Papá desesperado. Necesito una Niñera ¡urgente!

EPÍLOGO

MILENA

Ya habían pasado más de seis meses desde aquel secuestro que cambió mi vida para siempre. Con el tiempo, la justicia por fin se había hecho presente. Alejandro, aquel hombre que dio la orden para que Gerardo le hiciera creer a mi familia que morí en ese accidente de hace años y luego el secuestro, terminó en silla de ruedas; dicen que jamás podrá levantarse de ella. Laura, su cómplice, sigue en la cárcel junto a él. Me enteré de que incluso el propio padre de Alejandro decidió darle la espalda, pues no quiso meter las manos en toda la suciedad que su hijo había provocado. Entre las muchas barbaridades que cometió, también salió a la luz una supuesta malversación que hizo en complicidad con Laura. La empresa, en realidad, pertenecía al padre, nunca al hijo.

La verdad, ya no me importa lo que ocurra con ellos. He decidido dejar el pasado atrás.

Derek, mi esposo, logró abrir una pequeña oficina que poco a poco ha ido creciendo. Muchas escritoras lo han buscado y ahora maneja una microempresa editorial llamada Editorial de libros: Jarada. El nombre me sorprendió cuando me lo contó, pero lo quiso hacer de esa manera, y no puedo más que agradecerle el esfuerzo y la ilusión que pone en cada paso que da.

Por mi parte, terminé mi curso en tres meses, me preparó para dar clases tanto a niños de preescolar como de primaria. Es algo que me llena de orgullo porque me permite proyectarme hacia un futuro estable, no solo para mí, sino también para mis hijos. Ellos han crecido mucho; se han portado de maravilla. Mi hijo Jader es muy apegado a mí: cada día me recuerda cuánto me ama, y yo lo abrazo fuerte, porque ese amor es lo que me mantiene viva. Y claro que mi adorable Jade igual.

Mis suegros decidieron irse a la finca, pero Carelia prefirió quedarse en la ciudad. Ella está en un proceso delicado: su pasado doloroso y las heridas que carga aún no le permiten enfrentarse del todo a la realidad. Por eso, Derek y yo le ofrecimos quedarse a vivir con nosotros y pasar con la señora Cariza, ella es una excelente psicólogo familiar. Aún ella, no está preparada para vivir sola, y Derek le aseguró que este será su hogar hasta que se sienta lista para dar el siguiente paso.

Marjorie, por su lado, consiguió trabajo. Me pidió permiso para quedarse con mi abuelita Lupita, y aunque sentí un poco de tristeza porque me encantaría tenerla cerca, comprendí que era lo mejor. Mi abuelita también desea darme mi propio espacio. Aun así, Derek se encargó de trasladarla a una casita cercana a nuestra residencia, de modo que podamos visitarla con facilidad.

Hace poco, Derek me sorprendió con una noticia que me dejó sin palabras: había varios papeles y documentos de una cuenta bancaria a mi nombre. Resulta que todo lo que fui trabajando y guardando cuando era Jarada, se estaba acomulando como un seguro de vida, durante mucho tiempo estaba ahí, intacto, esperándome. Nunca imaginé eso. Pensé que ese dinero quedaría destinado a los niños. Pero Derek, con su generosidad, decidió solo ahorrarlo y ahora, me lo entregó para que fuera para mí. Una parte quedará en el banco, y la otra quise reservarla para mi abuelita Lupita. Ella lo merece. Ella, que me rescató sin conocerme, que me brindó un hogar cuando yo no tenía nada, que me devolvió la esperanza en medio de la oscuridad.

Hoy puedo decir que soy feliz. Gracias a esas casualidades del destino, conocí a Derek, descubrí que era mi esposo, la madre de los gemelos y con él formé la familia que pensé no tener.

—Hija, ¿qué tanto piensas? —me preguntó mi abuelita Lupita, interrumpiendo mis pensamientos mientras me tendía una taza de té caliente.— Sigues pensando en tu pasado.

La miré y sonreí suavemente antes de darle un sorbo.

—Claro que no, abuelita… No quiero saber más de mi pasado. Solo que a veces, recordar me lleva a esos momentos cuando me rescataste, cuando estuviste conmigo sin pedirme nada a cambio. Gracias a ti conocí a Derek y a mis hijos. Me siento demasiado tranquila ahora, pero quiero que sigas cerca de mí.

Ella me acarició la mano con ternura, y yo continué:

—También quiero ayudar a Marjorie. Estoy pensando en la tiendita que me dejó Cris, ahí tengo guardada todas las recetas. Quiero abrirla en su memoria y darle vida a ese sueño, pero esta vez de la mano de Marjorie. Ella podrá estudiar repostería, o lo que desee, y así tener un futuro. Para mí sería una forma de honrar a Cris, aquella chica que me tendió la mano sin siquiera conocerme.

Cerré los ojos al sentir una lágrima rodar por mi mejilla. Mi abuelita la limpió con delicadeza.

—Seguramente, donde esté, te está viendo —me dijo con voz serena—. No lo dudes, hija.

—Gracias, abuelita… muchas gracias —susurré, abrazándola con el corazón lleno de gratitud.

En ese instante entendí que, aunque mi pasado dolía, mi presente estaba lleno de amor, y mi futuro se abría con esperanza.

***

Cuando terminamos de ordenar todo, Marjorie entró a la cocina y comenzó a preparar un poco de café. Yo me quedé observándo la casita, mientras esperaba a mi esposo y a mis hijos, con la ilusión de que vinieran pronto para pasar un rato juntos en familia. Al mirar alrededor, mis ojos se detuvieron en el cuarto de mi abuelita Lupita: todo estaba en orden, su lamparita encendida sobre la mesita de noche, y sobre ella reposaba su Biblia. Recientemente le había regalado una nueva, y también le había comprado una a Marjorie, porque me lo había pedido. Ahora ambas la tendrían siempre consigo, un símbolo de unión y fe en nuestra familia. Nuestra casa quedaba a pocas cuadras, lo que hacía que este lugar siempre se sintiera cercano, como un refugio.

—Milena, mi abuelita me comentó lo que tienes planeado. Y sí… acepto. Acepto estudiar repostería y ayudarte con ese negocio, si tú me lo permites. No quiero alejarme nunca más de ustedes. Aquella vez cometí el error de robarle a la abuelita Lupita y me pesa tanto… me arrepiento de todo corazón. Te prometo que voy a cambiar. Después de lo que pasé, de los meses encerrada y de la violencia de Gerardo, jamás quiero volver a ser desobediente. Gracias por darme otra oportunidad. Te quiero mucho.




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