DEREK
Ha pasado más de una semana y mi vida ha dado un giro extraño. Milena está demasiado diferente… no físicamente, sino en su manera de actuar. Está más tierna, demasiado apegada a los niños y a mí, como si quisiera aprovechar cada segundo. Y eso, en vez de darme tranquilidad, me genera un malestar en el pecho, un miedo irracional de perderla.
Intento concentrarme en los escritos de una de las autoras nuevas que ingresó estos días a la editorial. Tiene un talento especial, una capacidad intelectual que la hace brillar entre las demás; no es cualquier novata. Suspiro, cerrando el archivo del último capítulo que acabo de enumerar. Sé que tengo que hablar con Laura sobre lo ocurrido aquella vez. No puedo permitir que las cosas queden así, menos que ella siga comportándose como si nada. No voy a negar que estuve con ella, que hubo un instante en el que la pasé bien, pero fue un refugio vacío, nada más. No amor. El único amor que conozco ahora y reconozco es el que siento por Milena. Lo nuestro terminó, y Laura tiene que entenderlo. No puedo permitir que siga actuando de forma ignorante y buscando pleitos donde no debe.
Guardo todo en la carpeta de imprenta, tomo mi saco, deslizo el móvil en el bolsillo y salgo de mi oficina rumbo a la del CEO. Sin embargo, me detengo en seco cuando escucho voces al otro lado de la puerta. Es Alejandro, mi amigo —y por lo visto, esta conversando con Laura.
—No entiendo tu actitud, Laura. Si él no te ama, deberías buscar tu camino y listo. ¿Por qué te obsesionaste con Derek? Es un hombre que jamás olvidará a su esposa, ni muerta. Así que, por favor, detente ya. No hagas el escándalo ni el ridículo. Lo único que logras es hacerme sentir como un vulgar a tu lado… de por si, ya te has conviertes en una vulgar, me da pena caminar a tu lado.
—¿Por qué me hablas de esa manera? —replicó Laura, molesta—. Tú y yo somos muchas cosas más, Alejandro. No me vengas ahora con amenazas.
—Decídete de una vez. Haz tu vida. Si no pudiste ni con Derek ni conmigo, entonces no te entiendo —le reprocha Alejandro.
Escucho todo claramente, pero lo que sigue me hiela la sangre. Una carcajada sarcástica de Laura retumba en la oficina.
—¿Contigo? Contigo nunca iba a tener un futuro. Recuerda que somos primos, Alejandro. El sexo solo era para disfrutarlo, jamás iba a pasar de ahí.
Alejandro se queda en silencio, pero ella continúa, cruel:
—Lo nuestro no fue nada. Con Derek sí podía funcionar, por eso quise borrar cosas del camino… pero claro, siempre aparece otra a meterse donde no le corresponde.
Aprieto los puños con tanta fuerza que casi me rompo los nudillos. La ira me sube a la cabeza al comprender que Laura se acostaba con su propio primo. Qué clase de mujer…
Sin pensarlo, golpeo la puerta. De inmediato se callan. Al escuchar el “pase”, entro con paso firme.
—Buenas tardes, Alejandro. Veo que estás muy ocupado —comento con ironía—. Yo ya me iba, pero justo a ti te quería ver, Laura. Aunque no sé si estoy interrumpiendo algo… entre ustedes dos.
Ambos me miran, tensos, como si no supieran qué decir.
—Yo no tengo nada que hablar contigo —responde Laura con frialdad.
—Pues yo sí. Y esta es la última advertencia: deja de meterte en mi vida y en la de Milena. Ella no te ha hecho nada. Y cuidado, Laura… porque tú no eres ninguna palomita. Imagínate, incluso te acostabas con tu primo.
El silencio es brutal. Alejandro palidece, y Laura baja la mirada.
—¿Qué acabas de decir? —pregunta y niega.
—Ambos se entendía y actuaban con hipocresía a mi lado— Espeté, pero ninguno responde.—Discúlpenme si me salgo de lugar —continúo—, pero me ocultaron demasiadas cosas. Yo creía que Alejandro era mi amigo y que tú, Laura, eras una mujer decente. Pero no… ustedes eran amantes. Primos y amantes. Qué asco.
—No es lo que piensas —intentó decir Alejandro—. Quizás escuchaste mal.
—No escuché mal. Los oí claramente. Y lo peor es que tú, Laura, dijiste que querías borrar a alguien “del mapa”, a quien interrumpiera tus planes. ¿A quién te refieres?
—No digas tonterías —Laura tragó saliva—. Lo mío, con Alejandro, fue antes de conocerte.
—No sonaba como algo del pasado, Laura. Sonaba demasiado fresco. Pero ¿sabes qué? No me importa. Cada quien decide con quién revolcarse. Lo único que te advierto es que no te metas en mi camino.
Me giro sin esperar respuesta, con el estómago revuelto de rabia y asco. La oficina huele a mentiras, y yo no pienso seguir respirando el mismo aire que ellos.
Apreté los puños con rabia contenida. ¿Cómo demonios no me di cuenta antes? Ese insistente comentario de que debía regresar con Laura, que “ella me convenía”, ahora cobraba sentido. Todo era una farsa. Me repugna pensar que, mientras tanto, ella y su primo… asqueroso, indignante, un pecado ante los ojos de Dios.
Me dirigí a mi oficina, tratando de controlar el temblor en mis manos. Apenas crucé la puerta, Laura apareció como si me hubiera estado esperando.
—Derek, escúchame.
—Ahora que buscas, Laura —le solté con voz dura, apenas conteniendo mi molestia—. Por favor… lárgate de mi oficina. Tú y yo no tenemos absolutamente nada de qué hablar.
Intenté sonar educado, pero mis palabras eran un filo cortante. Ella, como si no entendiera o no quisiera entender, dio un paso dentro y me tomó del brazo.
—Escúchame, Derek, lo que escuchaste no era así… —balbuceó con voz temblorosa.
Me giré bruscamente, liberándome de su agarre.
—¡Claro que lo escuché! —le escupí con frialdad—. Lo escuché con mis propios oídos, y aunque intentes disfrazarlo, no me interesa. Abre los ojos, Laura. Estabas teniendo una aventura con tu primo… ¿no te da asco? ¿No sientes vergüenza de lo que hiciste? Basta y déjame en paz.
Ella bajó la mirada, pero yo no le di espacio a su silencio.
—Eso ya no me incumbe —continué—. Solo quiero dejar algo claro: no quiero que te me acerques nunca más. Y mucho menos a Milena.