El carro se detuvo frente a mi casa y, por primera vez en siete días, sentí algo parecido a... ¿libertad? ¿Paz? ¿Alegría? ¿Ansiedad extrema?
No lo sé. Era una mezcla rara, como cuando te comes un helado derretido con ansiedad pero igual te lo disfrutas.
Bajé con mis maletas, lista para entrar, bañarme y dormir doce horas seguidas.
Pero cuando mi mama abrí la puerta...
BOOM
Globos.
Globos por TODOS lados.
Morados, lilas, blancos, plateados.
Una pizza gigante en la mesa.
Una mini torta de chocolate donde decía "LINA VOLVIÓ" (sí... VOLVIÓ, con tilde donde no iba y en mayúsculas. Eso tuvo que ser idea de Teo)
Mis amigas gritaron. Nacho gritó. Mi mamá lloró. Y Boris...
Bueno, Boris solo me miró como si yo fuera el mismísimo punto final de su existencia.
Mis amigas me abrazaron los brazos mientras me arrastraban al medio de la sala.
—¡No vuelvas a dejarnos! —gritó Cali.
—¡Te extrañamos como si fueras nuestra hija! —añadió Sonia.
Nos abrazamos, reímos, casi lloramos... y luego, cuando por fin me soltaron, escuché:
DIG DOG
—¿Esperas a alguien? —pregunté.
—Sí —respondió Boris, como si no fuera gran cosa.
Y abrió.
En la puerta estaban los hermanos de Boris.
Braulio, me levantó del piso en un abrazo que casi me recoloca la columna.
—Bienvenida, cuñ... digo, Lina —se corrigió y me entregó una cajita lila preciosa—. Boris dijo que eres MUY fan del lila.
Luego Brian, el del rostro serio estilo "sé programar bombas nucleares", extendió otra cajita más pequeña.
—Pido mis mas sinceeras disculpas —dijo, como si presentar una disculpa antes de un regalo fuera normal.
Yo la tomé sin entender nada.
Los hermanos entraron, saludaron a mi mamá, y en cuestión de segundos mi progenitora ya estaba sirviéndoles café como si fueran parte del comité de bienvenida internacional.
Yo agarré mis dos cajas, aunque no estaba segura de querer abrirlas.
Boris lo notó, porque claro, este hombre tiene un radar emocional calibrado específicamente para mí.
Se acercó, me abrazó por la cintura y murmuró en mi oído:
—Puedes abrirlos. Es seguro.
—¿Seguro... seguro? —pregunté levantando el regalo de Brian.
—Totalmente... Braulio es muy persuasivo. Y Brian... bueno, es inteligente.
Fruncí los ojos.
—¿Eso significa que le caigo bien?
—Bueno... —dijo, alargando el "bueno" como si estuviera preparando una mentira bonita.
—Boris.
—Acepto conocerte y demostrar que no somos dos adolescentes locos.
—Pero sí lo somos.
—Exacto, mi osita. Ese es el shock.
Rodé los ojos y respiré hondo.
—¿Y qué es esto?
—Vas a tener que abrirlo, porque no tengo ni idea.
Suspiré dramáticamente y decidí empezar por el de Braulio.
Adentro había dos forros personalizados, uno para un teléfono (aprecio el gesto pero el forro era grande para mi telefono) y otro para mi tablet.
De ositos.
Con mi nombre.
Los ositos parecían nadar.
Una ternura a nivel ilegal.
—Ay por favor —susurré—. Esto es demasiado lindo.
Luego abrí el regalo de Brian...
Y casi me caigo... (literalmente boris me apreto un poco mas la cintura por si no PUM al suelo)
—Esto... ¿es un teléfono?
—El último que salió —dijo Brian, como si me estuviera dando una naranja.
—Yo... mi mamá... esto... ella... —tartamudeé.
—Tu mamá ya dio permiso —informó Boris— pero solo con la condición de que te va a "vigilizar".
—¿Vigili... qué?
—Palabras textuales de Braulio en una conversación de "padres protectores"
Yo solo pude reírme, porque si no, lloraba.
Boris me ayudó a ponerle el forro personalizado.
Y cuando lo vi terminado, brillando en mis manos, dije la peor traición emocional posible:
—Creo que encontré mi nuevo amor.
—Perfecto —respondió Boris—. Otro rival. Justo lo que necesitaba.
Y yo... bueno, yo solo pude sonreír.
Porque por primera vez en mucho tiempo, me sentí verdaderamente en casa.
La sala estaba hecha un desastre hermoso.
Nacho hablaba con la boca llena, Teo reía de cualquier cosa, mis amigas discutían sobre si mi nuevo forro de ositos era "demasiado tierno para existir", y mi mamá... bueno... mi mamá estaba vigilándonos junto a los hermanos de Boris como si fueran agentes encubiertos del FBI.
Yo me levanté para ir al baño porque tanta emoción me tenía la vejiga aplaudiendo.
Cuando bajé, los encontré a todos todavía gritando por un tema que no entendí, pero Boris no estaba allí.
Lo encontré en la cocina, agachado, buscando refrescos en la nevera como si estuviera en medio de una misión de rescate.
En ese momento, su celular empezó a sonar.
Boris lo sacó del bolsillo, vio la pantalla... y se echó a reír silencioso, ese tipo de risa que se siente en el pecho.
Me acerqué curiosa.
—¿Qué pasó?
—Ven —dijo, pasándome un brazo por la cintura sin dejar de mirar el celular.
Apreté mi mejilla contra su pecho y ahí lo vi.
Un video.
Era un montaje precioso, tierno a niveles ilegales.
Aparecían clips de nosotros en el aeropuerto:
corriendo, riéndonos, él cargando mis maletas, yo abrazándolo como si me fueran a arrancar de sus brazos otra vez...
Luego fotos nuestras, selfies terribles y maravillosas, y un par de videos donde yo salía hablando dormida (gracias, amigas traicioneras).
En la esquina decía:
#Ositosdefelpa #EstaHistoriaContinúa 🧸💙 #100% BORINA #TEAMBORIS100% #LINA #LIRIS #Teamcaos #Caballeroenarmadura.