Mantenía un paso acelerado, las siete menos veinte y ya iba caminando hacia la estación de ferrocarril. El otoño en Barcelona ya se sentía y los cuatro grados calaban mis manos, me acomodé mi bufanda y mi gorro mientras desenredaba los cascos para hacer más agradable mi viaje. Me encontraba en mi último año de psicología, era algo que me recordaba todos los días cuando la alarma sonaba incesante a las cinco y treinta y comenzaba mi día. Este día no podía comenzar peor, debía coger el tren de las seis y quince, pero las sábanas se habían enredado en mí, volviendo a dormí, por lo que, no pude tomar mi desayuno de campeones, cogí el tren treinta minutos tarde y eso implicaba no poder utilizar la piscina y llegar tarde al trabajo. Josh es un jefe increíble, un hombre de unos 50 años con un mini bigote que dan ganas que se lo afeite. Lo conocía desde hace 4 años cuando aún estaba en el colegio y me encontraba en apuros económicos y, desde entonces trabajo de lunes a sábado antes de ir a clases.
Después de un viaje de cincuenta minutos llegué al club de natación, lamentaba no poder entrenar y nadar porque era algo que me ayudaba a distraerme de todo el lío diario que me rodeaba, porque en realidad no conocía a alguien con tan mala suerte como yo, supongo que eso me sucede porque nací prematura, simplemente porque soy géminis o el karma se re-dirige a mí, quién sabe. Josh, como nunca, se encontraba en el acceso al club, su mirada era de preocupación y eso a mí me generó pánico porque las veces que lo vi así implicó que alguien fue despedido y yo no puedo ser despedida, no ahora.
- Noora, llegas veinte minutos tardes –me dio una mirada cargada de tristeza
- Lo sé Josh, sabes que nunca llego tarde porque me gusta nadar antes de que empiece mi turno, pero estaba tan cansada por lo tarde que me dormí escribiendo mi tesis que tuve que coger el tren más tarde de lo habitual, perdóname
- Entiendo mi niña, pero yo no sabía que justamente hoy se presentaría Joan a hacer una inspección sorpresa y, también ha venido Irina Kravopa, dijo que entrenaría desde hoy en el club –suspiró –entremos, ahora comenzará una reunión informativa, eras la única que faltaba, solamente espero que me perdones porque yo no puedo hacer nada
Lo miré fijamente, sabía lo que ocurría, lo leía entre líneas y era tan injusto porque siempre daba más por este empleo y simplemente me negaba a perder el único sustento del hogar ya que mi madre se encuentra en quimioterapias por un cáncer al pulmón. Todo ha sido sorpresivo que solamente me mantengo cuerda porque mi madre requiere de mí, tengo o tenía un trabajo que me distraía y estudiar simplemente me alienta a que posiblemente tenga un futuro mejor.
Seguía sin creerlo, nunca venía a realizar una inspección a su club de natación y justo hoy tenía que llegar tarde, maldije internamente quedarme hasta tarde escribiendo mi tesis.
- Tienes cinco minutos para irte de mí club, no mantengo gente que llega tarde, me da igual tus excusas.
- No puede hacerlo, llevo trabajando en este club cuatro años y nunca había llegado tarde, según el Estatuto de los Trabajadores solamente puede darme una amonestación o indemnizarme como corresponde, no como le da la gana le contesté furiosa.
- Vaya, tienes agallas, me gusta eso quedó pensativo unos segundos que para mí fueron eternos.
- Entiendo, podría indemnizarte y estarías fuera de mi empresa... pero se me ocurre algo, señorita nunca llego tarde me observó con una sonrisa ladeada, sabía que no me gustaría lo que vendría -Tienes que competir contra Irina Krapova, si ganas, mantienes tu sueldo y lo triplico, sino estas fuera -no podía creerlo, tendría que competir contra una nadadora olímpica de renombre, yo, una simple nadadora aficionada, vaya mañana de mierda y aún no eran las siete y treinta de la mañana. Lo pensé algunos segundos, a una velocidad inimaginable, ojalá así se me ocurriera escribir en la tesis.
- Acepto –salió como un susurro de forma espontánea, incluso yo me impresioné, pero debía intentarlo, por mamá.
- De acuerdo, vayan a prepararse, tienen 15 minutos. Recuerda Noora, Irina no tendrá piedad de ti, yo que tú me iría con dignidad –me vio socarrón.
Sería una cobarde irme sin intentarlo, muy nadadora olímpica será, pero conozco mis límites. Si gano no sólo quiero el triple de mi sueldo, me tiene que perdón, ya verá cómo se traga sus palabras . Di media vuelta y marché a paso firme, dejándolo con las palabras en la boca. No sabía realmente a qué me enfrentaba porque nunca había competido salvo conmigo misma así que no tenía referencias.