No me cuesta mucho encontrar a Uriel dentro del jardín místico, ya que está exactamente en el mismo lugar que lo vi la primera vez. Suspiro y me acerco.
Pequeño blanco se reusó a entrar, lo que es muy obvio ya que pese a todo, él sigue siendo un pequeño demonio, así que lo deje esperando en la entrada ya que se rehusaba a dejarme e irse.
Mí alma está tranquila, como si nada hubiese pasado. Y por más que pienso en lo que acaba de pasar con Orión y Adda, no siento más que una pequeña punzada de preocupación. Y una fría determinación.
- Supongo que ya lo sabes. - digo, mientras tomó asiento al lado del arcángel.
Miro el paisaje que tengo delante de mí y cierro los ojos, bebiendo de esta paz que se que no durará mucho. Estoy agradecida de la claridad con la que este lugar te deja pensar. Aclara tu mente.
Y si pudiera sentirlo, sé que el miedo de volver a salir y enfrentarme a todo, está allí. Es lo único que tiene este lugar de malo.
Una vez que entras, no quieres dejarlo.
Uriel se queda en silencio unos momentos.
- Eso temo. - su voz es suave sin rastro alguno de fastidio u irritación.
Aquello hace que me relaje, pero claro, este lugar no deja entrar sentimientos negativos.
- Lucifer dijo que debemos esperar. - lo miro a los ojos sin pestañear. - ¿Qué dices tú? ¿Que deberíamos hacer?
Uriel se me queda viendo con cierto interés.
- Es curioso, Emma. Iba a preguntarte lo mismo.
Frunzo el ceño
- ¿Por qué a mí? - lo miro de reojo
Uriel mira a otro lado y sonríe, como si compartiera una broma privada. Luego alza su mirada al cielo
- Es increíble que si quiera lo preguntes. - aprieta los labios, conteniendo una sonrisa. - Porque si no recuerdo mal, fuiste tú la que derritió mí silla para que estemos a la misma altura. Y eso, Emma, significa que en este momento soy tu igual. - levanta las cejas. - Aquí nos hay jefes, ni rangos. Solos tu y yo. - inclina su cabeza hacia mí. - Y quiero conocer tu opinión.
Me quedo callada, tanto por la impresión como por la emoción que me provocan sus palabras. Y a la vez por el terrible peso que eso conlleva. Dos personas sentadas uno al lado del otro, deciden el próximo paso en el destino de la humanidad. Del mundo.
Pienso muy bien mis palabras. Analizo cada paso que hemos dado, lo que nos ha llevado hasta el ahora. Todo este tiempo hemos mostrado nuestras cartas, incluso antes que Los Mayores lo hagan. Queriendo estar un paso por delante cuando claramente ellos lo están.
Y Lucifer tiene razón.
Por más molestos, dólidos y asustados que estemos, hacer un movimiento en esta posición, nos comprometería mucho. Aún más cuando hay tanto en riesgo.
Apresurarnos al intentar acabarlos es un error. Porque ellos solo destruyen y se toman su tiempo, no tiene prisa. Son los malvados calculadores del cuento y nosotros estamos siendo los héroes predecibles. Siempre buscando formas de destruirlos.
Si Lucifer está en lo correcto....es hora de que ellos se muevan.
Y nos muestren donde dar el siguiente paso.
Uriel no dice nada en todo el tiempo que llevo en silencio. Simplemente espera paciente.
Suspiro.
- Debemos esperar. - digo, totalmente convencida. - Eso pienso.
Uriel ladea la cabeza y sonríe, haciendo un leve asentimiento.
- Entonces eso se hará, querida.
- Bien.
Sé que está reunión concluyó, pero aún así me quedo un rato más sentada, disfrutando de la silenciosa compañía de Uriel y pensando en Orión.
Paso mis dedos sobre la piedra del banco.
¿Que puede haberle ocurrido? Repaso nuestro último encuentro anterior a la misión de Adda y no encuentro nada fuera de lo normal, exceptuando nuestra pequeña e insignificante discusión por su reticencia a que vaya a la misión. Hago una mueca ¿Que probabilidades habrá de que eso realmente le haya fastidiado a tal punto de tratarme como lo hizo? Ninguna. Realmente Orión no es así. Su preocupación es incluso mayor a su enojo.
Recuerdo cuando él dijo que soy lo más importante que su vida misma.
Mí cabeza no encuentras posibilidades ni solución. Los Mayores no lo controlan, pues lo sentiríamos, ni mencionar que sus ojos siguen siendo del carmesí más hermoso y no de aquel amarillo sucio.
Sacudo la cabeza y decido consultarlo con Violet más tarde.
Me levanto, frotando mis ojos y sintiendo un cansancio superior.
- Que tengas una buena tarde, Uriel.- le digo al arcángel que me mira con suavidad
- Que tus sueños estén llenos de luz, Emma Blue.
Le sonrió y me voy, tomando mí tiempo al salir.
Cuando abro la puerta me detengo en seco.
Pequeño blanco no está, pero en su lugar puedo ver una diminuta mancha oscura.
Me agachó y la rozo con los dedos brevemente. Es una sustancia casi líquida, con fuerte olor a azufre.
Mis sentidos saltan en alarma y recorro con la mirada mi alrededor. Y allí a lo lejos, encuentro otra mancha igual. Un rastro de ellas.
Las sigo, con un nudo inexplicable en mí garganta. Llego hasta una habitación de entrenamiento que usaba con Sitael cuando vivía aquí. La puerta está cerrada pero puedo ver el líquido que se arrastran como una línea horizontal sobre el marco de la puerta. Como si al entrar, aquello se hubiese chocado contra ella a toda velocidad.
Veo sombras por debajo de la puerta y varias energías familiares me golpeán.
Mí mano tiembla cuando agarró la manija y abro la puerta.
Inmediatamente el olor hace que me cubra la nariz. Huele a muerte.
Mí madre me ve y su blancura se vuelve mucho más asentuada. Sus ojos están brillosos y dolor se refleja en ellos. Ella viene corriendo hacia mí y me empuja por la puerta, sin miramientos, sin palabras.
Pero antes de que pueda cerrar la puerta, veo a mí padre de espaldas a mí, agachado frente a la fuente de ese olor.