¡ Oye Vaquero! ¡eres de mi propiedad!

Capítulo 2

Cloe Casillas

 

Abro los ojos y los vuelvo a cerrar, pues no sé si es que estoy soñando, pero justo frente a mi rostro está mi papi sentado con una pequeña maleta en sus piernas, es negra y bastante barata, eso lo puedo detectar simple vista, pues soy excelente conocedora de moda y marcas.

¿De quién será?

 

—Que bueno que despiertas, Cloe, son las tres de la tarde, por favor toma un baño y colócate la ropa que está en esta bolsa y nada más, te espero en 30 minutos ni un minuto más —sentencio con determinación.

 

Resoplo sabiendo que me toca castigo la semana pasada conocí al semental sexi y no pude disfrutar con mis amigos asi que aproveche este fin de semana para estar con ellos, fuimos a otro bar y pues bebimos y bailamos hasta explotar nuestras tarjetas.

 

Sé que a él no le parece mi estilo de vida, pero como padre debe entender que necesito aprovechar mi juventud, crecer sin una madre cambia la expectativa de la vida, por supuesto que deseo formar una familia en algún momento, pero por ahora lo unico que deseo es pasarla bien sin compromisos.

Con desgano me pongo de pie y me introduzco en mi baño, me miro al espejo, mi cabello parece de locos, se ve seco y duro, de seguro me echaron bebida o quien sabe qué cosa tomo un relajante y rico baño por unos veinte minutos lavo mi cabello y lo desenredo dejándolo otra vez suave y brillante luego salgo sin siquiera secarme el cabello.

 Veo la ropa en la bolsa y frunzo el ceño, dentro hay unos jeans, una camiseta lisa sin gracia y unas zapatillas deportivas, pareciera que voy a hacer un trabajo donde me ensuciaré, no quiero poner la cosa peor asi que me visto con rapidez me miro al espejo y tomo mi labial favorito para colocármelo luego de comer algo. Voy hacia fuera esperando que mi papi me diga lo mismo de siempre y luego de pedirle perdón me deje ser.

 

Quiero que ejerzas tu carrera, que te esfuerces y bla, bla, bla, siempre es lo mismo. Paso por la cocina tomando una taza de café que está lista para mí junto a dos aspirinas, al menos con esto soportaré todo lo que pasaré este día.

 

—Gracias Greg eres el mejor—sonrió besando su mejilla, Gregorio es como una especia de nana en versión masculina, siempre me cuido y me consintió, sobre todo me apoyaba en mis travesuras.

 

—Me alegro de que bajaras tú sabes que te amo y espero me ayudes con esta importante encomienda —asiento algo preocupada y este camina llevándome hasta el auto subimos a la parte trasera mientras el chofer lo hace en su puesto e iniciamos un recorrido algo rápido, él no dijo nada lo que me tenía ya muy preocupada, sin embargo, sé que él es de pocas palabras cuando está enojado, cuando llegamos a nuestro destino es el aeropuerto, nos encaminamos por el área de privados y me avergüenzo de la ropa que traigo el chofer trae la maleta negra y barata y mi padre se detiene y me toma de los brazos.

 

—Aquí están tus cosas, solo necesitas eso y cuando el jet esté volando lee la carta que te deje allí te amo—se aleja indicándome subir y yo estoy cada vez más perdida, me quedo viendo a su dirección, pero este camina sin mirar atrás.

 No obstante, hago lo que me pide y en un pestañear ya estamos volando, asi que con los nervios de punta empiezo a buscar la famosa carta mi corazón está agitado, pues no entiendo nada de lo que hizo mi padre o con que objetivo.

 

Estoy tan nerviosa y la corazonada dentro me dice que no me gustara lo que va a suceder, justo cuando encuentro el sobre siento el amargo subir por mi boca y salgo lo más rápido posible hacia el baño para poder vaciar mi estómago.

 

Cerca de 15 minutos vomitando al fin puedo ponerme de pie, la azafata me ofreció agua y cuando la tomo puedo volver a respirar tranquila, regreso a mi asiento y cierro mis ojos.

 

—Señorita, hemos llegado—abro los ojos y miro por la ventana, no tengo ni idea a donde estoy.

 

—¿Me puedes decir donde estoy?—cuestiono y está asiente.

 

—Claro, estamos en el condado de Bandera, Texas, Estados Unidos—levanto la ceja con molesta, jamás he estado por estos lares.

—Su transporte la espera—suspiro y tomo la maleta que me tiende, creo que en ella no cabe ni tres de mis pares de zapatos.

 

Camino hasta llegar afuera y observo con recelo la vieja camioneta, un hombre mayor sale con una bonita sonrisa.

 

—Hola señorita Casilla, soy Vladímir, el capataz del rancho Las tres luces de Azul, espero que como compañeros de trabajo nos llevemos muy bien—expresa dejándome más confundida que nunca.

 

—Señor, esto se lo envía el señor Casillas al joven Jones—el piloto le entrega una pequeña bolsa y me subo a la camioneta cuando el primero me abre la puerta.

 

—Suerte señorita...

 

—Gracias, ya vamos Vladímir— demandé sería.

 

—¿Es lejos?—él negó ante mi pregunta y resoplé.

 

—En unos minutos llegaremos y Adiel te dirá lo que te toca hacer como empleada...

 

—Chico, ¿Qué dices? —grito ante lo que escucho.

 

—Bueno, discúlpeme, quizas entendí mal al llegar sabremos más —dice y asiento.

Me rio internamente al imaginarme a mí de empleada en un rancho, ¿qué carajos haría yo? Bañar gallinas.

El camino no es muy largo, pasamos por un pueblo donde casi no hay tiendas ni nada, me turba un poco todo esto, pero espero no estar mucho tiempo aquí o sin duda me dará algo.

 

 Después de un poco de camino recorrido y ver varios paisajes hermosos llegamos a una lujosa casa, se ve antigua, pero sumamente cuidada, su estructura es bellísima, sin temor a equivocarme diría que aquí viven personas pudientes igual que nosotros en Nueva York.

 

Mi padre es uno de los millonarios más reconocido aunque con poca fama por solo tener una hija, aunque me tiene muy oculta, ya que pocos conocen mi rostro.




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