-¡¿Qué haces?!
- Un pajarito me dijo que necesitabas apoyo - Gilberto con una sonrisa de lado tomó las cajas y camino hacía la entrada donde estaba un carro estacionado -Sube, pondré esto en la cajuela.
Eloisa aún sorprendida subió en el asiento de copiloto, no entendiendo cómo había llegado justo es el momento que más lo necesitaba. Tendría mucho que platicar, pero sabía que ella era la que tendría que dar más explicaciones.
Sin decir una sola palabra, emprendieron el viaje no sabía hacia donde pero era necesario moverse de ahí. Ese silencio que era sumamente cómodo entre ambos y más ahora que lo necesitaban para pensar. Eloisa lo veía de soslayo, queriendo preguntar tantas cosas, manejaba con una mano al volante y otra por fuera de la ventana, no entendía cómo podría hacer eso, ella siempre tenía las dos en el volante.
Gilberto sentía su mirada que lo inspeccionaba, quería preguntarle tantas cosas pero sabía que si la sometía a un interrogatorio lo único que conseguiría era que no le dijera nada y eso no estaba dispuesto a que sucediera. No sabía a dónde la podría llevar para que hablaran tranquilamente y más por las sorpresas que tendría que decirle.
En un alto, volteo a verla y tomando su mano que descansaba en su pierna. La beso en la palma, lo cual sorprendió a Elo. Se quedaron mirando fijamente a los ojos, diciendo millones de cosas pero sobre todo ser conscientes que estaban ahí el uno para el otro. El hechizo fue roto por los claxon que sonaban para que avanzarán porque el semáforo había cambiado a verde. Sin soltar la mano siguieron su camino, ahora más que nunca le gusto que ese carro fuera automático.
-Me gustaría ir a mi casa - Con un tono despreocupado hablo Eloisa mientras veía la ciudad por la ventana.
-Sus deseos son órdenes.
Al llegar al departamento, colocó la caja con sus cosas en una mesa que hacía en ocasiones de escritorio, pero ahora estaba completamente limpia y se podía apreciar una gran vista de la ciudad.
Conociendola bastante bien y no queriendo perder el tiempo, decidió pedir comida. Una pizza y un spaguetti. Recorrió el departamento, sabía que había algo raro, pero no encontraba que. Revisó la sala, la cocina, los libros que se encontraban en el gran librero de pared a pared.
-Perdón, pero necesitaba un baño.
-No te preocupes - Gilberto le quitó importancia con la mano- la comida no tardará en llegar.
-Todavía hay ropa tuya, por si te quieres duchar.
-Estás insinuando algo - Con una rapidez, Gilberto la tenía contra la pared tomada de las manos sobre su cabeza y a escasos centímetros de su rostro.
Din, Dong, din, dong.
-Te salvo la campana - Soltando Gil abruptamente a Eloisa, camino para recibir su comida.
No sabía quién salvó a quién en ese momento, pero ambos tenían su corazón latiendo a mil. Eloisa tenía una sensación de que le faltaba algo y Gil queriendo devorar esos labios, que sin labial se veían más llenos y hermosos.
Esos pensamientos lo sorprendió, pensaba que ya estaba curado de eso. El estaba comprometido, todavía no era formal pero desde que llegó a Puebla empezó una relación con Claudia. Ella esperaba que en cualquier momento formalizarán la relación y él lo quería o eso pensó hasta que la volvió a tener en sus brazos.
Tomo lo necesario de la cocina para la comida mientras ella acomodaba los cojines en el suelo y despejaba la mesa del centro. Eloisa platicó sobre los videos, el chantaje y sobre todo lo sucedido,hasta la llegada inesperada de Manuel.
Gilberto escuchaba todo en absoluto silencio, comiendo porciones de spaghetti o trozos de pizza. El ya sabía la mayor parte, una porque se la comentó en una llamada Luis y otra por lo contó Villanueva. Por eso adelantó el viaje.
-Y eso es lo que ha pasado. Ahora tú dime ¿quién te dijo que me iba de la empresa?
-Villanueva me marcó y me contó lo que había pasado.
Eloisa suspiró profundamente, no entendía porque Villanueva se molestó en buscar a alguien y nada que ver con la frialdad como la trato en su oficina. Cada vez que lo pensaba más dudas le surgían.
-¿Quieres café? - Tomando algunas cosas de la mesa, se dirigió a la cocina para poner un poco de distancia y calmar esos nervios que recorrían todo su cuerpo.
-Si por favor- Gil respiró profundamente, controlando esos choques eléctricos que tenía en todo su cuerpo, cogió lo que restaba en la mesa y se dirigió a la cocina.
Dirigiéndose miradas ella terminaba de preparar los cafés mientras que él buscaba galletas o algo para acompañar las bebidas calientes. Con la charola preparada volvieron a sus lugares sobre los cojines, pero esta vez más cerca el uno del otro.
El platicaba de todo pero no encontraba el momento preciso para comentarle sobre Claudia y por más que quería pensaba que no era el momento. O se lo decía así mismo para no tocar el tema.
Veía que las horas pasaban pero no se quería ir, no quería dejar a Elo sola y más con ese loco por ahí suelto. Ya sabía que en la empresa corría el chisme como pólvora y lo que más extraño era que ni Luis, ni nadie se había acercado para ver como estaba.