Ositos de Felpa.

Capitulo 21 - QUIMICA...

Llegué a la biblioteca y ni lo pensé. Subí directo a la zona de tutoría con una sola frase martillándome en la cabeza:
“Vamos, Lina. Es tu vida. Vamos, Lina. Es tu vida.”

Me senté decidida. Saqué mi libro, cuaderno, lápiz, borrador, sacapuntas, colores… todo. Las manos me sudaban tanto que el lápiz se me resbalaba. Terminé mordiéndolo para calmar los nervios.

—Lina… —suspiró una voz detrás de mí. Giré y estaba el único que podía ayudarme con este problema de química.
—Hola —dije nerviosa—. No te molesté, ¿verdad?

Boris negó con la cabeza y movió la silla se sentó a mi lado, con esa sonrisa media torcida.
—¿Estás bien? —preguntó—. Estás temblando y sudando como si hubieras corrido una maratón.

—Sí, sí. Es solo… el examen de química. Me tiene... al borde.

Él soltó una media sonrisa y sacó su cuaderno de la mochila.
—Entonces, empezamos.

Asentí. Boris comenzó a explicarme fórmulas, mezclas y reacciones, pero la verdad... no entendí nada. Después de una hora, los dos estábamos igual de frustrados.

—Vamos, Lina, solo tienes que ver dónde va el CO₂ —decía él, intentando animarme.

—Me rindo, Boris. Ya fue. Mejor acepto mi destino trágico y muero reprobadísima —resoplé dejándome caer sobre la mesa.

Él me miró unos segundos en silencio.
—Dame un chance.

Se levantó y desapareció entre los estantes. Cuando volvió, traía un libro de cuentos infantiles.

—¿Me vas a leer un cuento ahora? —pregunté riendo.

—Exacto —dijo serio mientras abría el libro—. Esta historia se llama “El agua que buscaba amigos”.

Empezó a narrar con voz divertida cómo el oxígeno y el hidrógeno se conocían y decidían unirse. Era tan tonto y tan lindo a la vez que terminé escribiendo partes en mi cuaderno sin darme cuenta. Después, cada vez que me confundía, él regresaba a la historia. Usaba ejemplos tan raros y cómicos que no podía parar de reír. Por primera vez en mi vida, entendí química… de la forma más absurda, pero efectiva.

Después de horas, cerramos los cuadernos. Me sentía preparada, feliz.

—¿Quieres cenar algo? —preguntó tecleando en su teléfono.

—Aceptaría una hamburguesa —respondí, suspirando. Extrañaba mi teléfono, pero preferí no pensar en eso.

—Perfecto —dijo guardando su móvil—. Vamos.

Salimos de la biblioteca, pero apenas pusimos un pie fuera, una melena negra nos detuvo.

—Lina, ¿cómo sigues? —preguntó Cristina, con esa sonrisa que dan ganas de borrar con una escoba.

—Hola, Cris —respondí con educación forzada—. Bien, gracias.

—Me alegro. Me imagino que los masajes ayudaron —dijo con tono insinuante.

—Cris —dijo Boris, apretando la mandíbula—, por favor, no empieces.

—Tranquilo, ninja 9.9 solo hablo con tu novia —dijo, acercándose demasiado a mí.
—Oye, Lina, ¿sabes dónde estaba tu novio ayer? —preguntó, sacando algo del bolsillo.

—Cris, basta —gruñó Boris—. Esto no te incumbe.

Ella soltó una risa burlona.
—Ay, por favor, solo quiero que vea la verdad.

Tecleó algo en su teléfono y me lo entregó. En la pantalla había una foto: Boris besándose con una chica.

Sentí cómo al mismo tiempo algo se rompía y ardía por dentro. No sabía si era rabia, tristeza o las dos. Le devolví el teléfono y salí disparada de allí.

— Lina — se escucho el grito la voz de Boris.

Empecé a caminar mas rápido.

—¡Lina, espera! —gritó mas fuerte Boris.

No me detuve.
—¡Déjame! —le grité, sin mirar atrás.

—No es lo que piensas —dijo él, y esa frase... esa maldita frase me frenó en seco.

Me giré con la rabia enorme rabia golpeándome el pecho.
—No te atrevas a mentirme —le grité—. ¡Tú no tienes derecho a mentirme!

—No lo hago, te juro que no —dijo acercándose—. Esa chica apareció de la nada y me besó. No fue mi culpa.

Le di un golpe en el pecho.
—¡Mentira! ¡Eres un mentiroso! ¡Vi la foto, Boris! No me trates como una estúpida, porque no lo soy.

Intentó tomar mis manos, pero las retiré.
—No me toques.

—Lina, por favor, escúchame.

—¿Qué quieres? ¿Que oiga la misma historia de siempre? “No es lo que parece”, “no es lo que viste”, “no es lo que piensas” ¡Ya basta!

Intentó hablar, pero no lo dejé.
—No voy a ningún...

Antes de terminar la frase, me levantó y me cargó sobre su hombro.

—¡¿Qué haces, bruto?! ¡Bájame ya! —grité golpeándolo.

Ni caso. Me llevó hasta su camioneta, abrió la puerta, me sentó en el asiento del copiloto y la cerró. Arrancó sin decir una palabra.

En menos de diez minutos estábamos estacionados frente a un pequeño restaurante con luces cálidas y un cartel de karaoke.

—Baja —ordenó.

—No.

Rodó los ojos, me volvió a cargar y me metió al local. Me dejó en el suelo, cerca de la barra.

—Ey, Boris —lo saludó un chico alto moreno detrás del mostrador.

—Ey, Max. ¿estas muy enrolado? pregunto Boris chocando los puños con el

—Depende, ¿en qué lío te metiste ahora? —preguntó divertido.

— Tienes la grabación de ayer, enséñaselo a Lina —dijo él, señalándome.

—Ah, la famosa Lina —dijo Max con una sonrisa, extendiendo su mano.

La tomé, todavía confundida.

— Por aquí — dijo el chico invitándonos a seguirlo.

Nos condujo por un pasillo muy oscuro y estrecho. No es que sea miedosa, pero digamos que tampoco soy muy valiente así que terminé pegándome al brazo de Boris sin darme cuenta, Literalmente cuando nos detuvimos tenia el brazo de Boris abrazado a mi.

Max abrió la puerta de una sala con pantallas y teclados. Se sentó, tecleó un par de cosas y el video comenzó.

Apareció Boris con Teo y Nacho, riendo mientras entraban al local. Se sentaron en una de las mesas del fondo y pidieron algo. Llevaban apenas unos minutos allí cuando dos chicas entraron al lugar.




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