Narrador
Los pequeños buscaban a Milena desesperadamente. La puerta principal estaba entreabierta y, justo en la entrada, había una caja que les provocaba un escalofrío en la piel. El corazón de los niños latía con fuerza. Nerviosos, marcaron rápidamente el número de su padre, pero este no contestaba.
Jader caminaba por todos lados sin rumbo, con la desesperación reflejada en su rostro.
—¿Será que fue a la pulpería? —preguntó, intentando encontrar una explicación lógica.
—No, no lo creo… —respondió Jade con firmeza—. Tengo un mal presentimiento. Milena jamás dejaría la puerta abierta ni se iría a la calle sin avisar. Ella no es irresponsable ni desobligada.
Jader asintió, reconociendo que su hermana tenía razón. Sin embargo, la ansiedad se acrecentaba. La tarde empezaba a caer, y la oscuridad avanzaba poco a poco, envolviendo la casa en un ambiente más inquietante. Jade, cada vez más nerviosa, intentaba nuevamente comunicarse con su padre, pero él seguía sin contestar.
Fue entonces cuando notó algo que la heló por completo: el teléfono de Milena estaba sobre la mesa.
—¿Quién sale sin su celular? Milena nunca haría eso… —susurró, temblando.
Jade levantó la mirada, cerró los ojos con fuerza. Con las manos juntas, comenzó a orar:
—Señor, mi Dios, mi Padre único… tu palabra es perfecta y buena. Señor, sé que algo sucedió aquí, no sabemos qué, pero te ruego, te imploro, que protejas a Milena. Ella jamás dejaría la puerta abierta ni se marcharía sin avisar. Si algo ocurrió, muéstranoslo, porque nada es oculto en el cielo para ti. Protégela, Padre, te lo ruego…
Al abrir los ojos, Jade vio que un vehículo se detenía frente a la casa. Reconoció de inmediato el auto de su padre.
Derek bajó apresuradamente, sorprendido al ver a sus hijos afuera. Ambos corrieron a abrazarlo con fuerza, temblorosos y asustados. Él, desconcertado, los estrechó contra su pecho mientras recorría la escena con la mirada. La puerta abierta, la caja en el suelo, los rostros nerviosos de sus gemelos… nada tenía sentido.
—¿Qué hacen aquí? ¿Por qué está la puerta abierta? —preguntó alarmado.
—¡Papi! —gritaron al unísono Jade y Jader, abrazándolo con desesperación.
Al entrar, Derek notó la caja. Una inquietud profunda lo invadió.
—¿Dónde está Milena? —preguntó con la voz cargada de tensión.
—Milena no está… —respondió Jader, bajando la mirada.
Derek se sobresaltó.
—¿Cómo que no está? ¡Eso es imposible! —gritó, incrédulo.
—¡Papi, no grites! —lo interrumpió Jade, con lágrimas en los ojos.
Él respiró profundo, intentando calmarse. Pero el terror lo consumía. ¿Será que ella lo abandono?
—¿Dónde está, hija? ¿Dónde está Milena?
—No sabemos… —contestó Jade, sollozando—. Ella estaba aquí, preparando los frijoles. Ahí están, sobre la mesa. Y lo más raro… —señaló el celular sobre la mesa— …es que dejó su móvil. Yo escuché que alguien tocó, pero cuando salí, ya solo estaba esa caja.
Derek tragó saliva. Con manos temblorosas, se inclinó hacia la caja y la abrió rápidamente, aunque un presentimiento oscuro lo envolvía. Dentro encontró varias fotografías. Al verlas, un escalofrío recorrió su cuerpo.
—No… no se acerquen —dijo en voz firme, interponiéndose entre los niños y la caja—. Siéntense ahí.
—Pero papi… —intentaron acercarse los dos al mismo tiempo.
—¡He dicho que no! —repitió Derek, esta vez con un nudo en la garganta.
Tomó las fotos y comenzó a revisarlas. La primera era de una mujer calcinada. Su estómago se revolvió de inmediato; se llevó una mano a la boca, conteniendo un grito. Otra imagen mostraba un coche en llamas. Reconoció vagamente aquel modelo, pero no lograba entender qué relación tenían esas fotografías.
Siguió mirando, cada vez más nervioso, hasta que encontró una foto distinta: el rostro de una mujer. Al darle la vuelta, descubrió un mensaje escrito:
"Si quieres tanto a tu esposa, búscala. Llama a este contacto después de las 8 de la noche y sabrás de qué te hablo." Pero necesito cinco millones en efectivo.
—¿Qué… qué demonios es esto? —murmuró, con la voz quebrada.
Pasó a la siguiente foto. Era nuevamente la misma mujer, pero esta vez con algo perturbador en la parte trasera:
"Compara ambas fotografías y sorpréndete, Derek."
Sus manos empezaron a sudar. Volteó otra más y leyó un mensaje escrito con marcador:
"¿No me digas que hasta ahora no lo sabías? Tu esposa es Milena… la mujer que trabajaba en tu casa cuidando a tus hijos. Ella es Jarada, la del accidente. Mira bien su rostro. ¿Cómo es posible que no lo recuerdes?"
—¡Maldita sea! ¿Qué es esta mierda? —vociferó Derek, furioso, incrédulo, con el corazón palpitando descontrolado.
Las imágenes lo atormentaban. ¿Qué significaba todo aquello? ¿Acaso Milena y Jarada eran la misma persona? ¿Cómo podía ser posible? ¿Era una burla cruel, un juego macabro? Cuando sacaron el cuerpo de su esposa era irreconocible. Porque están jugando con él. Quien era ese hombre tal malvado. Observo bien la fotografía, la imagen era un tanto borrosa, por esa razón no puedo entender.
Pero ahora las cosas estaban tomando sentido. Su esposa no murió en ese accidente, ahora acaba de descubrir lo que jamás imaginó. Milena es Jarada.
Mientras Derek intentaba comprender el enigma, sin darse cuenta de que sus hijos lo observaban con miedo, la realidad era aún más oscura de lo que imaginaba. Milena había sido secuestrada. Y quienes la tenían cautiva no eran extraños, sino personas muy cercanas a él, que en secreto habían maquinado cada detalle con un único objetivo: destruirlo a él, quizas a sus hijos… y a esa mujer que tanto amaba.
***
Laura no dejaba de morderse las uñas, los nervios la consumían mientras Alejandro reía a carcajadas, disfrutando de su desesperación.
—¿Por qué demonios sigues riéndote? —lo enfrentó ella, con rabia contenida.