Era otro día que faltaba al trabajo, otro día que intentaría tomar el valor suficiente para preguntar por Augusto Melet en la recepción de Camel Enterprise.
Era casi medio día, aunque estaba nublado, una brisa fría azotaba la chaqueta que llevaba así como sus cabellos castaños que los llevaba sueltos, se puso la mejor ropa que consiguió en su ropero: un pantalón de vestir negro, tacones de tres centímetros en color negro, camisa blanca y una chaqueta a juego con el pantalón. Cruzó la puerta del enorme edificio y miro a los lados sin decidir hacia dónde ir.
—¿Disculpe? ¿La puedo ayudar? —le preguntó un hombre alto con uniforme de seguridad.
—Busco la recepción, quiero hablar con el señor Augusto Melet.
Él hombre sonrió burlón.
—Claro, todos quieren eso. Sí trae una hoja de vida, déjela en la recepción. Está a la izquierda junto a los ascensores.
—Gracias, pero no es trabajo lo que busco, de verdad necesito hablar con él.
—Mire, él no atiende a nadie sin cita, si quiere haga una cita con su asistente, y nada más le digo que, hablar con el asistente es ya bastante difícil.
—Entiendo, es algo personal, lo conozco de la universidad.
Negó.
—Entonces tal vez sea más fácil que hable con su esposa, tiene una boutique al otro lado de la calle, por lo general está allí.
—Gracias, muy amable.
—No se preocupe, es información que todo el mundo maneja, entrar a ese sitio es difícil, la seguridad es férrea y ella no es tan accesible, le doy una opción nada más.
—Es urgente, ¿cómo puedo hacer para hablar con él?
—Su padre inició campaña política la semana pasada, a veces el señor Augusto lo acompaña, allí sí deja que todos se acerquen y habla con todos. Solo entonces, el próximo evento es en dos días en Cañaveral.
Suspiró frustrada.
—Gracias, ya veré que se me ocurre —dijo y se dio media vuelta.
—Disculpe, me puede dejar su número y cuando lo vea se lo doy, por si acaso.
—Gracias, sí, por favor —respondió emocionada, le dio su nombre y número al hombre, que lo guardó y le repicó pidiéndole que lo guardara.
—Igual, puedo llamarla por si quiere tomarse un café —dijo nervioso.
Emely se puso tensa y lo miró mal.
—Mire, no se aproveche, le di el número porque es una emergencia.
Él hombre afirmó.
—Lo siento, siento mi atrevimiento, pero por si acaso.
Ella negó y lo dejó atrás, regresó a casa un poco cansada ya, era la tercera vez que intentaba hablar con Augusto, le dejó mensajes en sus redes sociales, le envió correos, lo esperó varias veces a la puerta de la compañía, ahora al menos sabía que la boutique de su esposa estaba cerca también.
Al llegar a casa sus hijos saltaron sobre ella llenándola de buena energía. Beso en la mejilla a Alicia y a Damián.
—Mami, Damián no calentó la comida que dejaste, me la comí fría.
—Tú hermano se cansa, mi niña, a veces se le olvida, paciencia.
—Perdón mamá, es que mi abuelo estaba malito.
Ella afirmó y acarició sus cabellos.
—Lo sé, gracias por todo, hijo, ¿Ya se le bajó la fiebre?
—Sí, debe estar dormido.
—Voy a verlo —dijo y los dejó jugando en la sala.
Abrió la puerta y su padre leía un libro sentado en su cama.
—Creí que descansabas, ¿cómo te sientes?
—Bien, hija. Estoy cansado de no hacer nada, al menos quiero leer. ¿Cómo te fue a ti?
—Nada que consigo hablar con Augusto.
—No me contaste como te fue con el padre de Alicia, el médico.
Emely suspiró y se sentó en la cama junto a su padre.
—Se puede decir que bien, habrá abogados, jueces, exámenes, pero ya sabe que tiene una hija y sabe que lo que quiero es que se ocupe de ella económicamente.
—Bien, ¿cómo lo tomó?
—Mal por mí, porque se lo oculté, pero se emocionó cuando vio su foto, debo hablar con ella y con Damián.
—Sí, es necesario.
—En cualquier momento deberé comenzar los papeleos y exámenes y ella se va a preguntar cosas, Damián también.
—Pero a Damián le has explicado.
—Solo le dije que su padre no sabe que él existe, que se me ha hecho difícil ubicarlo, pero le dije quién era y qué hacía. Qué claro que tiene un padre, todos los niños lo tienen.
—¿El médico se molestó mucho?
—Se veía decepcionado, me reclamó que le quité los primeros años de vida junto a la niña.
Su padre sonrió.
—Eso es bueno, Alicia estará contenta de tener por padre a un hombre al que eso fue lo primero que se le vino a la cabeza. Tengo buen presentimiento con él.
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Editado: 09.07.2023