Mis pies se sientes pesados, como pegados al piso. Mi nerviosismo aumenta con cada respiración.
Miro las puertas de metal a unos centímetros de mi, de unos dos metros de largo, relucientes y pulcras. Aprieto los puños y me concentro en este encuentro que podría resultar en el futuro que temo, o el que me hará libre.
El ángel de cabellos negros se adelanta y como si sintiera mi indecisión, empuja las puertas, abriéndose por completo con apenas un quejido. La luz del otro lado por poco me cega pero pestañeo varias veces hasta acostumbrarme.
La visión del lugar me deja asombrada y hace que me quede sin aliento. El lugar de reunión es un jardín. Un jardín rodeado por lo que parece un domo de vidrio, dándole el aspecto de un invernadero inmenso. Y desde mi posición puedo ver la niebla blanca que se encuentra del otro lado del cristal y nada más, como si esta habitación fuese otra dimensión. O tal vez un lugar espiritual.
El ángel, exasperado, me hace una seña para que entre y luego se da la vuelta para irse, sin una palabra. Frunzo el ceño pero le hago caso. Fuerzo a mi cuerpo a moverse y cruzar el umbral. Inmediatamente mi nerviosismo desaparece y toda inseguridad se esfuma, sustituida con la sensación de paz y tranquilidad. Mi mente sabe que debería entrar en pánico por este cambio tan repentino, pero no logro más que un solo suspiro tembloroso, así que cierro los ojos calmando mi corazón y cabeza para así poder acostumbrarme al ambiente y hacer lo que vive a hacer. Me enfoco en encontrar a Uriel y eso hago.
Vago entre los árboles, escuchando el cantar de los pájaros. Me tomo mi tiempo y admiro las distintas variedades de flores, aromas y los insectos que aparecen en mi vista. Es como si este lugar no tuviera fin y aun así, esta cubierto.
Sigo caminando, manteniendo un ritmo lento y tranquilo, porque realmente no tengo apuros y disfruto de este paisaje que es el primero que veo desde hace dos meses. Llegó hasta dos arbustos de casi mi altura y los esquivo. Me detengo. Porque allí, a unos metros, se encuentra Uriel, sentado en un banco de plaza blanco, vestido con una túnica celeste. Su cabello plateado esta sobre uno de sus hombros y sus rasgos son divertidos mientras le da de comer a una pequeña ardilla que esta a us pies.
Avanzó un paso y el animal huye, corriendo y trepa a un árbol, escapando de mi vista. Uriel levanta la vista y me ve. Y una vez más, su belleza es alucinante. El arcángel palmea el lugar asu lado, invitándome a reunirme con él. Me cacheteo mentalmente y aun sin sentir temor, camino hasta donde se encuentra y me siento a su lado. No lo miro y mis ojos se enfocan en la vista que tengo delante, siendo completamente consciente del arcángel a mi lado. "Lo estás evitando, Emma. Pero la conversación debe comenzar" Y aunque el silencio que hay entre nosotros, no es incómodo ni desagradable, le hago caso a mis pensamientos y no pierdo el tiempo.
- ¿Qué es este lugar? - pregunto, queriendo tantear terreno y saber que tan dispuesto a responder y cooperar esta. Y es que por alguna extraña razón, no puedo sentir su energía, esa que antes me dejo abrumada y ahora es como si no existiera. Casi como si estuviese hablando con una persona común y corriendo.
Uriel sonríe un poco, como si ya se esperará esto.
- Mi santuario. - dice y su voz melódica me hace estremecer. - Seguramente ya lo has notado. Todo lo pesado que traías contigo, ha desaparecido. Porque eso es lo que hace este lugar. - me mira y sus ojos me hacen sentir desnuda. Como si pudiera ver hasta mi alma. - Llama todo lo que eres sin el peso de tus emociones negativas. Y cuando entras, eres un humano más, sin energía, sin nada. Crei que seria una buena idea hablar aqui. - pestañea lento. - Para tu bienestar y mi seguridad.
Y lo comprendo. Su respuesta es la pieza que faltaba. Uriel me hizo venir aquí para que nuestras posiciones no se vean comprometidas. Mi temor por lo que pueda pasar ya que él conoce el secreto de Los Mayores y mis inseguridades por ser el arcángel de la verdad, todo desaparece para poder mantener una conversación normal. Como dos personas sin nada que ocultar, más que solo el deseo de que las cosas se arreglen. O al menos eso por mi parte.
Proceso su respuesta, excavando en una cosa. Ahora es mi turno de mirarlo fijamente.
- Te lo agradezco. Pero no te dañara y creo que lo sabes. Estás seguro, tu mismo lo dijiste. Este lugar anula todo lo negativo. - estoy impresionada porque las palabras me salgan tan fluida y sinceras. Tan correctas. "Debe ser el efecto de este lugar, también"
Él sacude la cabeza lentamente.
- No me refiero a esa seguridad. - dice y en sus ojos brilla la diversión como si estuviese teniendo una broma privada. Ladeo la cabeza, confundida. - Veras, Emma. Los seres de maldad no entran aquí. - alarga la mano y roza la mía. - Y aunque todos tienen emociones oscuras, son solo temporales. Pero la oscuridad que mancha el alma, jamás desaparece. Y si alguien tuviera incluso una pizca de maldad, no podría entrar jamás. - me mira de reojo. - Mi seguridad recaen en eso. Alégrate, Emma Blue.
- ¿Que significa eso? - digo tranquilamente y sus palabras tiene un toque de doble sentido.