Palabras Al Viento

CAPÍTULO 10.

No lo vuelvo a hacer. Fue lo único que pensó Eloisa al recibir el sol directo en la cara y cubrirse con las cobijas para eliminar ese molesto resplandor. Escucho a lo lejos el sonido en la cocina, fue lo que  la impulsó a levantarse.

 

-¿Ahora que estás haciendo?- le preguntaba a Liz. 

-El desayuno que más.

-Muy bien- Se dispuso a poner la mesa mientras que ella terminaba de la preparación del desayuno. Que para esa hora sería almuerzo o una comida. 

 

Mientras degustaba su fruta, jugo, café, pan y unos omelette. Se ponían al día, algo que no pudieron hacer en la noche. Recordaron ese molesto suceso con el borrachales y el gran encuentro con Luis.

 

Quedando a volver a verse, Eloísa decidió irse a su departamento a media tarde para preparar para la semana laboral. Cuando llegó vio un carro afuera de su casa, al reconocerlo sólo una sonrisa se instaló en su rostro, era Ernesto. Bajo corriendo para lanzarse a sus brazos. Teniendo la seguridad de que estaría ahí para atraparla.

 

Así fue, pero no espero el fuerte abrazo, el cual se volvió molesto y doloroso. Deshaciéndose de sus brazos lo tomó de la mano para entrar a su casa. Una vez que cerraron la puerta la tomó de los brazos y la estampó contra la pared. 

 

-No vuelvas a desaparecer de esa forma. ¿Me entiendes?- la volvió a estampar contra la pared para después tirarla al piso.  Desde el suelo lo veía sorprendida y temerosa, por no saber qué causó esa reacción. Pasaron unos minutos en los cuales solamente se veían a los ojos.

-Chiquita, tú tienes la culpa de que te haga esto - sin apenas esfuerzo la levantó, pasando sus manos sobre los brazos donde se empezaban a formar unos cardenales.

El empezó a contar sobre el día que no habían estado juntos. Nunca se dio cuenta que ella no le prestaba atención. Veía a una persona totalmente diferente, donde estaba esa persona delicada y sobre todo de la persona que amaba.

Después de que terminará de conversar y viera que no se movería de ahí. Acordando que pasaría por ella en la mañana. Se despidió dándole, un beso en la frente. Soltando el aire que no sabía que lo contenía, recogió la bolsa que aún seguía tirada. Buscando el celular, no sabía a quién llamar.

 

Se levantó lentamente, mientras caminaba hacia su cuarto barajaba las posibles personas a quien podría llamar. No sabía porqué pero era necesario, escuchar la voz de alguien. Deteniéndose sobre sus pasos, se sorprendió cómo pudo venir a su memoria él, ya tenía mucho tiempo sin estar él presente. Manuel, ese nombre que lo había dejado en lo más recóndito de su memoria. 

 

Una vez decidida prendió el celular percatandose que se quedo sin bateria. Lo conecto, sentándose sobre la cama y recordando cada una de las palabras de Ernesto, desde su actitud y cada uno de sus movimientos. Verificó que tuviera la pila suficiente para revisar el celular. Fue inmediatamente bombardeada por mensajes de voz, watts y hasta mensajes de texto. Todos ellos de Ernesto, preguntando si estaba bien y que le avisara cuando estuviera en casa. 

 

Siguieron llegando sumando a más de 200 mensajes, una cantidad exorbitante. “Por eso estaba molesto. Se preocupo y yo tuve la culpa. Si me ama” Con ese pensamiento se durmió, más tranquila. planeando una manera de contentarlo y sobre todo disculparse por preocuparlo innecesariamente. 

 

Después de tanto pensarlo ya supo cómo contentar a Ernesto, algo sumamente sencillo, vestir como le gusta, salir a comer. Ese sería el plan pero primero la ropa. Decidió por una falda entubada negra que se entaballa a la perfección a sus cuerpo, delineando su piernas largas, que no las había pensado en ellas de esa forma, una blusa sencilla pero elegante que realzaba la falda y su elegancia. Todo ese atuendo con un maquillaje sencillo y con el cabello recogido a la nuca dejando unos mechones sueltos para que no se viera tan formal.

 

Viéndose al espejo le encanto como había quedado, el dilema de todos los zapatos, mientras que ella prefería unos cómodos zapatos para todo el día, pero en esta ocasión tenía que ser diferente. Se decidió por unos altos que hacían juego con su blusa. Mientras se daba el último retoque, sonó el claxon que anunciaba la llegada de él. 

 

Corriendo hacia la entrada y aun con los nervios en punta, por si era la mejor elección, respirando profundo tomó su bolso y salió al encuentro de Ernesto. El se encontraba revisando su celular, caminó con cuidado porque no era una experta en manejar esa altitud de tacones.   




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