✰✰ Giovanni ✰✰
—Quiero seguir mirándote como antes, pero no puedo. Una parte de mí te quiere mirar desde lejos, pero otra parte de mí te mira con otros ojos y no quiero albergar ningún sentimiento, pero no puedo cada día caigo más y más a tus pies, esa es la realidad —se remueve y me abraza. —no puedo mirarte diferente, no quiero —beso su frente y la recuesto a mi pecho.
Cierro mis ojos y quedó dormido…
Me levantó con cuidado para no despertarla, me siento en la cama y la observó por un instante.
—¿Qué me está pasando contigo Adalyn? —digo en voz baja. —no quiero albergar ningún sentimiento por ti ni por nadie —me levanto de la cama y me meto al cuarto de baño.
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Termino de preparar el desayuno cuando ella aparece frente a mí.
—Buenos días —saluda. —Disculpa si te incomode anoche es que… —hace una pausa y niega. —olvídalo.
—¡Hey qué sucede! Dime.
—Es algo tonto y te vas a burlar de mí.
—Para nada, en serio, no lo haré.
—De verdad —muevo mi cabeza indicando mi confirmación. —Le tengo fobia a los relámpagos y truenos, o cualquier destello, es algo estúpido, lo sé.
—Como crees, es más he de decirte que yo le tengo miedo a las mariposas, eso sí es ridículo.
—No te creo —me hecho ha reír.
—No, la verdad no le tengo miedo solo…
—Te burlabas de mí —dice dando la media vuelta.
Camino hacia ella y la tomó del hombro, la giró hacia mí.
—Adalyn no lo dije para burlarme de ti, solo era para brindarte mi apoyo, y que no te sintieras así. Lo siento no fue mi intención que sonara a burla.
—Descuida.
—¡Adalyn! Lo digo sinceramente.
—No tienes porque excusarte, dije que está bien —la abrazo y beso su frente.
—Estás sensible.
—¿Cómo lo sabes? —sonrió.
—Le pregunté al médico, que podría esperar de una mujer embarazada, y me dijo, cambios de humor, cambios hormonales, emocionales y un sin fin de cosas. Eres todo el paquete completo.
—Podemos agregarle algo más si deseas —dice con mirada pícara.
—No, ya tienes todo, así estamos bien, si agregamos algo más no lo soportare —la miro a los ojos.
—Tengo hambre —sonrió.
Nos sentamos a desayunar…
Para luego salir al campo a ver si podemos salvar el algodón qué estaba a la intemperie. El tiempo no nos acompañó esta vez, la época lluviosa se adelantó esta vez.
—¿Se podrá salvar? —pregunta Adalyn.
—No, ya perdió su calidad debido a que el peso del agua le hace perder las pequeñas bolsas de aire y las fibra se degradaron —le respondo acongojado. —¿Cuántas parcelas fueron? —le pregunto al ingeniero a cargo.
—Fueron cuatro parcelas.
—¿Cómo va la de los invernaderos?
—Ya están abriendo y los otros floreciendo.
—Con ello recompensamos las pérdidas.
—Es triste que no se puedan usar esos algodones.
—No podemos luchar contra la naturaleza, esta vez el mal tiempo se nos adelantó. Quieres ver la producción del invernadero —le digo a Adalyn.
—Sí —subimos al Jeep y la llevó al terreno donde están los invernaderos.
Primero nos desinfectamos para luego entrar al invernadero, nos colocamos las botas para adentrarnos.
Le muestro las parcelas de algodón que tenemos y como dijo el ingeniero algunas están abriendo los capullos donde se encuentran los algodones.
Por último la llevó a las demás plantaciones, donde tenemos los algodones de colores.
—No sabía que tenías algodones de estos colores.
—Me fue difícil poder conseguir y exportar sus semillas, pero las obtuve, gracias a tu padre.
—De verdad.
—Sí, en unos meses podremos cosecharlos.
—Es estupendo Gio, te felicito y me disculpo por todo lo que dije.
—Descuida me gustaba sacarte de tus casillas también, quería ver cuánto ibas a soportar, pero nunca te diste por vencida, siempre has tenido alguna solución para los problemas.
—Lo aprendí de mi padre.
—Ya veo. Salgamos de aquí, ya has caminado mucho, además si el clima no cambia quiero llevarte a conocer un poco el pueblo.
—En verdad.
—Sí solo roguemos que el clima siga hermoso.
Subimos al auto y regresamos a casa. La dejo a ella descansando mientras voy a la oficina. Quiero empezar a criar ovejas, pero antes debo arreglar algunos documentos, para empezar con la construcción de algunas galeras y corrales.
Estoy tan concentrado que un olor exquisito llega a mis nariz, frunzo el ceño miró el reloj y me exalto al ver la hora.
—Adalyn, disculpa se me pasó…
Me detengo al ver la mesa, bien arreglada.
—Ya iba a ir por ti para que vinieras a comer.
—¿Cocinaste?
—No ordene comida —dice sonriendo.
—Sí, supongo que la carne se la pediste a doña vaca.
—Toma asiento y come —sirve dos platos. —Espero que te guste.
—Huele delicioso.
—Gracias —tomamos asiento y empezamos a comer.
—Estaba deliciosa, no tanto como la mía pero te llevas unas nueve estrellas.
—Que modestia la tuya.
—Déjame recoger la mesa.
—No estás trabajando.