Papá desesperado. Necesito una Niñera ¡urgente!

CAPÍTULO 22

MILENA

Me quedé esperando a que mi abuela empezara a hablar, deseando que respondiera a las preguntas que retumbaban en mi cabeza: ¿quiénes son mis verdaderos padres? ¿Siempre tuve este problema de memoria? ¿Cómo me conoció realmente? Tomó mi mano con delicadeza y soltó un suspiro.

—Hija, no sé para qué quieres saber esto —dijo con voz cansada—, pero está bien, te diré cómo te encontré y cómo llegué a conocerte.

Sentí un escalofrío recorrerme. Tenía miedo, pero la necesidad de saber era más fuerte que cualquier temor. Era esto o seguir viviendo con una duda que me carcomía por dentro.

—Milena —comenzó con voz suave—, te encontré en unas escaleras de un hospital hace unos años. Estabas sola, perdida, sin memoria. Cuando te pregunté tu nombre, tu edad, no supiste qué responderme. Dijiste que alguien te había dejado allí, pero estabas confundida. Decidí llevarte a la clínica, y los médicos dijeron que sufrías un cuadro de amnesia severa, tenías las defensas bajas y, además, padecías anemia. Nadie apareció a buscarte, ni familia ni amigos. Fue entonces que decidí quedarme contigo hasta que recuperaras la memoria… pero nunca la recuperaste.

Se me hizo un nudo en la garganta. Ella continuó:

—No sé quién eres realmente ni quién es tu familia. Si la tuvieras, habrían aparecido o te habrían estado buscando, pero nunca sucedió. Con el tiempo, te ayudé a estudiar y te mentí diciéndote que habías sufrido un accidente de joven. Lo hice para protegerte. Tú misma empezaste a buscar respuestas sobre tu pasado, pero yo no sabía qué decirte. Tenías pesadillas terribles, me contabas que sentías que te estabas quemando, que tu cara y tus manos ardían como fuego. No entendía nada, pero algo me decía que habías sufrido mucho en el pasado. Decidí dejar de buscar, y cuando vi que nadie venía por ti, pedí a unos amigos que te hicieran documentos falsos para que pudieras tener identidad.

Inspiró hondo antes de seguir:

—Fuiste tú quien decidió ir a Chicago. Me contaste que allá sucedieron cosas que preferiste no explicar, y luego regresaste. Pero ahora me dices que quieres volver. Recuerdo que también hablaste de un conocido ruso que fue quien te trajo a este país. Por eso no sé exactamente qué relación tienes con la esposa de Derek, ahora que lo pienso—dijo con voz más baja—. Aunque no voy a mentirte: tu manera de caminar, tu carácter, tu mirada… todo me recuerda a la señora Jarada cuando ella aún vivía. — Mi abuela suspiro y luego se quedó callada.

— No eres la primera en hacérmelo pensar; incluso la madre de Derek y el propio Derek me lo dijeron.

—Eso me intrigó, no obstante lo vi cómo una simple casualidad. Pero a veces tenías pesadillas en las que gritabas. ¡Mis hijos!

Me quedé en silencio, pensativa. Era demasiada información de golpe. Respiré profundamente y le dije con voz entrecortada: será que tengo hijos o quizás...

—Abuela… ni yo misma sé quién soy en realidad. Pensé que desde joven estuve contigo, pero ahora descubro que fue hace apenas unos años. Y gracias a tantos recuerdos que me invaden más al llegar a la casa de Derek.

Ella me miró con lágrimas contenidas.

—Lena, lo hice porque quería protegerte. Las pesadillas que tenías no te dejaban vivir; gritabas, llorabas, suplicabas ayuda mientras dormías. El médico te dio un tratamiento para calmar tu mente, y eso te ayudó. Temía que recuperar tus recuerdos te dañara aún más. Sé que mentí y espero que me perdones, pero todo lo hice para cuidarte… incluso de ti misma. Pero veo que tu memoria quiere volver.

Asentí dándole la razón. Mi abuela se levantó de la silla y me dio un abrazó fuerte.

—Aunque no eres mi nieta de sangre, siempre desde que te conocí te aprecio como una. Nunca lo olvides cariño.

Yo asentí, comprendiendo que había actuado con amor, aunque el dolor de no saber quién soy seguía quemando en mi pecho.

—Sí, abuela, te entiendo… y no quiero que te sientas culpable —le dije, acariciando su mano—. Pero necesito saber qué sucedió en mi pasado. Este vacío me pesa, siento que mi alma carga algo que no comprendo. Cuando termine estos tres meses que prometí para cuidar a los hijos de Derek, iré a Chicago y buscaré a ese ruso que me trajo aquí. Creo que él es clave para descubrir la verdad. Aunque apenas conservo recuerdos, algo me dice que él sabe qué me pasó y qué significan esos fragmentos de dolor que aparecen en mis sueños.

Ella me abrazó aún más fuerte, acariciando mi cabello como si intentara protegerme del mundo.

¿Quién era yo realmente? ¿Qué relación tenía con aquella mujer cuyo recuerdo invadía mi mente como si fuese mío? Era hora de encontrar las respuestas.

***

Después de hablar con mi abuela, decidí irme a la casa. No quería que Derek se diera cuenta de que había salido sin avisarle. Aunque sé que no me diría nada, es mejor no decirle nada de esto. Mi mente sigue revoloteando sobre lo que descubrí hoy; los recuerdos que tengo son vagos, como una niebla espesa que no me deja ver con claridad. Recuerdo un par de besos, de esos que se dan en los momentos en que no esperas nada más que un gesto de cariño. El día que me desperté, no conocía muy bien a mi abuela, y fue ella quien me explicó que era su nieta. Me contó, con una tristeza palpable en su voz, que mis padres habían fallecido y que yo había perdido la memoria en un accidente. Pero nunca me especificó más detalles. Todo fue mentira sin embargo se que fue para protegerme.

Gracias a ella pude estudiar un poco y, poco a poco, construir la persona que soy ahora: Milena. La mujer que tiene la cabeza llena de preguntas, pero que sigue adelante. Después de ese momento, regresé a Chicago, donde conocí a mi amigo y al ruso. Aunque al Ruso lo conocí de una forma completamente diferente: durante un secuestro. Estuve en un lugar desconocido, un sitio frío, oscuro. Era como un recuerdo oculto que descubrí y no quise decirle a mi abuela Lupita. Esas personas me dijeron que debía morir, que habian pagado para eso, pero de alguna forma logré escapar. Todo eso, mi pasado, sigue rondando en mi mente, como sombras que se niegan a desaparecer.




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