ADVERTENCIA: NOVELA NO EDITADA, CON ERRORES. Proximamente la reescribiré.
Quizá lo correcto sea presentarme antes de comenzar a relatar toda mi loca existencia. Al menos puedo decir que no tiene mucho de aburrida, y eso es un punto bueno, supongo.
Reconozco que no se me da muy bien esto de las presentaciones, pero da igual, porque a término de cuentas en algún momento de la historia acabaran teniendo una imagen clara de quién soy... Y bien, creo que todo comenzó aquel día. ¿Qué día? Pues; lunes, sí creo que fue un lunes. Y en todo caso, qué más da si fue un jueves o un martes. Estoy un noventa y un por ciento segura de que el lunes pasó.
Partiré diciendo que nunca he sido una jugadora de Voleibol demasiado buena, en realidad siempre he sido bastante mala, pero ese día en clases de educación física me sentía particularmente bien, y sin ninguna razón aparente, los Dioses me habían bendecido y ésta vez yo no era la peor en el juego de Vóley.
Todo iba bien hasta allí, pero como la suerte va y viene, siempre se debe de tener presente el riesgo de que nuestra buena racha, en un abrir y cerrar de ojos se puede ver aplastada por una potente bomba de negatividad, y en mi caso, todo aquello acabó cuando sentí un fuerte golpe en mi cara. Una chica con buena puntería me había dado un pelotazo.
—¿Te encuentras bien?—Aún aturdida por el golpe, levanté la mirada viendo a la de buena puntería delante mío: Georgina Rivers. Ahora todo tenía sentido, definitivamente esto no era accidente, o al menos eso pensaba yo—. Oye, ¿te encuentras bien?—preguntó de nuevo, pero ahora la voz burlona fue evidente. Sí, ya decía yo que eso no era una simple casualidad.
La profesora detuvo la práctica, pero no se acercó a preguntar si quiera cómo me encontraba. Claro que esa era una de las tantas ventajas de ser Georgina Rivers.
Y bueno, ¿Quién recórcholis es esa chiquilla?, se preguntaran ustedes. Pues; "Gina" es una chica preciosa de cabello castaño claro, siendo algo así como un intento de rubia. Como la mayoría de los individuos que me rodean, esa niña era muchísimo más alta yo. Estimo que se hallaba redondeando el metro setenta, y pasando al tema de su personalidad, era un completo asco, pero ¡mira tú qué curioso! eso sólo era conmigo, ya que a ojos del resto, Georgina era una chica de lo más simpática.
Por supuesto, tampoco puedo olvidar mencionar que Gina era la sobrina de la maestra que curiosamente había hecho visto gorda a mi dramático accidente. Porque sí, pude haber perdido un ojo, una pierna, ¡incuso la memoria!
—Disculpa, te juro que no quise hacerlo—.Dijo ella con lástima, pero yo, ya estando acostumbrada y hartada de aquel berrinche que ella solía hacer para quedar bien, decidí rebelarme y cambiar un poco el curso de las cosas.
—Si tanto querías golpearme, para lo próxima podrías ser más directa. En serio, no me hago problema—solté, liberando al mismo tiempo toda la rabia acumulada. Esa chica llevaba años odiándome y yo no entendía por qué, ¿qué acaso nada más un día decidió que yo sería la única que no le caería bien?
—Oye, cálmate, Abigail, sólo es un juego—esa frase fue acompañada por una molesta risilla de niña pesada. Cuánto y qué fácil me estaba cabreando en aquel momento.
—¿Sólo un juego, eh? ¿Será que yo también puedo jugar entonces?—Y con eso me refería a estampar el balón contra su bonito rostro. ¡Diablos, sí! Estaba cabreada a niveles extremos. No me reconocía.
—¿Y eso qué quiere decir?—Gina puso cara de no comprender. ¿Qué ganaba haciéndose la buena? ¡Ah, verdad! Conseguía dejarme en vergüenza frente al resto. Pero, ¿qué más daba? Ella ya había logrado darme un buen de mala fama en el colegio. Podía aprovecharme de eso, seguirle el juego y darle un bello y merecido golpecillo.
—Que tengo muchas ganas de golpearte—dije. La sinceridad me salía sin más hasta por los poros. Lo cual estaba muy bien, porque desde chiquitos nos enseñan que la sinceridad es buena, ¿qué no?
—¡Winsley! ¿Qué ha dicho?—Escuché a mis espaldas la voz de la profesora. Y en ese momento pensé; ¿Por qué será que ha notado esto y no lo anterior?
—¿Yo? ¿Yo he dicho algo?—Hacerme la desorientada no era la idea más inteligente que había tenido, pero a esa altura ¿qué iba a hacer? Lo hecho, hecho estaba.
—Ha dicho que quiere golpearme, ¿la ha oído, verdad, profe?—Gina me acusó y por supuesto que todo el mundo acudió en su auxilio. Yo, en mi mente, maldecía por no haberme podido contener. Porque sí, a esas alturas ya debía de tener bien claro que las cosas no solían resultar bien para mí.
—Sí, por supuesto que la escuché—habló la profesora de gimnasia con voz firme y cruzándose de brazos frente a mí, haciendo que su metro ochenta me hiciera sentir como una pequeña hormiga indefensa.—Detención, Winsley, hoy después de clases.