Papá estaba en casa un sábado en la noche por primera vez después de dos largas semanas. Por lo que intuí, estaba solo, ya que cuando llegué lo vi sentado en el sofá más grande de la sala de estar mirando fijamente al televisor, luciendo levemente desaliñado y con bowls con restos de papitas a un lado en el sofá. Si Katherine estuviera en casa, seguro no se le habría permitido aquello, así que por lo mismo deduje que esta vez estaba solo en casa.
ㅡVen a sentarte un rato conmigo, hija, y por cierto, ¿dónde andabas? ya no tengo ni la menor idea de lo que haces ㅡcomentó empleando un tono cariñoso, pero al mismo tiempo preocupado.
Sonreí con los labios y me acerqué hasta él, echándome a su lado y abrazándole por la cintura.
ㅡFui a ver Matt, también estuve con Chris.
ㅡ¿Y esa bolsa? ㅡpapá pegó un pequeño y gracioso saltito en el sofá, apartándose de mí y aproximándose a husmear en la bolsa en donde guardaba las fotografías. No me alteré por ello, podía inventarle alguna excusa fácilㅡ. Sabes que soy sumamente curioso, fue mala idea poner este paquete tan cerca de mí, ¿no te molesta si miro, verdad?
Negué, aunque probablemente si hubiera dicho que sí no le hubiera importado mucho e igual hubiera husmeado en la bolsa.
ㅡ Hija... ㅡel semblante de papá se mostró serioㅡ No te cuestiono ni nada, pero... ¿cuál es el punto de llevar arena en una bolsa?
ㅡ¿Qué?
Le quité a mi padre la bolsa y revisé, efectivamente ahí no habían fotos. Sólo un poco de tierra gris, nada aparte y más bien aquello parecía polvo.
ㅡ¿Y bien?
Dejé la bolsa a un lado y fingiendo indiferencia me encogí de hombros mirando a papá.ㅡ Puede que haya sido una broma de Matt.
Él rió. ㅡAsí que ahora tú también caes en eso..., recuerdo que Matthew y tu hermano siempre se hacían bromas cuando eran niños... No había día en que uno no le jugara una mala pasada al otro, eran todo un caso esos dos de pequeños.
ㅡY aún lo son... crecen en tamaño, pero siguen siendo igual de tontos.
ㅡ¿Recuerdas que a ti te gustaba Matthew cuando eras niña?
Arrugué un poco mi frente al oír eso.ㅡ No... A mí nunca me gustó Matt..., lo recordaría, estoy segura.
ㅡEras muy pequeña... Hay muchas cosas de las que no te acuerdas.
ㅡComo mi madre, por ejemplo.
La expresión de mi padre se endureció apenas nombré a mi progenitora.
ㅡSí, como tu madre.
Siendo honesta no recordaba nada de ella. Cuando tuve ese encuentro extraño con el demonio, me hizo saber que ella había muerto por mi causa, pero eso no puede ser posible..., papa sabría, y no me ocultaría algo como eso, Christian también.
ㅡ¿Qué fue de ella?
Tal vez ahora podría aclarar en parte mis dudas, aunque me sentía un poco mal, pues sabía que el tema ponía bastante sensible a mi padre.
ㅡYa sabes, murió.
ㅡSí, sé que murió, pero no sé cómo murió.
Normalmente no le insistiría, pero es que últimamente han pasado tantas cosas extrañas que siento la necesidad de saber.
ㅡNo quiero hablar de eso, Abby.
ㅡPero...
ㅡPor favor, hija, ahora no.
ㅡEs que es desesperante el darme cuenta de que en realidad nunca la conocí...
ㅡSí la conociste.
ㅡPero no recuerdo absolutamente nada...
ㅡYa, otro día te hablaré de ella... Por mientras sólo puedo decirte que soy muy cobarde para contarte algunas cosas.
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Cuando papá se marchó al trabajo sentí la casa realmente vacía, y ¿qué digo? Realmente estaba sola, nadie estaba en casa..., papá trabajando de turno en el hospital, Katherine donde su madre, Bárbara ¡ni idea! Ella no hablaba conmigo a menos que fuera para molestarme y en lo que respectaba a mí ni siquiera le hablaba para pedirle que me alcanzara la sal en la mesa.
Siendo sincera, no me agradaba para nada tener que quedarme sola y menos de noche porque me recordaba a la vez en que el demonio me había atacado. Estaba paranoica, por consiguiente, mi cabeza maquinaba un millón de ideas locas y totalmente desagradables.
Cuando me vi frente a la puerta cerrada de mi cuarto, con las luces apagadas y escuchando ruidos desde dentro de la habitación, me aterré.
¿Podría ser acaso que Ben...? ¡No! No me meteré más malas impresiones a mi cabeza.
Suspiré, inhalé y exhalé con nerviosismo. Tenía la mano apoyada en el pomo de la puerta, pero me atrevía a abrirla. Sí, vale, había empezado a asustarme y más cuando volví a oír ruidos provenientes de mi habitación.
Chillé cuando el pomo de la puerta se movió sin que yo lo hiciera, mi mano seguía puesta allí, pero yo no había hecho nada para intentar abrir la puerta todavía.
Ésta se abrió y yo quedé paralizada, pero conseguí recomponerme de inmediato al ver que la realidad de la situación no tenía nada ver con lo que me imaginaba.