Palabras Al Viento

CAPÍTULO 40

Liz sabiendo que necesitaban estar solos, decidió ir por algunas cosas aprovechando que Luis se quedaba con ella. Con una excusa vaga salió del departamento dejándolos solos. Se quedaron en silencio por algunos momentos.

Sabia Luis que Elo necesitaba ese silencio para acomodar sus ideas o tomar el suficiente valor para 
verlo a la cara, porque desde que se sentó frente de él no lo había visto, tenía su mirada fija en la 
taza de té que le habían puesto en sus manos.

Como si fuera lo más interesante del mundo ver como el agua se iba pigmentando poco a poco de ese color rojizo. Impregnando el ambiente de los aromas frutales.

Por cada segundo que pasaba sus respiraciones cambiaban de profundas a casi inexistentes. 
Una sonrisa asomo por los labios de Luis, cada uno de sus gestos le enternecían, parecía una niña 
desvalida como si cargara todo el peso en sus hombros. Poco a poco fue levantando la mirada hasta conectarla, estaba rota por dentro poco a poco se fueron llenando sus ojos de ese líquido limpiador.

-Primero lo siento, pero te juro que no lo sabía – Retiro una lagrima, al ver que Luis iba a comentar algo, levanto su mano deteniéndolo - deja decir todo sin que me interrumpas.

Respirando profundamente empezó a contarle sobre él bebe que no sabía que esperaba, pero que estaba segura era de él.

Como sucedieron las cosas, los reclamos, la sorpresa de verse en esa situación no aguantando más rompiendo en llanto, al recordar esa pequeña vida inocente que por sus descuidos no sabía que venía en camino.

Lentamente Luis se paró para rodear la mesa y tomarla entre sus brazos. Ambos lloraron por la pérdida de ese ser que deseaban, reconfortándose en un abrazo, apaciguando los miedos y sobre todo saber que no estaban solos, en esa prueba que les ponían en frente.

Eloísa fue calmándose, no supieron cuánto tiempo paso, pero en ningún momento se soltaron. Sentía su cuerpo revivir poco a poco, su corazón empezó a latir calentándose por todo lo que demostró en el abrazo, su mano en la espalda abrazándola con más fuerza cada vez que el llanto llenaba su garganta.

Sin soltarla completamente, busco su mirada para cerciorarse que todo estaba mejorando, beso su frente. Tomo su mano para llevarla a la sala, y seguir aclarando muchas cosas que necesitaban ambos, porque el principal culpable era él.

- La culpa no es tuya, sino mía- rompió Luis el silencio con esa simple frase - Cuando 
estuvimos juntos vi que se había roto el condón. Te observe desde lejos todo este tiempo para 
ver si había algún cambio en tí – Tomo un mechón de su cabello y lo coloco detrás de su oreja 
dejando su mano en el rostro acariciando su mejilla.
- Creo que es culpa de ambos, tu por no decirme lo que paso y yo por no tener más cuidado. 
- Está bien – La fue acercando poco a poco hasta tenerla abrazada – Pero ahora quiero saber que le pasa a tu amiga. Ese instinto asesino que ha surgido cuando le mencione a tu amigo 
fue de espanto.

Elo quedo callada, porque aún no podía creer todas las cosas que le había dicho, sus actitudes eran 
impensables. Respiraba tranquilamente mientras sentía el corazón de Luis latir bajo su mano, ese calor y ese aroma amaderado era lo que necesitaba para saber que no era una pesadilla, pero sabía 
que no estaba sola. Había encontrado un faro que la guiaría en ese viaje.

- Me acuso de que lo quería engañar sobre él bebe, que quería enjaretárselo y que él no lo permitiría. Su duda fue lo que no soporte y lo corrí de mi habitación. Desde ayer no lo veo. Por eso creo que te hablo Liz, para que nos ayudaras. 
- Hiciste muy bien – La abrazo más fuerte. Ella se acomodo mejor en su cuello y lo abrazo por la cintura.

Escuchaba en la lejanía un teléfono sonar, no quería moverse estaba comoda. Abrio lentamente los ojos y vio ese cuello. Sus manos rodeando su cintura, pero no de forma posesiva sino de forma 
protectora, pudo moverse y no la retuvo solamente se movió, estirando su cuerpo. 
-Creo que nos dormimos – ambos soltaron una carcajada.
Seguía sonando ese teléfono, pero no sabía cuál era. Hasta que callo en cuenta que no había 
revisado el suyo. Se pararon siguiendo el sonido para ver donde se ubicaba, lo encontraron en la recamara que le asigno Liz, en el buro se encontraba volviendo a sonar de llamada entrante. 
Al ver el nombre dudo un poco si contestar o no pero tenia que saber. 
-Bueno. 
- ¿Dónde estás? Porque estoy afuera de tu departamento y no abre mi llave. 
-Estoy ocupada, que deseabas. Creo que nos dijimos todo. 
-Pues yo creo que no, tenemos que hablar y aclarar todo. 
-No hay nada que aclarar, diste tu opinión que soy una mentirosa y me aclaraste sobre los hijos. 
-Eso te lo iba a decir una vez que vieras las ventajas de seguir así, solo nosotros. 
-Estoy ocupada, pero si quieres tus cosas puedes ir mañana y te las entregan.
- ¿Cómo que me las entregan? No piensas darme la cara o que te pasa, creo que me merezco, 
aunque sea eso. 
- Yo me merecía la verdad. Sabes que, mejor dejamos las cosas así porque vamos a decir cosas de 
más y nos vamos arrepentir. 
-Está bien chao mandare a alguien por las cosas o mejor déjalas en portería y me avisas.

Corto la llamada, vio cómo se apagó el teléfono. Respiro y lo volvió a dejar en su lugar en el buro de esa recamara que sería su refugio por algún tiempo. Se imaginó a su gran amiga cambiando las chapas, su mentalidad ágil que tenía para solucionar todo y hubiera deseado ver su cara al no poder 
abrir.

-Ya llegué y si están haciendo algo indecoroso griten para que los deje terminar – Escucharon el grito desde la recamara, viéndose rieron y se encaminaron a su encuentro. 
-Creo que usted me debe una explicación – Poniendo sus manos en la cintura fingiendo una molestia que no era creíble. Encaro a Liz. 
-Según yo no te debo nada, solo te tengo que decir que cambie las chapas de tu departamento. 
-Eso es justo lo que quería saber, porque lo hiciste. 
-Porque crees, es para que ese animal, y que me disculpen los animalitos. No pudiera entrar, pero mañana me planto en tu depa para ver cómo pone cara de lo que es al no poder entrar. 
-Pues deja decirle doña maquiavélica que no podrá ser, porque me acaba de llamar diciéndome eso. 
-Entonces a parte de animal resulto también una niñota.
Luis viendo su plática desde el marco de la puerta, quería saber cómo se las ingeniaba esta mujer para poner a todos de buen humor y sobre todo poder tener esa fuerza para salir adelante. Era de las pocas personas confiables, que deseabas tener siempre a tu lado. 
Como fueron pasando los días ella recuperaba poco a poco la movilidad de sus brazos y muñeca, los moretones ya eran unas ligeras marcas. Pero en ocasiones despertaba sollozando, escuchando el llanto de un bebé. Y en cada ocasión estaba Luis o Liz, consolándola haciéndole compañía hasta que volvía a conciliar el sueño. 
Todos los días y cada uno recibía mensajes de Manuel, pidiendo que hablaran, que ya comprendía su actuar. Pero en ninguno de sus mensajes vio ese “Perdóname”




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.