Ositos de Felpa.

Capítulo 26 — “Ositos de felpa”

Un carraspeo fuerte nos hizo dar un brinco.

El profesor de educación física nos miraba con cara de tomate furioso.
—Señorita Lina —tronó con voz de exatleta profesional—, si quiere demostrarle su afecto al señorito Boris, le recomiendo que lo haga fuera del colegio.

Yo bajé la cabeza y susurré un "lo siento". Boris también se levantó, aunque la risa que trataba de esconder no ayudaba.

—¡Una vuelta, chicos! —gritó el profesor, y todos los demás, que obviamente habían estado mirando nuestro show gratuito, empezaron a correr.

Iba a irme cuando Boris me tomó de la muñeca, me jaló suavemente hacia su pecho y murmuró:
—Te veo más tarde.

Me dio un beso rápido en la mejilla justo cuando el profesor volvió a gritar su nombre, y yo, con la cara en fuego, me di media vuelta y salí corriendo hacia mi clase de física.

Cali y Sonia me esperaban al inicio de las escaleras, con sus sonrisitas maliciosas de siempre.
—No empiecen —dije, pasando a su lado.
—No dijimos nada —canturreó Cali, levantando las manos.
Sonia solo añadió con dramatismo: —Aún.

A los cinco minutos, sus teléfonos empezaron a vibrar.
—Ay, no... —murmuré.
Las dos vieron el video y gritaron al mismo tiempo:
—¡Se ven tan adorables!

Ahí estaba, en todo su esplendor: Boris y yo tirados en el pasto, riendo, y él rozando su nariz con la mía.
Hashtags incluidos: #OsitosDeFelpa #BoriNa #AmorEnEducaciónFísica #AmorInfiel.

—Cuando dejarán el fastidio con lo del "infiel" —bufé.
—Bueno, técnicamente —dijo Cali, muy seria— casi se acuesta con una chica que no eras tú.
—No es mi novio —recordé.
—Cierto —dijo Sonia—, solo no lo sabe toda la escuela.

Después de física, lo vi esperándome afuera con Teo y Nacho. Propusieron ir por un helado, y mis amigas aceptaron encantadas. Pero cuando llegamos a la heladería, Boris no me dejó bajar.

—¿Planeas mi secuestro o algo así? —pregunté.
—No, solo quiero un poco de privacidad contigo —dijo con esa sonrisa que hacía que mi corazón hiciera parkour.

Rodé los ojos, pero terminé riendo. Un rato después, estacionó en una plaza del centro, rodeada de árboles y familias.

—Vamos a dar un paseo —dijo, tomándome de la mano.

Y así lo hicimos. Caminamos viendo los perros correr, los niños jugando y los patos en el estanque.
Hasta que él rompió el silencio:
—¿Cuánto sacaste?

¡Nueve punto cinco! —grité emocionada—. Así que ya no tendrás que ir a mi funeral.

—Sabía que lo lograrías. —Me apretó la mano—. Además yo no podía dejar que mi novia suspendiera algo tan fácil como química.

—¿Fácil? ¿¡Dónde eso es fácil!? —dije fingiendo indignación.
—Es fácil —repitió él, riendo—. Y además, Holk es una excelente profesora.

—Sí, claro, lo dice el ninja del 9.9 —me burlé.
—¿Perdón? —preguntó entre risas.
—Nada, nada… lo siento —dije rápido, bajando la mirada.

Él me observó con curiosidad.
—¿Por qué te disculpas?

Lo miré con cara de arrepentida. Nunca me había detenido a pensar si realmente le gustaba ese apodo. Todos lo decían para molestarlo, pero ahora que lo conocía más, entendía que Boris no era solo el chico callado que sacaba 10.
Era simpático, divertido, tenía una energía cálida… y, bueno, besaba muy bien.
(Ok, eso último no hacía falta decirlo).

—Tranquila, no me molesta —dijo encogiéndose de hombros y acercándose un poco más.
—¿En serio? Pensé que eso de ser "el cerebrito" no te gustaba mucho.
—Para nada. Me gusta ser bueno en lo que hago.

—Guau —dije, y alzando una ceja empecé a pincharle el brazo.
—¿Qué haces? —preguntó riendo, sujetándome las manos.
—Solo quería comprobar si eras humano.
—¡Eh! —rio, devolviéndome el gesto.
—Tenía que asegurarme —dije entre risas.

Y entonces comenzó la guerra de cosquillas. Corrimos por el pasto, yo gritando que me rindiera, él riendo como loco, hasta que terminé tirada, jadeando y con él a unos centímetros de mi cara.

—¿Te molesta que sea estudioso? —susurró.
—¿Molestarme? ¡Por favor! ¿Quién me ayudaría con química, física, matemáticas...? —empecé a enumerar.

—Aprovechadora —dijo, rozando su nariz con la mía.

Contuve el aire.

Estábamos tan, tan cerca que bastaba medio movimiento para que el beso pasara de "casi" a "ya fue".

Sentí un golpe en la cabeza.

—¡Au! —me quejé.

Boris se apartó enseguida y dos chicos se acercaron corriendo a pedir disculpas, recogiendo una pelota.

—¡Perdón! ¡Perdón! No vimos que estaban ahí! —gritó uno.
—Tranquilos —dijo Boris, conteniendo la risa mientras yo me sobaba la cabeza.
—Sí, no hay trauma cerebral… creo —respondí entre dientes, haciendo que él soltara una carcajada.

Lo miré fingiendo estar molesta, pero en el fondo no podía evitar reír también.
Porque, aunque me dolía un poco la cabeza, lo único que no dejaba de dar vueltas dentro de ella era ese casi beso.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.