No sé cuánto tiempo, exactamente, ha pasado desde que estoy en esta jaula. Minutos...Horas...¿Días? No lo sé. Pero de lo que sí estoy segura es de no querer abandonarla, porque siento que esta jaula me protege de algo más que de el amo del infierno y el vinculo. Me protege de la verdad.
Cada vez que revivo las palabras de Lucifer, una furia e incertidumbre me abruman. Por otro lado me culpo a mi misma ¿Pero como podría haber sabido que el vinculo significaba, tambien, convertirme en su esposa? Y cada vez que lo pienso, más caigo en un pozo sin fondo y sin salida. Una abismo de oscuridad total, donde una pregunta detona en todos mis miedos:
¿Como librarme de esto?
Y cuando el pesar de esa pregunta se convierte en una silenciosa respuesta, no puedo evitar preguntarme...¿Cómo afectará esto a Orion? ¿Se lo abran dicho? Aunque sé que debo afrontar las consecuencias y la innegable verdad de esas preguntas, prefiero mirar a otro lado y dejar de ahondar en ellas. Porque me perderé y eso no ayudará a nadie. Porque lo hecho, hecho está. Y no hay nada que pueda hacer respecto a lo sucedido, salvo concentrarme en lo que tengo delante.
Este vinculo entre Lucifer y yo.
Si es verdad lo que él dice...que estamos conectados de modo que uno siente lo mismo que el otro, podría usarlo como ventaja. Encontrar una forma de maipularlo a traves del vinculo. Usar sus emociones en contra. Aunque dudo que mi plan sea tan fácil como me lo planteo. Gruño y me acomodo, poniendo acercando las rodillas a mi cuerpo y apoyando el mentón en ellas.
Las antorchas comienzan a apagarse y el lugar se vuelve más frío en segundos, hasta estar en completa oscuridad. Respiro pesadamente y un miedo reciente se hace presente, susurrando en mi oído y helando mi sangre. Un miedo nacido de la oscuridad, del infierno. El miedo a perderme en la negrura. Cierro los ojos, procurando calmar mi corazón acelerado y el pánico que amenaza con desbordarse.
- Por favor, que vuelva la luz. - cierro los ojos, enterrando mi cara en mis rodillas, apoyándome en los barrotes.
De pronto la luz resucita. Las antorchas se prendieron y el calor inunda el lugar como una ola. El miedo retrocede y me agarro fuerte a mi misma.
- Tranquila. - dice una voz
Alzó la cabeza y es cuando veo como Beleth se acerca a la jaula. Lleva una camiseta blanca y jeans negros. Pero lo que me llama la atención es la llave de metal que tiene en la mano. Lo miro expectante
- ¿A donde me llevaras? - preguntó, con la pequeña esperanza de que por alguna razón, haya decidido ayudarme a escapar.
- Mi amo ha decidido que ya has tenido suficiente tiempo aquí. - toca los barrote y la posibilidad de huir se vuelve una mera ilusión arrojada a la basura. - Te llevare a tu habitación.
No puedo evitar levantar las cejas, sorprendida. Después de todo y mis obvios deseos de matarlo, pensé que iba a ser encerrada en una celda, vagamente limpia. De hecho, me había preparado mentalmente para cualquier escenario...menos para este. Hospitalidad y confort no son palabras con las que definiría a Lucifer. Y hablando del rey de roma...
-¿Dónde está él? - miro de reojo al trono de piedra, por si acaso se aparece.
- Eso es algo que no puedo revelarte. - dice y se da la vuelta caminando hacia uno de los túneles - Sígueme.
Frunzo el ceño a su espalda, sopesando las opciones de salir corriendo. Luego de unos segundos, suspiró y lo sigo. No tiene caso. Sí padre ni todos los mejores brujos del mundo, no pudieron encontrar este lugar ¿Que me hace pensar que yo puedo encontrar una salida? Sería tentar a mi suerte.
Caminó unos metros detrás de Beleth, fantaseando sobre las probabilidades que tengo contra él. Porque decir que estoy enojada es quedarme corta.
- Sé lo que estás pensado. - dice, mirándome sobre su hombro.
- No creo que siquiera te lo puedas imaginar. - aprieto mis labios.
Seguimos caminando en silencio hasta encontrar una puerta en medio del pasillo, prácticamente incrustada en la pared, con símbolos tallados en madera y sus marcos pintados con rojos "O al menos espero que sea pintura" Me estremezco. Algo de esta entrada me hace recordar a la puerta del infierno y de alguna manera siento que al entrar en ella, no hay vuelta atrás. Beleth se queda a unos pasos y mueve la mano. La puerta se entreabre y puedo ver luz. Prácticamente saltó de alegría en mi interior.
- La comida te espera dentro. - dice Beleth y se frota la nuca - Pasta con salsa de mariscos y cerezas.
Mi estómago gruñe y mi boca se hace agua. Mi comida y fruta preferidos. No es coincidencia.
-¿Como... - lo miró sacudiendo la cabeza. Jamás se lo había dicho a nadie, salvo Jessica.
Se aclara la garganta y corre su cara, pero no antes de que pudiera ver como sus mejillas se coloreaban un poco.
- Era lo que llevabas a cada almuerzo en las jornadas más largas de clases. - levanta las cejas - Claro que por algún tiempo pensé que no tenías nada más para comer y eso era todo lo que podías comprar... - me cruzo de brazos y él abre los ojos - Pero después, cuando fui a tu casa y de haber revisado tu cocina, entre otras cosas...Encontre la lista de preparación de aquella comida, garabateada con corazones y esas cosas. - hace un gesto con la mano - Supe que debía ser tu favorito. Y las cerezas...bueno, supongo que acerte. - se mete las manos en los bolsillos del jean.