El doctor inclinó la cabeza sobre los papeles que tenía sobre la mano, Emely se concentró en la cabeza calva del doctor y escudriño sus lentes con mucho interés, intentaba separarse del momento que estaba viviendo, aunque las lágrimas ya corrían por su cara, el semblante del buen doctor era de tristeza.
—Emely, tenía la esperanza de que no fuera lo que pensé, pero lo siento. Tienes cáncer.
Ella cerró los ojos y se quedó inmóvil viendo en su mente los rostros de sus hijos: Damián de siete años y de Alicia de cinco. Eran lo único que tenía en la vida y ellos a ella.
—¿Qué tan malo es? —pudo preguntar con un hilo de voz.
El hombre frente a ella suspiró y negó ligeramente con la cabeza mientras apretaba los labios.
—Bastante malo. Buscaré a unos colegas amigos, expertos, consultaremos y buscaremos todas las opiniones necesarias.
—Tan poco tengo tanto dinero, el seguro no lo cubrirá.
—No te vayas a preocupar por eso, les preguntaré como si de un caso de curiosidad médica se tratara. ¿Tienes algún familiar con el que te gustaría que hable? Se vienen muchas pruebas, exámenes y hay que hablar del tratamiento.
Emely negó y tosió sobre su mano.
—No. Solo tengo a mis hijos.
El doctor Andrés, un hombre mayor y de trato amable y divertido chasqueó la lengua y la miró compasivo.
—Sola no puedes, debes buscar a alguien que te ayude, deberás buscar al padre de tus hijos, mira que sé que puede ser difícil, tengo dos divorcios y cuatro hijos, dos hijos de cada matrimonio, al final, esas mujeres son familia, son las madres de mis hijos, ¿entiendes? Busca a la familia de él si es que el hombre no quiere nada con sus hijos. Sola no podrás pasar por esto, Emely.
—Son hijos de padres diferentes.
El doctor alzó las cejas.
—Los dos no pudieron salir ratas, búscalos. Sé que no tienes familia, pero vecinos, amigos, Emely, sola no.
Ella afirmó y sonrió con debilidad al doctor. Salió de ese consultorio y caminó por el centro antes de atreverse a subirse a un autobús y regresar a casa. Caminando entre la gente en la calle no lloraría, sentía que debía mantenerse fuerte, tener la cabeza fría y pensar.
No solo era que sus hijos eran de padre diferentes, es que además, ellos no sabían de la existencia de esos niños. Cualquiera pudiera pensar que Emely era ese tipo de mujer que entran en guerra con los hombres, o que era egoísta y por eso nunca le dijo a esos dos hombres en dos momentos diferentes que, estaba embarazada.
Al padre de Damián lo conoció en la universidad en su segundo año de estudios, él estudiaba derecho y ella administración, él pertenecía al grupo de los niños ricos privilegiados que vivían en zonas exclusivas y con promedio alto de rendimiento en la universidad, Augusto Melet era hijo de Marciano Melet, un importante ministro del país y la hija de un empresario adinerado, era el mayor de dos hijos y la estrella de la familia, era el futuro de los Melet. Ella solo era la hija de un humilde mecánico.
Su relación se dio a escondidas, nadie en la universidad sabía que se veían, nadie podía saberlo y ella aceptó porque él la encandiló con sus ojos azules y su cabello rubio, sus palabras bonitas y su mirada enamorada, le decía que sus amistades y familiares no entenderían, que una vez su relación hubiese durado más, lo diría a todos, pero ese momento nunca llegó, porque cuando supo que quedó embarazada de él, le preguntó cómo reaccionaría bajo una situación hipotética de embarazo.
—¿Y si me quedara embarazada? ¿Cómo haríamos? ¿Qué dirían tus padres?
—Ni lo digas en juego, eso no puede pasar, mi padre tiene aspiraciones políticas, no puedo andar por ahí con un hijo fuera de matrimonio —dijo de forma descuidada mientras bebía una cerveza de la nevera de Emely.
En su cabeza quedó la frase: «fuera de matrimonio», así que investigó con ahínco a su novio secreto hasta descubrir que se casaba a finales de año con la hija del alcalde de turno. Su mundo se vino abajo y entendió que no podía decir nada de su embarazo; hizo sus maletas y se fue de la ciudad, dejó los estudios y comenzó una nueva vida lejos de allí.
A Mirko Argos lo conoció en esa nueva ciudad cuando se mudó, cuando Damián cumplió el año se cayó sobre una botella de vidrio en su pequeña celebración de cumpleaños y debió correr a la clínica de emergencia, allí la atendió Mirko, era el medico de emergencias y apenas se vieron sintió una conexión con el guapo doctor de cabello negro y ojos marrón claro, que fuera madre soltera no fue impedimento para que Mirko la sedujera.
Después de algún tiempo de relación, Emely descubrió que estaba embarazada, entonces se sintió más a gusto, Mirko no era casado, ni tenía novia, estaba soltero y en una relación exclusiva con ella. Quiso tentarlo sobre ser padre y salió haciendo sus maletas.
—¿Te gustaría ser padre? —preguntó sonriéndole mientras acariciaba su cabello.
—Lo seré, Damián será mi hijo, yo no puedo tener hijos, Emely, soy estéril —dijo muy seguro, a ella se le borró la sonrisa del rostro y se puso tensa.
—Pero y si estuviera embarazada.
—Seria el fin de nuestra relación, porque no puedo tener hijos, significaría que es el hijo de alguien más. Soy médico, sé.
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Editado: 09.07.2023