Un sonido hace eco a lo lejos. Un pitido que se va haciendo cada vez más fuerte. Y comienzo a sentir mi cuerpo liviano y la suavidad debajo de él. "Despierta, Emma"
Abro los ojos y el sonido de la alarma me hace gruñir. Mi cabeza palpita y estiró la mano para apagar el endemoniado aparato. Suspiro y me doy vuelta, mirando al techo de mi habitación. La angustia toma forma de nudo en mi garganta. "¿Porque me siento así?" Frunzo el ceño, pero cuanto mas pienso, mas aumenta el dolor de cabeza.
Tirso se lanza sobre mi y se acomoda a mi lado, sacándome de mis pensamientos. Rio y le acarició detrás de las orejas y él ronronea.
- ¿Emma? - la voz de mi madre se escucha del otro lado de la puerta. - ¿Estás despierta?
- Si. - grito para que me escuche. Me siento sobre la cama y Tirso se queja.
- Cuando estés lista, el desayuno ya esta preparado. - dice
Sonrió.
- De acuerdo. - le respondo y luego me estiro.
Escucho sus pasos desaparecer, bajando las escaleras. Después de un segundo, decido ducharme. Voy hacia mi armario y elijo la ropa que me pondre despues. Un top rojo y un jean azul son mis elecciones, junto con mis zapatillas preferidas. Los dejo sobre la cama y me dirigo al baño.
Diez minutos después, estoy secando mi largo pelo. La bola de angustia perdura y me pregunto si me estaré olvidando algo. ¿Tareas? ¿Exámenes? No lo creo. Entonces ¿Qué es?
Agarro mi mochila y junto todos los libros para las clases de hoy. Le doy un beso en la cabeza a Tirso, abro la puerta de mi habitación y bajó las escaleras rápidamente.
Como casi siempre, mis padres están sentados, esperándome para desayunar como siempre. Dejó la mochila en el sofá y voy haci la mesa.
- Perdón por haber tardado. Me entretuve en otra cosa. - por no decir que hay algo que me molesta intensamente pero no se lo que es.
- No te preocupes, cariño. Toma el cafe antes de que se enfríe. - dice mi madre y se sienta a mi lado, echándole una mirada a mi padre, que esta leyendo un libro. - También te lo digo a ti, Miguel. - inquiere ella
Mi padre, Miguel, prácticamente arranca la mirada de su libro y pestañea hacia mi madre. Con sus ojos marrones y piel bronceada casi ni pareciera que somos familia. Pero mi madre dice que herede un poco de su carácter obstinado y firme.
- ¿Me hablaste, Lilith? - sonríe avergonzado dándose cuenta de la mirada de mi madre. Ella levanta las cejas y sacude la cabeza, exasperada. Mi padre me mira como pidiendo ayuda y yo me encojo de hombro, conteniendo mi risa.
- Solo toma el cafe. - dice ella.
- Por supuesto. - frunce el ceño. - Pero ya se ha enfriado. - dice y aprieta los labios.
Miro a mi madre de reojo y ambas nos reímos. Las mañanas son las más divertidas.
- Oigan. - protesta mi padre pero cuando ve a mi madre riendo, su mirada se ilumina como cien fuegos artificiales y hay amor en ellos.
Mi madre lo mira y sonríe, estirando la mano por encima de la mesa y agarrando la de mi padre. Ambos se sonríen y el ambiente entre ellos es abrumador. Algo casi mágico. Mi padre acaricia con el pulgar la muñeca de mi madre y ella se sonroja ligeramente.
Toso ruidosamente, llamando su atención y rompiendo el momento.
- Niños presentes. - rio, pero la verdad es que adoro verlos así. Tan felices y enamorados.
Mi padre levanta una ceja.
- Vamos, como si no tuvieras alguien especial.
Ladeo la cabeza, confundida.
- No lo tengo. - digo y frunzo el ceño, mirando a mi madre. Ella mira a otro lado, haciéndose la desentendida. - ¿Qué le dijiste?
Ella abre mucho los ojos y hace un gesto despreocupado con la mano
- Oh bueno, es que últimamente ese chico... - se levanta y comienza a levantar los platos. - William era. Pasa mucho tiempo contigo. - se encoge de hombros.
Mi padre se levanta en sus dos metro, le saca los platos de la mano a mi madre y le da un beso en la frente.
- Siéntate, lo haré yo. - dice y ella asiente, volviendo a mi lado nuevamente.
Estoy con la boca abierta. Niego ferozmente con la cabeza
-Porque es mi amigo. - exclamo, sorprendida de que siquiera piense asi de William y yo. - No hay nada de nada. - niego y sonrió. - Todavia no llego esa persona especial. - digo entre comillas la última palabra.
Mi madre levanta las manos y asiente, rindiéndose.
- De acuerdo. Prometo no fantasear hasta que me cuentes algo. - dice y me guiña el ojo.
Pongo los ojos en blanco y es que por más que parezcamos dos copias, somos muy diferentes en varios aspectos. Pero aun así, ella sigue siendo mi madre y mi mejor amiga.
La bocina del autobús suena de repente y salto de la silla. Voy corriendo y agarro mi mochila. Me dirigo a la puerta, pero antes me giro para saludar a mis padres.
- Ya me voy. No vemos en la tarde. - agarró el picaporte y abro la puerta. - Suerte en sus trabajos. Los quiero.