Palabras Al Viento

CAPÍTULO 31

Para Eloisa era un día nuevo, esperaba hacer muchos cambios como los tenía planeado. Ir al gimnasio, aprender idiomas, cocinar y lo principal aprender a bailar porque estaba cansada de estar sentada en las fiestas, solo ser la persona que cuidaba las bolsas. 

 

Con esa nueva actitud tomó su bolso y fue a la delegación de Tlalpan donde tenían esas actividades gratuitas o a muy bajo costo. Con unos pantalones de mezclilla, su blusa polo color blanca y unos tenis negros. Emprendió su nueva aventura. 

 

Mientras caminaba por el parque Sor Juana, observaba todas las actividades que brindaban no encontró ninguna de las que tenía planeado pero el Taichi y actividades de bordado le llamaba la atención. Cuando estaba por pedir informes sintió una mirada, observó a su alrededor pero no veía nada. 

 

Caminó un rato más por el parque, hasta que se decantó por un helado, su gran debilidad, no sabía cual escoger hasta que volvió a sentir la mirada pero ahora contaba con un espejo en el cual pudo ver a esa persona tan observadora. Grande fue su sorpresa cuando lo vio justo detrás de ella. Ignorándolo por completo siguió en su búsqueda del helado. 

 

Teniendo su helado de vainilla salió del establecimiento camino de regreso al jardín buscando una banca para ver el espectáculo de la tarde, unos malabaristas que no lo hacían nada mal. Se entretendría un momento más y estando cerca el mercado compraría algunas cosas.

 

-¿Pensé que me esperarías? - Esa voz la sorprendió.

-Y porqué debería hacerlo - Eloisa manteniendo a raya sus sentimientos lo vió con una indiferencia que se aplaudió internamente por lograrlo.

-Ok, primero una disculpa por dejarte plantada. Existe una situación que lo ameritaba.

-Te escucho.

-Conocí a alguien, bueno mejor dicho reencontré a alguien. Es mi nueva novia y me gustaría que la conocieras. Es una mujer increíble. Cuando la reencontré es cuando nos veríamos y el tiempo pasó volando…

 

Eloisa fue lo último que escuchó y para hacer algo empezó a comer su helado olvidado, muchas cosas pasaban por su cabeza y nada agradable. ¿Porque entonces se ponía celoso que viera a alguien más?, ¿por qué estaba siempre al pendiente de ella? ¿por qué hacía que ella fuera dependiente de él? con esa pregunta regreso a la realidad

-... el día que nos hicimos novios pues nos fuimos a un hotel que ella conocía y jamás pensé que sentiría eso al hacer el amor. Fue algo increíble, algo que jamás había sentido. Me encantaría que la conocieras, ella vive por aquí si quieres le hablo para que comamos y ya la vez. Porque desde que le hablé de ti está muy deseosa de verte. 

-Pues será para otra ocasión, porque el día de hoy estoy ocupada y tendré que ver mi agenda. Entonces nos vemos.

 

Con paso decidido y sintiendo que todo se nublaba, respiro profundo. Ya no tenía ánimo de hacer compras, “si como no cual conocerme sino lo que quiere es fisgonear” ese era su pensar. Sin conocerla sabía que era una zarampahuila, una golfa. Así sin más decide acostarse con él el primer día de novios. 

 

Con un humor de perros llegó a su departamento, aventó su bolso nada más ver el sofá. No sabía ni que pensar, la historia se volvía a repetir pensaba que se estaba cocinando algo y nada. Esas señales que no ayudan de nada, esas pistas que solo confunden. 

 

Cada vez que se estaba cayendo más al fondo una llamada salvo el día.

-Hola preciosa, espero que no esté tu perro guardián.

-No hay tal perro, que pasó.

-Solo para ver si comíamos juntos.

-Mmmm, está bien donde nos vemos.

-En tu depa estoy afuera. 

 

Eloisa corrió hacia la ventana para asomarse y ahí lo encontró recargado en su carro. A pesar de la distancia veía esa sonrisa que le transmitía la seguridad y tranquilidad que necesitaba en ese momento. 

 

Se decidieron por un ramen en la zona rosa. Él sabía que tenía algo lo veía en su mirada y esa sonrisa forzada pero no la obligaría a que le contara. Cuando estuviera lista ella le diría todo. 

 

-Me acabo de acordar que tengo que comprar algunas cosas ¿te importaría acompañarme?

-Claro que no. 

Llegaron a su departamento después de realizar las compras. Jamás pensó que estaría ahí, lo conocía desde hace mucho tiempo. Como la persona curiosa que era inspeccionó rápidamente la sala. Un lugar muy acogedor para ser un departamento de soltero. 

 

-¿Quieres agua?- Se escuchó desde la cocina. 

-Si por favor- Le contesto mientras se dirigía de donde provenía la voz.- Esta muy lindo tu depa, pensé que estaría hecho un desastre pero en realidad me sorprendes. 

-Ven, te doy un recorrido rápido - tomándola de la mano le mostró cada una de las habitaciones. 

 

Regresando a la sala tomaron asiento, terminaron de beber su agua olvidada. Una que otra anécdota de cómo fueron llegando distintos cuadros o ampliando su colección de encendedores que tenía en una vitrina.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.