Ositos de Felpa.

Capítulo 49 - El Regreso.

Siendo muy, pero muy sincera, este capítulo fue súper, extra, mega difícil de escribir. Quería algo romántico… pero no tan romántico. Y tampoco quería el típico “lo vi, corrió, me lancé en sus brazos”, porque mi Lina (que no es 100% cuerda, seamos claros) no merece un reencuentro tan común.
No me odien por decir eso… ok, ya estoy mareando demasiado.

Solo disfruten el capítulo y después cuéntenme: ¿les gustó?

Ah, y antes de que se me olvide:
No olviden dejar su me gusta y comentar, que me ayuda muchísimo.

*****

Me desperté como si me hubiera tomado un litro de café mezclado con adrenalina pura.
Ni supe cómo me vestí. Ni cómo bajé las escaleras sin romperme un tobillo.

Mi abuela ya estaba lista en la mesa, con el desayuno servido como si fuera un banquete de despedida real: arepitas, queso, juguito, y una maletica pequeña en la silla. Sí, una maletica de mano color crema que parecía más vieja que mi abuelo.

—Esto es para tu mamá —dijo, dándomela con solemnidad—. Los dulces que hice anteayer.

Y entonces empezó la letanía:

—No hables con extraños.
—Estudia.
—Deja de pensar en chicos.
—No pierdas el tiempo.
—Dile a tu madre que estás muy flaca.
—Come más.
—Estás muy pálida.
—Te metí unos remedios caseros para que tu mamá te dé.
—Y si ese novio tuyo hace algo raro... me avisas, yo le echo una maldición.

Yo solo asentaba, como buena nieta.
Por dentro: "Boris raro sí es, pero en el buen sentido..."

Después del desayuno nos dimos un abrazo rápido, como si ninguno quisiera admitir que lo necesitábamos más largo, y salí con mi abuelo.

En el camino al aeropuerto, mi abuelo manejó en silencio un rato. De repente, dijo:

—Ojalá vuelvas pronto, muchachita.

Yo tragué saliva y asenté.

—Voy a volver —respondí sin dudarlo.

Nos abrazamos fuerte antes de que yo entrara al aeropuerto. No quise mirar atrás porque sabía que si lo hacía... iba a llorar.

Las diez horas de viaje fueron un caos emocional:

No pude dormir.
No pude leer.
No pude estudiar.
Solo podía pensar en todo lo que pasaría cuando aterrizara:
Mi mamá, mis amigas... Boris.

Tal vez dormí tres segundos en total porque cuando el piloto anunció:

—Estamos por aterrizar...

Casi brinco por la ventana del avión.

Bajé.
Tomé mis maletas.
Caminé hacia la salida arrastrando mis emociones como si fueran equipaje extra.

Y entonces lo escuché:

Un MINI escándalo.

—¡¡LIIINAAAAA!!

Allí estaban ellas.

Cali y Sonia, sosteniendo un cartel fluorescente que decía:

"Bienvenida Lina, ya moríamos sin ti."

y literalmente saltando como dos ardillas en azúcar.

Unos pasos más atrás estaban Teo y Nacho con un cartel pequeño escrito con marcador negro:

"Gracias a Dios regresaste."

(Se notaba que lo hicieron 5 minutos antes de llegar.)

Y luego...

ÉL.

Boris.

Mi Boris.

De pie, como si fuera la escena final de una película romántica, con una chaqueta gris, camisa blanca y un pantalón gris, estaba él… con esa expresión de “ya la vi, ya me calmé… ya no me calmo”.

Tenía en una mano un ramo precioso de flores lilas y moradas, mis favoritas.

En la otra, un cartel grande, torcido, escrito con su letra:

"Bienvenida, mi Osita de Felpa."

Y debajo del cartel...

Una pequeña caja roja amarrada con un lazo.

Tragué aire.
Sonreí.
Y en ese instante, supe que todo el viaje, toda la nostalgia, todos los días lejos...

Habían valido la pena.

Caminé hacia ellos con el corazón golpeándome el pecho como si quisiera escaparse antes que yo.

Boris también avanzó, lento, concentrado, con esa mirada que siempre parece decir ven aquí, y yo ya estaba preparándome mentalmente para un abrazo épico... tal vez un beso... algo digno de película.

Y justo cuando estábamos a un paso...

¡PAM!

—¡¡LINAAA!!

Mis amigas se me lanzaron encima como dos luchadoras profesionales.

Literalmente.
Una me abrazó por la cintura, la otra por el cuello, y nos fuimos al piso.

—¡Estás viva!
—¡Eres real!
—¡Creímos que tus abuelos te casarían con un vecino!
—¡NO VUELVAS A IRTE!

Las tres rodamos por el suelo, riéndonos y gritando, mientras Boris se quedó parado ahí arriba, viéndonos como si acabara de presenciar un accidente en cámara lenta.

Cuando por fin nos levantamos, despeinadas y llorando de la risa, él se acercó, se agachó un poco (con esa sonrisa torcida tan suya) y dijo:

—Bueno... yo pensé que íbamos a tener un momento romántico de película.

Yo solté una carcajada y lo abracé tan fuerte que casi le tumbo el ramo.

—Creo que esto lo supera —le dije, todavía pegada a su pecho.

—Creo que sí —susurró él, abrazándome igual de fuerte.

El universo se quedó quieto unos segundos... hasta que alguien carraspeó.

Fuerte.

Muy fuerte.

—Ajá...

Era mi mamá, con los brazos cruzados como si estuviera evaluando un crimen.

Yo me separé de Boris tan rápido que me mareé y corrí a abrazarla.

—¡Mami! —le dije, enterrándome en su hombro—. Te extrañé tanto.

—Yo también, mi niña —respondió, acariciándome el cabello—. No sabes cuenta falta me hiciste...

—No me destierres más, mamá —le dije teatralmente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.