Papá desesperado. Necesito una Niñera ¡urgente!

CAPÍTULO 25

MILENA

Solo observaba a esa tal Laura. Había algo en ella que me provocaba una incomodidad inexplicable. ¿Por qué me resultaba tan familiar y, al mismo tiempo, tan desagradable? No dejaba de mirarla, tratando de recordar, de encajar las piezas de un rompecabezas que parecía haberse escondido en lo más profundo de mi memoria. Últimamente no me he sentido bien… y esta sensación de inquietud solo crece. Necesito respuestas.

Derek y yo decidimos alejarnos de ella y del hombre que la acompañaba. Sentí el alivio inmediato cuando nos apartamos. Él, notoriamente molesto, acarició mi mano con suavidad, intentando darme calma. Me miró directo a los ojos.

—Dime, ¿te sientes bien? —preguntó con esa preocupación que solo él sabía expresar.

Le sonreí levemente, intentando que no pensara lo peor.
—Me siento bien. Tranquilo.

Él asintió, aunque su mirada seguía evaluándome.
—Lamento mucho que hayas tenido que pasar por esta situación —dijo, bajando un poco la voz—. Me hace sentir incómodo… y me disculpo contigo.

—Tranquilo, Derek. Tú no tienes la culpa. A veces, cuando el amor no funciona, no se puede hacer nada… Y eso es lo que ella no entiende. Quiere retenerte a su lado a toda costa. Personas así hay que mantenerlas lejos.

Él suspiró y asintió.

—Tienes mucha razón. Bien, vinimos a divertirnos, no a sentirnos mal por otros.

—Exactamente —respondí con firmeza, pero aún sintiendo esa sombra dentro de mí.

—Vamos a caminar —propuso. Luego me miró con ternura—. Pero primero, te buscaré algo para beber. ¿Te gustaría tomar algo frío? ¿Un cóctel de frutas? ¿Hay ponche?

—También una mangonada —le dije con una sonrisa traviesa.

—¡Wow! Qué apetito. Bueno, pues gracias por hacerme cargar tanto —bromeó, y luego agregó—: Espérate, no te muevas, ¿ok?

—No, para nada —respondí.

Vi cómo se alejaba. Solté un suspiro. Y por un momento, me sentí feliz. No sabía si estaba haciendo lo correcto, pero sí sabía que estaba enamorada… totalmente.

Volví a pensar en esa mujer. ¿Por qué su comportamiento me alteraba tanto? ¿Por qué me sentía tan desconfiada con ella? Me llevé las manos a la cabeza. Otro dolor punzante se instaló en mis sienes, y cerré los ojos por el malestar.

Entonces la vi. A Laura. Riéndose. ¿Por qué la estoy viendo? ¿Por qué aparece en mi mente de esa forma?

De pronto, escuché una voz detrás de mí.

—Milena … ¿Eres Milena?

Me giré de inmediato, sorprendida.

—¿Arkady?

Él se acercó y me abrazó con fuerza.
—Sí, soy yo. Arkady… Milena, ¡cuánto tiempo!

—¿Pero cómo…? ¿Qué haces aquí?

—Vine por negocios. Hacía mucho que no sabía nada de ti. Contacté a Gerardo, pero no me dio información. ¿Estás bien? ¿No te han buscado aquellos hombres?

Su última frase me dejó helada.

—¿Qué hombres?

—Milena… —volví a escuchar una voz a mi espalda. Esta vez era Derek. Se acercó rápidamente y me abrazó.

—¿Quién es usted? —preguntó con evidente molestia.

—Es un amigo —respondí.

—Hola, mucho gusto —intervino Arkady—. Soy ruso. Mi nombre es Arkady Vankut.

—¿Qué hombres son esos que te están buscando? —insistió Derek, ahora visiblemente tenso.

—Disculpen… —intervine, intentando calmar la tensión—. Derek, él es un viejo amigo…

—¿Y usted qué es de ella? —preguntó Arkady, mirando a Derek con desconfianza.

—Soy su novio—respondió Derek sin titubear.

Me sentí completamente aturdida. Las palabras se me trababan en la garganta. ¿Cómo era posible esta escena? ¿Por qué todo se volvía tan confuso de repente? El dolor de cabeza volvió con más fuerza, como si alguien estuviera taladrando mi mente desde adentro. Me llevé las manos a la cabeza con desesperación.

—¿Qué tienes, Milena? —preguntaron ambos a la vez.

—No sé… Solo me siento un poco mal…

—Milena —dijo Arkady—, necesito hablar contigo.

—No puede ahora —intervino Derek—. ¿De qué quieres hablar con ella?

—Es mi amiga, señor.

—Y yo soy su novio —repitió Derek, con voz firme.

El dolor era insoportable. No podía más. Me alejé unos pasos, intentando que el aire me ayudara… pero mis ojos empezaron a cerrarse sin control. Una presión oscura me envolvía. Y, sin entender cómo, me desmayé.

Lo último que escuché antes de caer al vacío fue la voz de Derek, desesperada:

—¡Milena! ¡Milena!

***

Recuperé la conciencia poco a poco. Lo primero que vi fue una habitación blanca, tan blanca que me sentí atrapada. El miedo me invadió de golpe y mi respiración se agitó. Me incorporé con torpeza, pero entonces lo vi. Derek estaba a mi lado, tranquilo, observándome con atención.

—¿Te sientes bien? —me preguntó.

—¿Qué hago aquí?

—Estás en un hospital cercano a pochomil —me respondió mientras me tomaba la mano con suavidad—. Te desmayaste y te traje de urgencia.

Me sujeté la cabeza con fuerza. El dolor era punzante, como una aguja clavada en lo más profundo de mi cráneo.

—Cálmate —me pidió Derek con voz calmada—. El médico preguntó si tienes problemas de amnesia.

—¿Por qué pregunta eso?

—No lo sé, solo te digo lo que dijo. ¿Tienes algún problema?

Lo miré confundida y finalmente asentí con lentitud.

—Sí... casi no recuerdo muchas cosas.

—Tendrás que hacerte unos exámenes —dijo con seriedad—. No es la primera vez que te duele la cabeza así.

—No... no es la primera vez. Pero... —fruncí el ceño con preocupación—. No llamaste a mi abuela, ¿verdad? No quiero preocuparla.

—No, tranquila. No lo hice. Sin embargo, ese tipo... —hizo una pausa—. El que está afuera, el tal ruso… Arkady. Él habla muy bien español. Dijo que te conoce.

—Bueno si, nos conocemos.

—Eso quiero saber de dónde — cuestiona Derek con firmeza y lo veo arrugando la frente.— Solo quiero saber qué está pasando contigo. ¿Por qué tienes esos dolores de cabeza? ¿Quién es ese hombre?

Lo miré en silencio. Fruncía el ceño.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.