Eligiendo el departamento de su amiga como refugio por ese día, Samanta no pudo ir a su trabajo, ni mucho menos pensar en su departamento porque sería el primer lugar que él iría. No puede doler más su corazón con la gran decepción que ha tenido. Llorando horas y horas, se detiene cuando su amiga reclama al darle un discurso casi sin sentido. Samanta solo quiere sacar todo ese dolor para luego doblar esa hoja, cerrar página y seguir adelante.
Por ahora solo da oportunidad a su alma para que se desahogue. No puede pisar el suelo porque no tiene la fuerza necesaria para sostener su cuerpo. Las horas avanzan, y el día va transcurriendo por su ventana. La noche va llegando lentamente. Cierra los ojos, volviendo a abrirlos cuando las imágenes irrumpen otra vez, empeorando todo. Como si fuera poco, toma su teléfono para mirar nuevamente esas fotografías que siguen ahí.
__ ¿Sigues guardando esas fotos? -pregunta su amiga entrando a la habitación con una bandeja en sus manos, la mira con el ceño fruncido.
__ ¡Estas fotos son la prueba! -dice Samanta limpiando sus narices.
__ ¡Son asquerosas, deben eliminarlas! -sugiere su amiga acercándose con la bandeja- ¡Traje mi mejor plato de guisantes, te gustará! -dice dejando la bandeja en la cama, al lado de Samanta.
__ ¡No tengo hambre, Pily! -dice Samanta.
__ ¡Sí lo tienes, un hombre no tiene el derecho de sacarte el hambre del cuerpo, es sacrilegio! -dice ella haciendo a Samanta reír un poco.
__ ¡Gracias por cocinar para mí! -dice Samanta- ¿Por qué aún no te has ido a trabajar? -pregunta mirando la hora en su teléfono.
__ ¡No te preocupes por eso! -dice su amiga sacando una porción de comida en una cuchara- Pedí unos días libres –contesta sonriente.
__ ¡No hagas eso por mí! -dice Samanta preocupada.
__ ¡No digas tonterías! -dice Pilar- ¡No te creas el centro de mi universo, lo hice porque no quería toparme con el chef francés que irá hoy al restaurante, invitado por mi jefe! -explica soplando la comida.
__ ¿Eso es cierto? -pregunta Samanta.
__ Sí, nunca me ha caído simpático las veces que viene y critica mi cocina, así que le dije a mi jefe que necesitaba atender a mi madre enferma y me creyó -cuenta su amiga acercándole la cuchara a la boca.
__ De seguro te referías a mí como tu madre –dice Samanta recibiendo el bocado.
Pilar Santander, chef y jefa de cocina de uno de los restaurantes más antiguos de la ciudad, lleva cinco años laborando para la prestigiosa cadena de restaurantes italo-greco. Es una famosa chef que ha participado en varios programas de televisión, dejando el nombre del restaurante muy arriba. Su jefe se desvive por tener a su chef estrella, muy bien cómoda en su cocina. Por eso no es de extrañar a Samanta, que le diera el permiso que pidió.
En cuanto al chef Phillip, hubo una historia un tanto fantástica que Pilar le contó a Samanta y el resto de las amigas. Esos dos tuvieron un romance, y su amiga no lo quiere confesar por completo. Contó sus aventuras, sus viajes juntos pero desde ahí nada más ha querido soltar. Samanta prueba su comida porque es muy buena en eso. No podía negarse a comer. Su amiga es terca, y se sentiría muy mal si alguien rechazara su comida.
__ ¿Te gustó? -pregunta Pilar dejando la cuchara en la bandeja.
__ ¡Delicioso, todo lo que preparas es delicioso, amiga! -contesta Samanta.
__ Siempre he pensado que una buena comida en el estómago, hace maravillas a las personas que están pasando por momentos de pena –dice Pilar levantándose de la cama.
__ ¡No quiero molestarte, creo que es mejor que me vaya a mi departamento! -dice Samanta.
__ ¡Ese hombre irá a buscarte varias veces, será mejor que te quedes conmigo, y no discutas más! -dice Pilar girando para llegar a la puerta.
__ ¡Te quiero mucho, Pily! -dice Samanta.
__ ¡Yo más! -dice su amiga abriendo la puerta saliendo para dejarla nuevamente sola.
Aunque no está tan sola. Se ha quedado con sus recuerdos, sus sentimientos, y las miles de emociones sintiéndose cada vez más frágil. Pilar está en lo cierto. El plato caliente de guisantes dejó a su estómago algo más tranquilo. No así su corazón que sigue inquieto, y apretado. Toma otra vez su teléfono con la intención de volver a sufrir, pero dudando un poco al final lo deja en la mesa de noche.
__ ¡Soy una tonta masoquista! -dice para ella.
__ ¡Sí, es cierto! -responde Pilar.
__ ¿Lo... dije en voz alta? -consulta mirando sorprendida a su amiga.
__ Un poco -responde Pilar alzando sus hombros, mirándola desde el umbral de la puerta- Puedo entender que te hayas sentido mal por lo que ese hombre pensó de ti, pero yo creo que deberías defenderte y no ocultarse del mundo porque sería confirmar lo malo que dijo sobre ti -agrega guiñando un ojo, cerrando la puerta tras ella.
Escuchando el consejo de Pilar, Samanta se queda despierta gran parte de la noche, dando vueltas y vueltas en su cama. Dolió mucho que Patrick pensara mal de ella tratándola con desprecio. Si hubiese sido otra persona, ella de seguro no se quedaría callada al respecto. Patrick lo hace cada vez más difícil. Con esto pareciera que está retrocediendo en sus sentimientos. O simplemente puede que solo ella sintió algo por él. Todo eso en su cabeza la vuelve loca. Mira por la ventana y la noche se burla de ella. Las estrellas tienen un brillo más intenso como riéndose de la mujer que sufre sola.
Cubriendo su cabeza por completo, Samanta oculta su corazón, sus sentimientos y su dolor. Quiere que llegue un nuevo día, dejar todo eso atrás, levantarse con otro ánimo. Cierra fuerte sus ojos hasta que duelan. Lucha con su cuerpo para que se deje llevar por morfeo.
Su brazo sale disparado en dirección a su despertador que locamente le avisa que ya es otro día. Perezosa y lenta, va tocando su mesita de noche topándose con la máquina. Un segundo bastó para que el ruido en el piso indique que su despertador cayó. Estira sus extremidades lanzando ruidos para sacar lo que quede de sueño en ella. Al moverse y quedar sentada en la cama, mira al piso comprobando que no fue muy amable con ese aparato. Resuelve levantarlo al mismo tiempo que unos golpes en la puerta, la distraen.
Editado: 05.10.2024