Ositos de Felpa.

Capitulo 42 - ¿La de las caderas de TikTok?

—Me encantaría llevarte a casa… —susurró Boris contra mis labios.

La frase llegó distorsionada porque, sinceramente, tenía la boca demasiado ocupada besándolo como para procesar palabras en español o cualquier idioma.

—¿Por qué no puedes? —pregunté, acariciando su cabello mientras le daba piquitos.

—No quiero meterte en problemas con tu mamá.

—Mi mamá tiene un juicio hoy. No llega hasta la noche —solté sin pensar. Si me pedía confesar mis pecados, mis traumas y lo que desayuné hace dos semanas, se lo decía con la boca pegada a la suya.

—Perfecto. Te llevo a casa —dijo separándose un poco.

—¿Ah? —parpadeé—. Estoy en pijama. Tengo que cambiarme y recoger mis cosas.

—Te espero aquí —respondió encogiéndose de hombros, demasiado tranquilo.

Suspiré como novia chantajeada por besos.

—Seré rápida —dije bajando del carro.

—Tranquila, tomate tu tiempo.

Entré a la casa y encontré a Sonia y Cali en la puerta del cuarto, en modo agentes secretos.

—¿Y ese beso, ah? —dijo Sonia, exagerando un susurro.

—Amiga casi te ME MUERO —agregó Cali—. Casi me trago mi propia lengua del impacto.

Rodé los ojos, me cambié a velocidad récord y bajé con mis cosas.

Boris seguía afuera, apoyado en el carro como protagonista de película. Cuando me vio, sonrió.

Apenas arrancó, él dijo:

—Quiero hablar del video.

Yo me hundí en el asiento.

—Ok… pero si te soy sincera, no me acuerdo mucho de lo que pasó. Solo recuerdo… vasos rojos, música fuerte y muchos aplausos.

—¿Cuántos vasos? —preguntó en modo protección total.

—Seis… bueno, dejé de contar en seis.

Él negó con la cabeza.

—Recuérdame no dejarte ir más a fiestas de solo chicas.

—¿Te pusiste celoso? —sonreí.

—Mucho —respondió sin dudar—. Pero más que celoso, preocupado. Aunque… —me miró de reojo— te divertiste, ¿verdad?

—Sí. Bastante. Por un buen rato dejé de ser “Lina, la chica con el novio infiel”.

Él apretó mi mano.

—Y así deberías estar siempre, Lina. Feliz.

Me mordí el labio.
Ay no, así no se habla cuando yo estoy tratando de no derretirme.

—No creo poder bajar los videos —dije—. No sé quién los subió.

—Dejemos eso así —respondió.

—¿Seguro? Si te soy sincera, no me gusta que todo el mundo vea cómo muevo las caderas.

—Te ves fantástica —dijo tan natural que casi me ahogo—. Además… ayuda a apagar lo del novio infiel.

Me quedé pensando.
Muy mal. Pensar conmigo es peligroso.

—Boris…

—Mmm.

—Quiero decirle a mi mamá que estamos juntos… bueno… que seguimos juntos. Técnicamente ella cree que eres mi novio desde ese beso.

Se quedó en silencio.
Largo.
Yo quería abrir la puerta y rodar por la autopista.

—Ok —dijo al fin—. Creo que te quieres deshacer de mí.

—¿Te da miedo? —pregunté con una sonrisa tímida.

—Mucho —admitió—. Pero si tú te sientes lista… yo también lo estoy.

Y ahí, justo ahí, sentí que se me caía el alma al piso, pero de amor.

Llegamos a mi casa y, aunque mi corazón estaba golpeando mi costillas como si quisiera escribir un mensaje en código Morse —“NO LO INVITES, NO LO INVITES”— mi boca decidió ignorarlo por completo.

—Pasa… si quieres —dije, abriendo la puerta.

Boris entró con esa calma que Dios le dio y que a mí me faltaba por completo. Yo tiré mi mochila en el sofá como si fuera un cadáver incómodo del que quería deshacerme y caminé directo a la cocina.

Abrí la nevera.

—A ver… —murmuré— agua, jugo, café…

Me giré hacia él, que ya estaba apoyado en la encimera como si fuera su cocina.

—Aunque honestamente me provoca hacer una pizza —confesé—. No como nada desde ayer y lo único que tengo en el estómago son tus ricas donas y el café con leche.

—¿Por qué mejor no pedimos una? —propuso Boris, cruzándose de brazos con ese tono de “soluciono todo”.

Suspiré teatralmente.

—Eres muy sabio, novio mío.

Él sonrió.

Esa sonrisa que me dejaba sin defensas, sin neuronas, sin conceptos básicos del lenguaje.

—Me encanta escuchar eso de tu boca —dijo.

—¿Qué? ¿"Novio mío"? —pregunté acercándome un poco más, solo para molestarlo.

Él inclinó la cabeza, mirándome como si acabara de confesar un crimen delicioso.

—Ajá… eso mismo.

Mi corazón: marometa triple mortal hacia atrás.

—Pues acostúmbrate —le dije, tratando de no sonar temblorosa— porque lo voy a decir más seguido.

Boris no respondió.
Solo me tomó por la cintura, suave, como si fuera algo que hacía todos los días.

—Dilo otra vez —susurró.

Y yo ahí, al borde de convertirme en una gelatina humana.

El teléfono de Boris sonó justo cuando estaba a punto de besarme otra vez.
Ambos soltamos un suspiro frustrado sincronizado.

—Un segundo… —murmuró él, sacando el celular.

Leyó algo, respondió rápido y luego dijo:

—Listo. Ya pedí la pizza.

—¿Vemos una película mientras llega? —sugirió, guardándose el teléfono.

Yo puse mi mejor puchero acompañado de los ojitos de gato con botas versión nivel experto.

—En realidad… necesito usarte como novio.

Boris arqueó una ceja.

—Ok… ¿cuál es la tarea? —preguntó, rendido a mi manipulación emocional.

Yo pegué un brinquito, lo abracé fuerte y empecé a darle besos por toda la cara como si fuera un peluche irresistible.

—¿Te he dicho algún día que eres el mejor novio que existe?

—Creo que no… —respondió él, intentando mantener la seriedad.

Le agarré la cara con ambas manos.

—ERES EL MEJOR NOVIO QUE EXISTE EN EL PLANETA… NO, CORRECCIÓN: ERES EL MEJOR NOVIO QUE EXISTE EN EL MUNDO MUNDIAL.

Él rió bajito.

—Vamos a hacer esa tarea antes de que empiece a besarte y se me olvide cómo respirar —dijo, dándome un toquecito en la nariz.

Caminamos a la sala, nos sentamos en el suelo sobre cojines, y yo saqué mi guía de física.
Boris se puso en modo profesor, mientras yo en modo “solo entiendo lo básico”.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.