Tras el partido, los abrazos y comentarios a su nuevo grupos de fanes, se fue con sus amigos a descansar del largo día que había sido, no sin antes discutir sobre los derechos de los jugadores con algunos estudiantes que dudaban de sus estudios en las ciencias políticas.
Al llegar a su casa junto a Gabriela, lo primero que hace es tirarse en el sofá del salón y enviar un mensaje de texto a sus padres, que aunque no asistieran, siempre les interesaba saber de sus logros, incluyendo sus competencias, de las que no tenían duda que siempre alcanzara los mejores lugares. Gabriela dejó el bolso que colgaba de su lado en la mesita del centro y se sentó a su lado.
—¿Por qué siempre tan lejanos cuando hay juego? —le mira Karin intentando hacer un puchero—. E incluso ahora.
—Sabes el porqué en los juegos —Gabriela se acerca más a ella, hasta chocar sus hombros—. No me gusta semejante ruido, por eso no me acerco. Y ahora mismo, ¿hablamos de mi o de todos?
—No, sólo tú. Ven —extiende el brazo para atraerla más—. No llegaste al inicio, te sentí luego del segundo cuarto.
—Emm, sí, bueno, estábamos buscando el baño para Annies —se acomodó en su hombro, dejando que Karin subiera su pierna encima de sus muslos.
—Da igual, ¿cómo estuve? pienso que dieron una buena jugada esas chicas, e intimidaban a cualquiera.
—Intimidarían a cualquier jugadora normal —acariciaba sus dedos, mirándola a los ojos por segundos—, y estuviste bien, ya lo dije. Annies dijo que te luciste mucho.
—Debía hacerlo, estabas tú, y una panda de gritones esperando ver acción en una cancha de mujeres —dijó en voz baja con una sonrisa.
—¿Sabes? Me está molestando esa cara que tienes —aunque lo que pasaba por su cabeza era más que eso cuando la veía así—, y quiero arreglarlo.
—Pues hazlo. Además, aun me debes un premio —pusó el dedo en la boca de la chica antes de que pudiese interrumpirla—, por haber ganado ese juego.
Gabriela se levantó y se posicionó a horcajadas de ella, colocando ambas manos en sus hombros, sabía que eso le daba una sensación de superioridad, al menos hasta que Karin la tomó y jaló un poco de la cintura para acercarla más, dejándola a su merced, tomó un mechón de cabello y se lo llevó detrás de la oreja acercando sus labios para morder tiernamente su lóbulo. Gabriela se estremeció al tacto e inclinó la cabeza, recorriendo los tonificados brazos de su acompañante con sus manos, bajaba hasta encontrar sus manos, tomando una la llevó hasta sus labios para besar sus dedos, Karin gruñó un poco detrás de su cabello.
—¿Saltemos la cena y todo eso, te parece? —sugiere Karin a la vez que coloca los dedos en la barbilla para levantarle la cara hacia ella.
—Me encantaría pero sabes que no puedo. Tengo que estar mañana a las 7 am en la oficina con papá. —le susurra sin apartar la vista de sus ojos, esos increíbles y oscuros ojos negros, que la hacían perderse del mundo—, y si hago eso sé que luego no me dejaras salir de aquí —le devuelve una sonrisa.
—¡Demonios! —suspira lanzando su cabeza hacia atrás con desdén—. Es más fácil ganar un juego que una noche completa a solas contigo.
Gabriela ríe.
Aprovechando su fatiga, Gabriela lleva su rostro al cuello de la chica para luego comenzar a besarla, desde la mandíbula hasta llegar al hombro —Raras vez me lo pides, lo siento—. nota como Karin traga saliva y cierra los ojos para luego mirarla.
—No importa. Ya habrá otra oportunidad, por ahora... —con su mano izquierda tomó su nuca y la baja hasta ella—. Quiero esto —sus labios se rozaron pero luego se unieron en un beso, el cual ella respondió a ojos cerrados y acercando más su cuerpo para brindarle calor, sus bocas ondearon de un lado a otro hasta separarse para buscar oxigeno, con una sonrisa de oreja a oreja—. Al menos podré resistir toda una semana sin tenerte.
—¿Segura que podrás... con solo eso? —dijó jadeando, aun así solo se limitó a cerrar los ojos y a sentir la respiración de su compañera cerca de su mejilla.
—Entiendo que tú no puedas, así que solo dilo, preciosa —se burló Karin de ella, y luego se dispuso a un juego, rozar y besarla, le encantaba frenarla y luego acelerar el proceso, hasta que quedaron sumergidas en un profundo beso. Hasta que la noche pasara ocultando la verdad, lo que muchos creían era una relación de amistad que llegaba al conflicto diario, no era más que la fachada de un juego de verdades.
Al día siguiente, Gabriela ya se había ido a primera hora, se despidió con un beso en la frente y le recordó la presentación de Annies, pidiéndole como siempre que tuviera cuidado con sus patrullas nocturnas. Para cuando se hubo despertado del todo se cambio, vistiendo una sudadera gris con capucha, unos zapatos de trote y leggis entre abiertos por ambos lados de los muslos hasta la rodilla, su koala a la espalda y algunas pertenencias, la ruta sería diferente.
El día estaba un poco nublado por lo que ya llevaba una gran distancia recorrida y apenas se le veía sudor, cruzo una esquina y escucho unas voces más a lo lejos, se apresuro a alcanzar el lugar de donde venían.
Editado: 28.02.2018