Ositos de Felpa.

Capitulo 46 - Dos días seguidos.

Este capítulo está dividido en dos escenas, dos días consecutivos. Lo hice así para que sea más… ¿cómodo? Jajaja.
Quería que disfrutaran conmigo esta era “Cenicienta”, pero versión low cost: sin hada madrina, sin vestido brillante y, por supuesto, sin varita mágica. Solo Lina, sus dramas y una abuela con modo vigilancia extrema.

**********

La llamada Clandestina.

Ese día ya no podía más.

Mi abuela llevaba tres horas preparándose para hacer arepas "como Dios manda", lo cual incluía gritarle a la masa, regañar el sartén y decirme veinte veces:

—¡Lina, no me mires la masa que se pone nerviosa!

Yo necesitaba aire.
Yo necesitaba espacio.
Yo necesitaba a Boris.

Aproveché que la abuela fue a buscar ají al huerto y me escabullí por el pasillo, descalza, como si fuera una ninja entrenada por el FBI.

Mi destino:
El granero viejo, donde el WiFi llega débil pero llega.

Saqué el teléfono.
Mi corazón latía como si acabara de cometer un crimen.

Le marqué.

El tono sonó una vez.
Dos.
Tres.

Y de pronto...

La pantalla se iluminó con su cara.
Despeinado. Camiseta negra. Sonrisa suave.

—Mi Osita de Felpa... —susurró él, inclinado hacia la pantalla—. ¿Dónde estás? ¿Por qué suena eco? ¿Estás en una cueva o secuestrada?

—Peor —le dije—. Estoy viviendo mi era Cenicienta… pero sin hermanastras, sin vestido azul, sin baile. Pura esclavitud doméstica.

Él se rió bajito.

—Dios mío... ahora entiendo por qué tardaste tanto. ¿Estás bien? ¿Te alimentan? ¿Sigues con tus 10 dedos?

—A duras penas. Creo que mi abuela quiere convertirme en su esclava doméstica.

—Eso no es legal.

—Díselo tú.

Él sonrió, esa sonrisa que me derrite, que me parte los huesos, que me hace querer olvidarme de todo.

—Te ves preciosa —dijo de repente.

Yo me puse roja como un tomate gigante.

—Boris... estoy despeinada, sudada y escondida en un granero.

—Y aún así te ves preciosa. Es una maldita injusticia.

Mi corazón hizo maromas.

Estuvimos así un rato.
Riéndonos.
Contándonos tonterías.
Él me mostró la pizza que había pedido "para que la viera por videollamada".
Yo casi lloraba por no poder compartirla.

—Muero por darte un beso ahora mismo —murmuró de pronto, acercándose más a la cámara.

Mi corazón explotó.

Y justo cuando iba a responderle...

CRACK.

Un ruido detrás de mí.

Me congelé.

—¿Qué fue eso? —preguntó Boris, frunciendo el ceño.

Giré lentamente.

Era mi abuela.

En la puerta del granero.
Con los brazos cruzados.
Cara de "sé que estás haciendo algo indebido".

Yo colgué tan rápido que casi tiré el celular a las vacas imaginarias.

—¿Con quién hablabas, niña? —preguntó ella, afilando la mirada.

—Con... con... con un tutorial de matemáticas —respondí con voz de ratón asustado.

—¿Y desde cuándo los tutoriales de matemáticas te hacen sonreír así?

Silencio.
Silencio mortal.

—Yo... estaba feliz por... los números.

Mi abuela me miró como si me estuviera escaneando el alma.

Luego suspiró.

—Lina, el granero no es aula. Váyase pa' dentro antes de que le pique un alacrán.

Me tomó del brazo y me sacó casi arrastrada.

Antes de entrar a la casa, me soltó y murmuró:

—Voy a estar vigilándote. No quiero tonterías, ¿sí?

Yo tragué saliva y asentí.

Y mientras mi abuela volvía a sus arepas, saqué mi celular por debajo de la mesa y vi el mensaje que Boris me había enviado segundos después de colgar:

"Mi Osita de Felpa, ¿estás bien?
Pensé que te había comido un animal del bosque."

Sonreí bajito.

Había sobrevivido al Día.

Por poquito.

— La videollamada prohibida

Cierro la puerta de la habitación de huéspedes con tanta delicadeza que siento que hasta respiro bajito. Camino de puntitas, como si el piso fuera a gritar si lo piso muy fuerte. Apago la lámpara, me meto bajo las cobijas y siento que estoy por hacer algo ilegal.

Mi celular vibra.

Boris llamando...

Trago saliva. Contesto.

—¿Y si nos descubren? —susurro. Siento hasta mi propio corazón haciendo shhh.

En la pantalla aparece él. Mi desastre favorito. Con esa sonrisa de lado que me deja inútil cada vez.

—Entonces te secuestro y no te devuelvo jamás —dice con esa voz tranquila, como si estuviera diciendo "mañana lloverá".

Casi me echo a reír, pero me tapo la boca porque mi abuela tiene el oído más afinado del universo.

—No bromes así —le digo—. Mi abuela escucha hasta cuando la leche hierve.

—Tu abuela me cae bien —responde él, riéndose bajito—, pero si intenta matarme por hablar contigo... moriré orgulloso.

Le voy a responder, pero escucho tres golpecitos suaves en la puerta y casi me da un infarto.

—¿Lina? ¿Todo bien? —pregunta mi abuela.

Mis ojos se abren tanto que me podría caer un párpado. Boris, en pantalla, mueve la boca diciendo sin sonido: ¡NO RESPONDAS!

Demasiado tarde.

—¡Sí! ¡Sí! Todo bien! Solo... viendo memes de gatos.

¿Por qué dije eso? ¿Por qué? ¿QUIÉN VE MEMES DE GATOS BAJO UNA COBIJA A OSCURAS?

Boris se está MURIENDO de risa. Literalmente tapándose la boca y doblándose hacia atrás.

—Ah... bueno —dice mi abuela, pero su tono suena a que sospecha del 80% de mi existencia—. Te dejé un té en la mesita. Para que duermas.

—Gracias, abue —contesto, deseando que se teletransporte lejos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.