De la cocina salía un olor tan delicioso, que incluso fue el despertador de Emiliana. ¿Qué olía tan bien? No se iba a quedar con la duda, ¡claro que no! Salió de su habitación en pijama y bajó hacia la cocina. Lo que encontró, fue que Gloria preparaba un pan de nuez con chocolate. Emiliana había llegado en el momento justo en el que la mujer lo había sacado del horno.
—Se ve delicioso. —Aspiró el aroma, gustosa y sonriente, cosa que hizo poner a Gloria feliz—. ¿Me podría dar un trozo?
—Por supuesto, señorita Emiliana —le respondió cortésmente mientras cumplía sus palabras, tomando un cuchillo y hundiéndolo en el pan, para después dárselo a Emiliana en un pequeño plato.
***
—Buenos días —habló Victoria para que él despertara. Harold se giró hacia su lado involuntariamente.
—Cinco minutos más. —Eso provocó una carcajada de Victoria, ese hombre se escuchaba gracioso soñoliento—. Victoria no te rías. En serio, mejor regresa a la cama y volvamos a dormir.
A Victoria se le fue la risa cuando él le recorrió la cintura con su brazo. ¿Cuándo dejaría de sonrojarse? ¡Por Dios! Harold la hacía parecer una adolescente hormonal, ¿qué se ganaba con eso? ¿Por qué hacía esas bromas?
—Iré a ver si Emiliana ha despertado. —Se levantó de la cama, soltándose abruptamente y solo salió de la habitación.
—Dios —exclamó Harold para sí mismo, lo que le pasaba, ni él quería aceptarlo, porque lo tenía realmente atormentado.
En la cocina se escuchaba un gran escándalo. Victoria aceleró el bajar de las escaleras para llegar pronto. Parecía ser Gloria la que gritaba muy alterada.
—¿Qué está pasan...? ¡Emiliana! —Emiliana estaba tirada en el suelo, Gloria y Danielle estaban a su lado, tratando de encontrarle lógica a lo que estaba pasando—. ¿Qué pasó?
—¿No cree que si supiéramos no estarían todos alterados? —Le respondió Ariana, mirando la escena con asco—. Seguro su hija solo está armando un berrinche para llamar la atención, no sea exagerada.
A Victoria le llenaron tanto de rabia las palabras de la chica, que siquiera pensó en lo que dijo después.
—¡Me tienes harta, muchachita malcriada! ¡Deberías largarte de una buena vez de mi casa! —Ariana se burló en su cara, pero esta vez Victoria se aguantó el responderle y se concentró en su hija—. ¿Comió algo?
—Solo un trozo de pan de nuez con chocolate que preparé, señora Victoria —le informó Gloria, quien ya estaba incluso derramando lágrimas de la desesperación.
—¡¿Nueces?! —Victoria comenzó a alterarse. Puso sus manos en su cabeza y trató de tranquilizarse—. ¡Harold!
Su grito provocó que Harold saliera de la habitación a medio vestir, pues apenas se había puesto sus vaqueros y sus botas, le faltaba su camisa, aun así, corrió hacia Victoria quien, a pesar de intentarlo, no lograba calmarse.
—¿Qué sucede?
Victoria, a estas alturas, ya estaba hiperventilando, era un grave problema.
—Emiliana. —Trataba de respirar con normalidad—. Emiliana comió nueces y...
—¡Es alérgica a las nueces! —gritó él, adivinando todo por la situación en la que estaban. En seguida tomó a Emiliana entre sus brazos y la llevó hacia el auto, donde, nada más subirse Victoria, arrancó rumbo al hospital más cercano.
—Estúpida mocosa. —Ariana puso los ojos en blanco mientras miraba cómo el auto se alejaba.
—Oye, Ari, tienes que irte —mencionó Danielle, avergonzada—. La señora te ha despedido.
—¡Já! Esa mujer no tiene ese derecho, no voy a irme a ningún lado. —Se dio la media vuelta y volvió a la cocina.
***
Harold no tardó más de veinte minutos en llegar al hospital, a Emiliana ya se le estaban cerrando las paredes de la garganta por la inflamación que nada más ver al doctor le gritó con urgencia que la atendiera. Victoria ya había pasado dos veces por la misma situación, sola. Pero siempre había estado cerca de ella y, antes de que el asunto empeorara, la llevaba al hospital, solo que esta vez no estaban lo suficientemente cerca como para actuar rápido y eso la tenía más que nerviosa.
—¡Dios mío! —exclamó la castaña al ver a su falso esposo sin camisa, en medio de la sala de espera, con todas las enfermeras y una que otra mujer esperando ser atendida, viéndolo con sorpresa e incluso admiración. Y es que apenas si había notado el cuerpo de Harold, ¡Dios! Era casi perfecto. No era musculoso, pero se notaba que se mantenía en forma. Por un momento se le ocurrió preguntar si él hacía ejercicio.
Él ni siquiera se percataba de aquellas miradas, puesto que lo único que tenía en la cabeza era el cómo estaba Emiliana, en sí ya había al menos despertado.
—Harold, estás... semi desnudo —le informó en un susurro, acercándose a él.
—Y tú en camisón. Creo que eso no importa ni una calabaza si nuestra hija está teniendo una reacción alérgica en estos momentos y no tenemos tiempo de pensar ni en qué demonios llevamos puesto, Victoria —le espetó, restándole importancia a su vestimenta, con un ligero tono de furia que daba a entender que no le parecía que ella estuviera pensando en ello en situación parecida.
—Pero... te miran. —Victoria se removió incómoda, señalándole con la mirada a las fascinadas espectadoras.
Harold la miró divertido, el ceño fruncido de ella lo hacía olvidarse de cualquier cosa, aunque claro estaba, Emiliana era lo más importante ahora, no pudo evitar preguntar:
—¿Estás celosa?
—Harold, no juegues con eso —se apresuró a decir ella. Sus mejillas de nuevo estaban rojas y calientes, eso arqueó más la sonrisa de él, pero ella solo pudo enojarse por sus tontas bromas de nuevo—. Eres un... Ash, ¿sabes qué? Olvídalo.
—No te molestes, cariño mío, todas pueden ver, pero solo tú puedes tocar, aunque claro, es cuestión de que tú lo quieras. —Las bromas de Harold la ponían cada vez más roja. ¿Por qué hacía eso? ¿Qué ganaba bromeando de tal manera?
Victoria no sabía si obligarse a ignorarlo o reprenderlo por sus cosas, pero le daba pena incluso mirarlo a la cara.