Ositos de Felpa.

Capitulo 43 - Oficialmente SI.

El repartidor me miró con esa sonrisa idiota que ya me estaba incomodando.
—Ohhh, ¿tú eres Lina? ¿La de las caderas de TikTok?

Yo tragué saliva.
—Eh… sí, supongo.

—¿Y podrías hacerme el baile? Para una foto, es que mis panas no me van a creer… —dijo levantando el celular.

Alcé una ceja, confundida, sin saber qué responder.
Y justo ahí, Boris apareció detrás de mí, apoyando un brazo en el marco de la puerta, como si fuera dueño del maldito planeta.

Su expresión…
Su expresión decía: “Hermano, dame una razón para enterrar ese teléfono en tu garganta”.

—No —dijo Boris con una calma tan peligrosa que hasta yo me asusté—. Mi novia no va a hacer ningún baile para tu foto.

El repartidor tragó saliva.

—Ah… ¿tu… novia? —preguntó mirando entre Boris y yo.

—Sí —dijo Boris, y me pasó el brazo por la cintura, pegándome a él de una forma que me derritió el esqueleto—. Y la pizza ya la tienes entregada, ¿cierto?

—Sí, sí, sí, claro… solo preg… preguntaba. —El chico le extendió la caja casi temblando.

Yo, roja como tomate.
Boris, caliente como un volcán.
El repartidor, listo para huir.

—Gracias —dije tomando la pizza.

—Buen... buen día —balbuceó, dándose la vuelta.

Boris cerró la puerta con un clic seco y me miró con esos ojos verdes que parecían prenderse en fuego.

—¿La de las caderas de TikTok? ¿En serio? —dijo con voz baja pero llena de ese tono celoso que me hacía sentir… cosas.

—Yo no tengo la culpa de ser famosa —dije encogiéndome de hombros.

—Ajá… estoy viendo —murmuró acercándose.
Su boca ya estaba a milímetros de la mía cuando…

La puerta se abrió de golpe.

—¡LINA! ¡HIJA, TRAJE HELADO! —se escuchó la voz de mi mamá entando.

Boris casi se atraganta con su propio aire.
Yo casi me muero.
Y mi mamá, feliz como si fuera Navidad, nos encontró a los dos pegados, abrazados, y con mi cara roja.

—Ohhhh —dijo mi mamá, alzando una ceja—. ¿Interrumpo?

Boris abrió la boca, pero no le salió sonido.
Yo quería desaparecer como un Pokémon salvaje.

Perfecto … —murmuré tapándome la cara con la mano—. Justo lo que necesitaba.

—¿QUÉ HACE ÉL AQUÍ? —soltó, señalando a Boris como si fuera una cucaracha que había que aplastar.

—Buenas tardes, señora… —intentó Boris con voz suave.

—No me digas “señora”. ¡Fuera de mi casa! ¡YA! Antes de que te entierre en el jardín y nadie te encuentre jamás.

—¡Mamá! —exclamé, poniéndome frente a él como un escudo humano.

—Lina, apártate. Ese muchacho no pisa mi casa. No después del video, no después del escándalo, no después de que tú… —respiró hondo—. ¡FUERA!

Boris retrocedió un paso, levantando las manos con calma.
Yo sentí el mundo cayéndoseme encima.
Y fue justo ahí, cuando mis piernas temblaban, que hice algo que ni yo sabía que tenía dentro.

Tomé a Boris de la mano.

Firme.
Segura.
Temblorosa… pero decidida.

—Mamá —dije tragando saliva—. Boris es mi novio. Y queremos hablar contigo.

El silencio cayó como una bomba.
Mi mamá parpadeó… una vez.
Dos veces.

—¿TÚ… QUÉ? —dijo con una calma tan mortal que hasta Boris se puso más blanco que un papel.

—Mi novio —repetí, apretando aún más su mano—. Lo quiero… y quiero que lo escuches.

Mi mamá giró lentamente hacia Boris.

—Si dices una palabra que no me guste, juro que vas a terminar en la cárcel —amenazó con una sonrisa que daba MIEDO.

Boris respiró hondo, tragó saliva y levantó la mirada.

—Solo le pido cinco minutos —dijo con una voz que, para ser Boris, era sorprendentemente suave—. Cinco minutos de su tiempo.

Mi mamá cruzó los brazos.

—Tienes tres —respondió… pero no se movió.

Boris dio un paso al frente.

—Sé que usted solo quiere proteger a Lina —dijo con una sinceridad que casi me hizo llorar—. Y sé que no soy perfecto. No lo soy. Pero quiero mucho a su hija. Mucho más de lo que sé poner en palabras.

Mi mamá lo miraba como si intentara leerle la mente.

—No estoy hablando de tonterías —continuó Boris—. No es que me guste porque es bonita o porque baila bien o porque ahora todos hablan de ella. Me gusta lo divertida que es, lo espontánea, lo dulce, lo sincera… me gusta cómo hace que todo parezca más fácil.
Lina es… perfecta. Y solo quiero seguir compartiendo momentos bonitos con ella.

Yo me derretí como helado al sol.

Mi mamá, no tanto.

—Son solo unos adolescentes de 17 años —dijo fríamente.

—Lo sé —respondió él—. Y por eso quiero hacer las cosas bien. No pienso faltarle el respeto, si eso es lo que le preocupa. Solo le pido una oportunidad. Una sola.

Mi mamá lo observó largo rato, como si lo analizara con rayos X.

Luego me miró a mí.

—Lina… ¿estás segura, hija?

—Sí, mamá. —Me acerqué un poco más a ella—. Boris me gusta mucho. Y te prometo que no te vamos a decepcionar.

Mi mamá soltó un suspiro cansado, como si estuviera librando una guerra interna.

—Está bien… —dijo al fin.

—¿En serio? —susurré, sin creerlo.

—Pero tengo una condición.

—La que sea —dijo Boris sin pensarlo.
—Yo también acepto —añadí rápido.

Mi mamá nos miró con esa sonrisa que no era exactamente dulce… más bien estratega.

—Vas a pasar la semana con tus abuelos.

—¿Qué? ¡Mamá…!

—Es mi condición.
Si quieres que acepte su relación… vas a irte una semana con ellos.
Y te prometo que, si lo haces… no me interpondré más.

El silencio volvió a caer.
Yo abrí la boca.
Boris me apretó la mano.
Y mi mamá solo esperaba.

Respiré hondo, apreté la mano de Boris y dije:

—Está bien, mamá. Iré esa semana con mis abuelos.

Mi mamá parpadeó. Se notaba que no esperaba que cediera tan rápido.
Su cara fue un: oh, caramba, esto funcionó mejor de lo que pensé… pero lo disimuló perfecto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.