DEREK
Me dirigía al trabajo mientras miraba el reloj. Por fin iba más temprano de lo habitual. Era un día importante: estábamos terminando de preparar todo para el viaje del concurso de literatura. Se premiaría al mejor escritor de la temporada y se presentarían los libros más destacados. Además, entregaríamos diez copias gratuitas a las primeras personas que asistieran a las firmas de autógrafos.
Bajé del coche con mi taza de café, el termo que Milena me regaló. Solo de pensar en ella, me descubrí sonriendo como un idiota. A pesar de que la noche anterior fue clara al decirme que entre nosotros no podía pasar nada, no podía evitar sentir algo especial. Al menos, quería mantener la calma. Necesitaba serenidad en medio de todo este torbellino.
Esta mañana, Laura me llamó. No respondí. Ayer fuimos a la iglesia para agradecer a Dios por una semana más, y mi hija no soltaba la mano de Milena. Se la veía tan feliz. Y yo… no entiendo qué está pasándome. Al observar a Milena, siento como si ya la conociera. Sus gestos, su manera de moverse, su dulzura. Todo en ella me sorprende… y al mismo tiempo me recuerda a mi difunta esposa.
Ese recuerdo me golpea con fuerza. Me pone nostálgico, me sacude el alma. ¿Será que su espíritu me reprocha? ¿Que me está diciendo que no debería sentir esto por la niñera de mis hijos? Pero el corazón no obedece razones. Y aunque no sé si Milena siente lo mismo, no puedo negar lo que está en mí.
Por otro lado, sé que tengo que hablar con Laura. No puedo seguir así, fingiendo que lo nuestro va a algún lado. Me gusta como mujer, sí, pero no la amo. Esa chispa no está. Además, su comportamiento no agrada ni a mis hijos, ni a mí. Espero poder terminar las cosas sin lastimarla más de lo necesario.
No estoy diciendo que quiero una relación inmediata con Milena. No. Por ahora, lo primordial son mis hijos. Ellos son y serán siempre mi prioridad. Quizá el tiempo decida qué pasará con lo demás.
Entré a mi despacho. Mi asistente llegó apenas unos segundos después, con una carpeta en manos.
—Buenos dias señor Derek. Aquí tiene los documentos para firmar y los que hay que editar —dijo, con un leve tono de coquetería.
—Muy bien, gracias. Déjalos ahí.
—Buenos días, con permiso, señor Derek.
Apenas tuve tiempo de suspirar cuando alguien llamó a la puerta. Era Laura.
—Hola, amor —dijo con una sonrisa fingida.
—Hola. Buenos días —respondí sin mirarla directamente.
—No me llamaste este fin de semana. No sé qué pasó. ¿Cómo estuviste?
—¿Para qué iba a llamarte, Laura? Tú y yo tuvimos un problema, y para mí ahí quedó todo.
—¿O sea que sigues molesto?
—Laura, por ahora no puedo hablar contigo. Estoy muy ocupado. Tengo muchas firmas pendientes.
—Habla con mi primo Alejandro y resuelve lo que tengas que resolver con él. — Suspire a lo que decía —¿Cómo que no tienes tiempo para mí? ¡Ni siquiera me llamaste!
—Lo siento, Laura, pero no tengo tiempo. Mis hijos son mi prioridad.
—Pero ya tienen niñera, ¿no? Y supuestamente es buena…
—Por favor, retírate de mi despacho. Estoy ocupado. Recuerda que soy un simple trabajador.
—Pero Alejandro es un buen hombre. Él te entenderá.
— Lamento mucho no poder entenderte. Estoy ocupado ahora.
—¿Estás hablando con tu novia? ¡Tu novia soy yo!
—Ya no lo eres.
—¿Cómo dices?
—Ya no eres mi novia, Laura. Lo nuestro se terminó. No quiero tener nada con nadie por ahora.
—¿Estoy escuchando bien?
—Escuchaste claramente.
—¿Hay otra persona? ¿Es eso?
—No. No tengo otra… pero sí me gusta otra.
—¡Oye! ¡Estas loco!
—No me alces la voz, no eres mi madre ni nadie con derecho a gritarme. Y mucho menos a hacer un escándalo delante de mis hijos. Eso no lo toleraré.
—¡Prefieres a tus hijos que a mí!
—¡Mis hijos son lo más importante! Y tú lo sabes. Además, tú misma dijiste muchas veces que no te gustan los niños. ¿Qué futuro podríamos tener?
—No puedo creer que me estés humillando así.
—No te estoy humillando, Laura. Solo estoy siendo honesto.
—¡Te vas a arrepentir, Derek! ¡A mí nadie me deja así como así! Hablaré con mi primo.
No dije nada más. Salió de mi oficina molesta, dejando una nube de tensión tras de sí.
Me pasé la mano por el cabello, despeinándome un poco. Sabía que esto iba a pasar, y se que iba a tener problemas con el CEO, pero sinceramente, no me importaba. Yo estaba haciendo mi trabajo. Si eso no le parece, no puedo hacer nada.
Tomé un poco de agua para tranquilizarme. Me puse los lentes y me concentré en lo que debía hacer: revisar los documentos, firmar contratos, aprobar pagos, y evaluar currículums. Había muchos autores deseando participar en el festival. Y yo… solo quería enfocarme en mi trabajo, en mis hijos… y en silencio, seguir descubriendo qué significa Milena para mí.
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Cuando terminé mi trabajo, salí de mi oficina y caminé hacia la del CEO. Apenas abrí la puerta, me recibió con una sonrisa.
—Pasa, como estas. No te había visto desde la mañana.
—Hola, buenas tardes. No pude venir por la mañana a saludarte porque me puse de lleno con lo pendiente —respondí, cerrando la puerta detrás de mí.
—Sí, tranquilo. ¿Hay algo más?
—¿Algo más? ¿A qué te refieres?
—Laura vino —me dijo con una mueca—. Estaba saltando del enojo. Pero sé que fue un berrinche… de los dos. Me imagino que fue una mentira eso de que la dejarías.
—No fue una mentira —dije, firme, mirándolo a los ojos—. Laura y yo no podemos seguir juntos.
Él bajó un poco la mirada.
—Ella es especial, Derek… deberías comprenderla.
—El hecho de que sea “especial” no le da derecho a comportarse como lo hace ni a decir cosas frente a mis hijos. Además, no creo que pueda ser una buena madre para ellos. Por ahora, quiero dedicarme exclusivamente a mis hijos, y sí… creo que la relación con ella no tiene futuro.