arruga su ceño mirando el auricular. 

__ ¡Señor, solo estoy pasando una llamada para usted! -aclara ella. 

__ ¡Está bien, la tomaré... pero sigo pensando que te gusta mi voz! -exclama el hombre cortando esa llamada. 

__ ¿Dónde me vine a meter? -pregunta ella colocando el auricular en su sitio. 

__ ¿Te puedo contestar esa pregunta? -consulta Silvia, una de las encargadas de archivo de ese departamento administrativo. 

__ ¿Siempre se comporta así? -pregunta Samanta mirando hacia la oficina de su jefe que sigue con su puerta abierta. 

__ Janet es la única secretaria que ha durado más que las otras, todo porque está -señala una panza imaginaria- ...y su esposo es karateca –dice Silvia con humor. 

__ No quiero preguntar cuántas secretarias han pasado por aquí -dice Samanta tomando un sorbo de su frío café. 

__ Veinte –contesta Silvia. 

__ ¡¡Ay, Dios... no quería saber!! -exclama ella. 

__ Mientras te mantengas seria y pongas los límites, ese viejo no pasará más allá que un jefe divertido –dice Silvia. 

__ ¡Tú no estarás todo el día con su mirada pegada a ti! -alude Samanta apuntando con su vista la puerta de la oficina del señor Gómez- ¡Ahora no está en su escritorio porque lo llamaba su esposa, pero luego lo tendré muy pendiente de mí! -exclama preocupada. 

__ ¡Piensa en el bono extra! -dice Silvia tomando unos archivos para irse. 

__ ¡Eso haré, gracias por el consejo! -dice Samanta antes que la muchacha desaparezca. 

 

Y como se veía venir, la llamada ha finalizado y su jefe vuelve a su escritorio para estar lanzando miradas hacia Samanta.  Hace un movimiento con su silla giratoria para dar la espalda y tomar concentración de las tareas descritas en el memorándum que le envió Janet antes de irse.  Todo el trabajo que le compete estaba muy detallado.  Así su día estuvo marcado por las constantes llamadas de su jefe para acudir a su oficina, las miradas desde su escritorio y el trabajo en ese puesto temporal.  ¡Todo por un poco más de dinero!. 




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