MILENA
Jamás imaginé sentirme tan viva, tan protegida, y al mismo tiempo llena de pensamientos que no sé si son míos o de alguien más. Pero por ahora, quiero disfrutar el momento que tengo con ellos, porque sé que cuando cumpla los tres meses, tendré que irme. Necesito buscar respuestas, saber quién soy realmente. Cada día que pasa, entiendo menos mi vida y mis recuerdos. Sin embargo, hay algo de lo que estoy segura: ese pensamiento que me atormenta tiene que ver con la esposa del señor Derek… y quiza conmigo misma.
¿Será que conozco a esa mujer y no me doy cuenta? Porque cada día siento como si yo misma fuera ella… No, esto está mal, no soy ella. Rápidamente entro a la habitación y comienzo a buscar desesperada: abro cajones, reviso papeles, busco fotos de la esposa de Derek. Encuentro algunas donde aparece con el niño, otras con la niña… y en cada imagen ella luce diferente, como si hubiera cambiado con el tiempo. ¿Por qué tantas cosas rondan mi cabeza? ¿Qué tengo que ver yo con todo esto? ¿Por qué tengo estos recuerdos que parecen tan reales? ¿Por qué siento que esta casa es mía?
Sujeto una cadena que encuentro y, al tocarla, los recuerdos se hacen más fuertes, como si me pertenecieran. Me contradigo a mí misma porque no entiendo qué está pasando. Sigo buscando fotos, pero de pronto una imagen invade mi mente: cierro los ojos con fuerza y me sostengo la cabeza por el dolor agudo. Esa mujer… la señora Jarada… aparece claramente en mi mente. Veo una marca en su pierna… ¡esa marca es idéntica a la que yo tengo!
Rápidamente me reviso y confirmo que la marca es la misma. No, no puede ser… Otro dolor de cabeza me atraviesa, más imágenes empiezan a filtrarse: la mujer con los niños, escenas de su boda, el nacimiento de los gemelos… Son como flashes que me atormentan. ¿Seré realmente esa mujer? ¿Por qué no tengo recuerdos claros de mi pasado? ¿Como podría tener recuerdos de otra persona?
Lo único que recuerdo con certeza es que mi abuela me encontró en un hospital… pero también tengo recuerdos difusos de cuando ese hombre ruso me hizo venir a este país. Todo es confuso. No sé cómo enfrentar esta realidad que no sé si es mía o solo la estoy imaginando.
Solo espero poder encontrar respuestas pronto, salir de esta duda que me consume día tras día. Porque, aunque mi mente lo niegue, en lo más profundo de mí siento que tengo mucho que ver con esa mujer, con esos niños… y con Derek. Debo descubrir la verdad cuanto antes, para poder estar en paz.
***
Decidí ir a ver a mi abuela para calmar mi mente. Me sentía más tranquila, y una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro cuando recibí un mensaje de Derek: decía que ya me extrañaba, que llegaría por la noche y que cerrara bien la casa. No le dije que pensaba salir; solo respondí deseándole un buen día y confesándole que yo también lo extrañaba.
Cuando el metro llegó a mi parada, bajé con rapidez. Caminé casi corriendo por las calles del barrio hasta llegar a la casa de mi abuela. Al pasar, uno de los vecinos me saludó y yo le devolví el saludo con un gesto apurado. Cuando toqué la puerta de mi abuela, no tardo en abrirme. Ahí estaba ella, con su mirada cálida.
—Mi querida nieta… —dijo con cariño—. ¿Pero qué haces aquí?
—¿Puedo pasar, abuela?
—Claro que sí, niña. ¿Por qué me preguntas eso? Esta es tu casa, tu casa y la de tu abuela. —Su voz sonaba dulce, alegre y con entusiasmo.
—Tengo muchas cosas que preguntarte, por eso vine. Sé que no te avisé, pero… no era necesario —le expliqué mientras entraba.
—Entiendo. Siéntate, ¿quieres que te prepare algo?
—Un té, por favor. Y gracias.
Me senté mientras mi abuela iba a la cocina. Miré a mi alrededor: todo estaba exactamente como lo recordaba, el reloj antiguo marcando el tiempo con un tictac pausado, me mordí el labio, esta nerviosa, no quería preguntarle cosas a mi abuela, sin embargo quería saber más de mi pasado y si ella conoce exactamente como sucedió lo de la perdida de mi memoria.
Mi abuela regresó con una taza de té humeante, se sentó a mi lado y me la ofreció. Sostuve la taza entre mis manos, soplando suavemente el vapor, mientras buscaba valor para hacer la pregunta que llevaba todo este dia atormentándome.
—Abuela… —comencé, y su mirada se posó firme en mí—. ¿Tú sabes cómo falleció la esposa de Derek… perdón, del señor Derek?
Sus ojos se abrieron con desconcierto, y su expresión se endureció.
—¿Por qué preguntas esas cosas, hija? —me recriminó, aunque su voz se quebraba levemente.
—Necesito saber cómo sucedió, qué pasó con el cuerpo de esa mujer. Siempre he oído que murió en un accidente de automóvil… pero abuela, ¿fue realmente así?
Ella soltó un suspiro profundo, y por un momento pensé que no respondería. Luego me tomó la mano con fuerza, como si temiera algo
—No deberías preguntarme esas cosas, querida…
—¿Qué tiene de malo que lo haga? No hay nada de malo, abuela, solo… por favor, dime la verdad.
Su mirada se perdió un segundo en el vacío antes de volver a mí.
—No lo recuerdo con claridad. Solo sé que lo llamaron desesperados… y cuando Derek llegó, el cuerpo de la señora Jarada estaba irreconocible. Por eso… tuvieron que cremarla —explicó con un hilo de voz—. Sus cenizas quedaron en un pequeño jarrón.
“¿Quemada?”, pensé, mientras un escalofrío me recorría. Mis pesadillas, las imágenes difusas de un fuego abrasador, el ardor en mi rostro, los hombres que reían cruelmente mientras decían que yo sería su llave a la riqueza… Todo coincidía demasiado bien para ser una simple coincidencia. Algo no cuadraba.
—Dices que fue un accidente… —insistí—. Pero, ¿y si alguien la mandó matar?
—¿Qué estás diciendo, hija? —preguntó mi abuela, visiblemente nerviosa.
—Abuela, algo me dice que detrás de esto hay un culpable. Que esto no fue un simple accidente.
—Milena, creo que estás imaginando cosas… —su voz sonaba frágil—. ¿Por qué tanto interés en esa mujer?