MILENA
Había pasado un mes desde que supe que me habían practicado una cirugía… y, más importante aún, desde que comencé a recuperar la memoria. Ahora sabía la verdad: soy Jarada. Soy esa mujer que todos creían muerta, esa mujer que desapareció de la noche a la mañana, arrancada de su mundo, de sus hijos, de su identidad.
Recobrar los recuerdos fue como caminar en la niebla: difuso al principio, pero luego cada paso se volvió más claro. Y ahora, con mis hijos a mi lado, me sentía bendecida… aunque ellos aún no sabían quién era yo realmente. Ni siquiera Derek lo sabía. Primero debía averiguar quién me hizo daño, quién planeó mi desaparición. Y cuando lo supiera, uno por uno pagarían. Todos.
Estoy casi segura que Laura tuvo algo que ver. Desde el primer día que la conocí, nunca me dio buena espina. Su sonrisa falsa, sus palabras dulces, su manera de querer acercarse como si fuéramos las mejores amigas. Y yo, tan ingenua, creí en ella. ¿Cómo no lo vi? Siendo hija de un conserje del gobierno, tenía todos los medios para infiltrarse, manipular, borrar rastros… hacer desaparecer a alguien.
Ahora, al verme al espejo, siento una mezcla extraña: felicidad porque estoy viva, porque los recuerdos vuelven a mí, pero también una incomodidad… un miedo sordo. ¿Cómo lo tomará Derek cuando sepa la verdad? ¿Y mis hijos? ¿Cómo me verán cuando les diga que soy su madre? ¿Que los tuve y que me alejaron de ellos?
Recordar mi pasado con ese hombre maravilloso, me hace sonreír… pero también me rompe por dentro. ¿Y si todo esto es solo un sueño? ¿Y si es una ilusión, una fantasía que inventé para sobrevivir?
Me acerco al gavetero, lo abro con manos temblorosas y allí está la cadenita. La tomo, la paso entre mis dedos y sonrío con nostalgia. También saco el viejo álbum de fotos escondido entre la ropa. Observo mis imágenes… ahí estoy, joven, vibrante, con esa luz que creí haber perdido. Ahora todo tiene sentido. Por eso Jade se parece tanto a mí. Por eso esa conexión tan fuerte desde el primer instante.
El destino me trajo de vuelta. Me devolvió a mi familia, pero antes de poder ser libre y feliz, debo enfrentar a quienes me hicieron esto. Laura, ese hombre... y todos los demás que aún no logro identificar. Sé que hay más detrás de todo esto. Lo siento en los huesos.
Suelto un suspiro cargado de nostalgia. Termino de darme una ducha y me pongo un pantalón cómodo. Al salir a la sala, los niños están con su padre, jugando y riendo. El corazón se me derrite al verlos así.
—Milena —me habla Derek sonriendo—. Vamos a preparar unos deliciosos tacos. ¿Verdad que tú me ibas a enseñar cómo se hace el pollo?
—¡Yo ya sé cómo hacerlo! —responde Jade con entusiasmo—. Mi mi abuela y mi tía nos enseñaron a mí y a Jader allá en el campo.
—¡Muy bien! Entonces hoy me van a enseñar ustedes a mí —les digo, mientras me acerco a la cocina con una sonrisa cálida.
Enciendo la estufa, bajo la llama lentamente. La observo… y ahí lo entiendo. Por eso me daba miedo el fuego. Era un recuerdo oculto, una sombra que solo ahora se revela. Jamás pude recordar nada con claridad, hasta que volví a esta casa. Esta, mi casa. Aquí donde los recuerdos viven, donde mis cosas aún están, donde el alma que fui permanece latente. Por eso mis recuerdos venían en pequeños fragmentos.
—Milena—me habla Jade sacándome de mis pensamientos—. Estás muy pensativa. ¿Estás bien?
—Lo estoy. No te preocupes —le sonrío con dulzura. —Gracias mi pequeña Jade.
—¿Por qué me agradeces? —me pregunta.
Acaricio su cabecita, miro sus ojos tan iluminados. Verla me dan ganas de abrazarla con todas mis fuerzas, de decirle cuánto la amé, cuánto la extrañé. Pedirle perdón por haber estado ausente todos estos años, aunque no fue por mi voluntad. Hoy por fin me tiene. Hoy ya no le hará falta una madre, porque me tiene a mí.
—¿Por qué estás tan pensativa? ¿Estás llorando, Milena? ¿Te sientes muy triste?
—No, mi amor… Claro que no —le digo conteniendo las lágrimas—. Soy una mujer muy alegre porque los considero mis hijos. Por eso te agradezco por quererme mucho.
—Yo también te considero como una mami. Nadie va a reemplazar a mi mamá, pero tú… tú eres como nuestra segunda madre —me dice con una voz tan pura, tan sincera.
No puedo evitarlo. La abrazo con fuerza, sintiendo su calor. Era solo una niña de cinco años cuando me arrancaron de su lado. Y no pienso desperdiciar ni un segundo más lejos de ella.
—¿Y por qué a mí no me abrazas? —me pregunta Jader, con esa carita tan dulce.
Me acerco y lo rodeo con los brazos. Luego los abrazo a los dos con fuerza, cerrando los ojos, embriagándome con su aroma, su ternura. En ese momento aparece Derek.
—¡Yo también quiero abrazarlos! —dice, y se acerca a mí, abrazándome con fuerza.
¿Cómo no amarlo? Desde que lo conocí, desde aquella vez en la librería, de la universidad supe que sería especial. Y pensar que estuvo con una arpía como Laura… me enfurece. Todo fue parte de su plan: destruirme, alejarme de él, quedarse con todo. Desde la universidad lo supe: esa mujer estaba enamorada de él y haría lo que fuera para borrarme del mapa.
—¡Los quiero mucho! —les digo, secándome una lágrima. Luego sonrío—. Pero bueno, ¿vamos a preparar los tacos o qué?
—¡Sí, yo vi cómo se hacían! —grita Jade — Por eso te ayudará hacer los rollitos.
—Voy a buscar una gaseosa heladita —dice Derek, guiñándome el ojo.
—¡Papi, te acompaño! —responde Jader, corriendo tras él.
Ambos salen de la casa mientras yo me quedo con la pequeña en la cocina. Nos reímos, cocinamos, compartimos. Preparamos tacos de birria y otros de pollo, como los que hacíamos en el campo. El aroma llena la casa… y por un instante, todo parece estar en paz.
Pero sé que pronto llegará el momento. El momento de marcharme, de enfrentar mi pasado… y de poner a los culpables en su lugar. Esta vez, nadie me va a detener y luego me regresare dispuesta a todo por protegerlos y refundir a los culpables.