Palabras Al Viento

CAPÍTULO 26

Sentada en un sillón en pleno silencio, Eloisa pensaba lo que había sucedido el día anterior, las sorpresas que se llevó con Manuel. Mientras que el estaba en una relación destructiva y el siendo asaltado por su araña. Qué hubiera pasado si ella no se hubiera dado por vencida y si ellos estarían como pareja o como lo que eran ahora sólo conocidos con un pasado en común. 

 

Lo veía de esa forma porque no podía decir que eran amigos, ese sentimiento lo sentía completamente lejano, sabía que faltaba algo, con diferentes paredes invisibles que no podía pasar. Se fueron instalando poco a poco sin que ambos se dieran cuenta. 

 

Sentía la enorme curiosidad de que había pasado, le habría marcado, la habría ido a ver o que. Pero si él no había marcado para contarle no sería ella quien lo haría. En el pasado siempre era ella quien lo buscaba y no podría ser de otra forma, se tenía que empezar a dar su lugar. 

 

Con ese pensamiento en mente decidió que era momento de empezar a disfrutar su soledad y que cada día se haría más independiente. Que no sería necesario tener a alguien para poder salir, ir al cine y mucho menos arreglarse por él, ahora solo se arreglaría para ella misma.  

 

Ya era suficiente autocompadecerse y no buscaría a nadie si ellos querían pertenecer en su vida ellos lo elegirían. No los buscaría. Cada paso que daba se sentía más confiada de realizar cada una de las cosas que haría. Tomo una ducha rápida, se vistió unos jeans, con una blusa verde sin mangas y unos zapatos bajos, cogió su bolso y salió a donde la llevara el destino. 

 

Camino por las diferentes librerías de viejos que se encontraban en el centro de Coyoacán. Olvidarse de todo con el aroma de los libros, encontrar novelas que jamás pensó ver y sobre todo esos libros de colección que costaban fortunas, pero que no cobraban por verlos. 

 

Sentir la brisa sin preocuparse de su peinado, volver a sentir esa libertad que no sabía que había perdido y lo peor que no sabía que la necesitaba. Seguir caminando hasta que sus propios pies la llevaron a ese lugar, donde jamás pensó encontrarlo y no le agradaba. Ese gran día se estaba convirtiendo en el “día de jamás”. Cuando quiso dar media vuelta sin que la viera, fue demasiado tarde. Se cruzaron sus miradas y él con esa agilidad que le sorprendía y empezaba a ponerla nerviosa.  

 

-Que haces por aquí.

-Nada, mejor dicho que haces tu por aqui. Un lugar tan sencillo para el gran Ingeniero Gilberto. 

- Calmate, mejor siéntate y platicame  que estás haciendo sola y sin tu lapa. Por qué, qué tino tiene para aparecer siempre en el momento menos adecuado, ya me lo había comentado Luis.  

- No quiero hablar de eso, mejor hablemos de otras cosas. 

- Está bien como quiera la princesa. Tomas algo o quieres ir a caminar. Vi que anunciaban unas obras en las casas de cultura. 

 

Sin darse cuenta pasa una tarde muy agradable y lo mejor de todo que no fue planeada. Eloisa sentía que algo le molestaba a Gil, pero no quería preguntar, nada quería que atormentará su paz, que estaba construyendo. 

 

Tomándola de la mano la fue guiando por las calles para encontrar un taxi, por que ambos habían decidido salir sin auto. Era una noche fresca, pero ese calor de su mano cuando se posaba sobre su espalda para darle el paso o tomarla del brazo para ayudarla a bajar de las banquetas. Era cosas que no le quería poner nombre. 

 

-Esta noche no puede quedarse así -  Gil la tomó de la mano y la fue acercando poco a poco hacia él. Eloisa sentía un calor y un nerviosismo. - Una foto para el recuerdo. 

 

Tomando de la cintura la giro para que se recargara sobre su pecho y tomó diferentes tomas, recargada sobre su pecho, dándole un beso en la mejilla pero la principal y que nunca supo en qué momento la tomó fue cuando se veían a los ojos.

 




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